miércoles, 11 de septiembre de 2013

40 años del Golpe y el Chile actual

No suelo escribir entradas tan políticas y contingentes, pero dado lo especial de la fecha, creo que hay espacio para un par de reflexiones en cada medio:


Hace poco tiempo nuestro entrañable y polémico Hermógenes Pérez de Arce hacía un interesante análisis histórico. Basándose en el principio universalmente reconocido de que la historia es cíclica, podemos apreciar que Chile se mueve por ciclos revolucionarios de 40 años. El primero de ellos vino con, obviamente, la revolución independentista de 1810 (propiciada por un tal Napoleón allá en las Europas), algunos dirían que, en la práctica, sólo se reemplazó a la elite española por la elite criolla. Razón que llevó a que unos ilustrados buscaran revertir “40 años de atrasos y tinieblas” para la revolución de 1850. La misma en la que se vería envuelto el joven y ficticio personaje de Alberto Blest Gana, Martín Rivas. De una forma que se volvería tradición, los insurgentes se enfrentarían a las fuerzas del gobierno de turno con barricadas, piedras, y una que otra arma de fuego. Cuatro décadas más tarde vendría la guerra civil de 1891, que buscaba algo que se volvería otro cliché de nuestra hisotria republicana: nacionalizar nuestra principal materia prima de exportación, en ese entonces, el salitre. Por supuesto que el capital extranjero fue más fuerte, y Balmaceda fue derrocado. 40 años después vendría una época de anarquía, azuzada por la crisis económica del ’29 y la huida de Alessandri del país. Tuvimos distintos intentos de gobierno y golpes de estado, varios de ellos no alcanzaron a durar la mitad del año. Entre ellos podemos mencionar a la experiencia de “república socialista de los 100 días” donde el poder real de los idealistas acólitos de Marx no se extendía más allá de las calles Morandé y Teatinos.
Y otros cuarenta años después, saldría elegido el Dr. Allende enarbolando la bandera de la Unidad Popular y del marxismo en 1970. El resto lo conocemos todos.
Pero si bien la historia no es una ciencia que goce de una precisión como la de la “psicohistoria” de Asimov, en verdad nos sirve para hacernos una idea de lo que vendrá. Al fin y al cabo, el hombre es la única especie que tropieza dos veces con la misma piedra.
Con este análisis, Pérez de Arce aseguraba que se venía otro golpe de Estado o revolución. Intrigado por esta posibilidad (no sólo por lo exagerado de su conclusión, sino por su  lógico planteamiento) se lo comenté a un amigo que estudia historia. AL preguntarle si creía posible otra revolución en el Chile actual su respuesta fue simple: “No, no pasará. Ahora tenemos tele”.
Escueto, pero certero. Por un lado, hoy gozamos de la información suficiente para no dejarnos engañar por un “Plan Z” o la idea de que los comunistas se comen a las guaguas. Por otro, la tecnología satisface las frustraciones y deseos del hombre de una forma nunca antes vista en la historia. Tan entretenidos con redes sociales, smarthphones y televisiones pantalla plana ¿Quién tiene ganas de salir a las calles con un fusil a entregar su vida por una causa? Nadie, lo que sí, las mismas redes sociales tienen el poder suficiente para sacar a las gentes a las calles a protestar, tal y como se dio en la Primavera Árabe. Y es que la tecnología sólo sirve para distraernos de nuestra desigual y dura realidad nacional.
Y a pocos días de conmemorar 40 años del 11 de septiembre de 1973, aquí estamos. ¿Por qué tan pendientes del aniversario? Por un lado, quizás, porque don Hermógenes tenía razón hasta cierto punto: las marchas y movimientos sociales son las más fuertes desde el retorno a la democracia (para otros, la prolongación democrática de la dictadura).
Y porque 40 años después, seguimos marchando por lo mismo: exigimos lo mismo, menos desigualdad, menos injusticia, menos corrupción.
La dictadura modernizó al país. Avanzamos en ciertas áreas, pero retrocedimos mucho en otras. Antes teníamos universidad gratis, pero nadie iba a ella, salvo los más acomodados, pues primero venía la titánica tarea de ganarse el pan y asegurarse un empleo. Hoy, el pan, la comida chatarra y el empleo abundan, bajo el neoliberal de la concertación y la administración Piñera. Al igual que las ganas de ir a la Universidad, sólo que ahora nos topamos con otros obstáculos…
Hay menos pobreza en el país, la clase media es la predominante. Pero los ricos son aún más ricos, y las ganancias producidas por la mano de obra van casi íntegramente a los bolsillos de las mismas familias de siempre. Si en la época de Allende eran 90 familias, ahora son 10 familias. Y al estilo del Padrino, les pagamos a los trabajadores con créditos y deudas que les impiden surgir más allá de esa clase media, otrora sueño de las clases emergentes, hoy la agridulce realidad de la que se desilusionaron varios.
Están las condiciones de descontento social, sin lugar a dudas. Con los movimientos sociales que explotaron el 2011, el país despertaba de un largo letargo y apatía en que se había sumido bajo el halo de la Concertación, ¿pero sólo por eso este aniversario del “11” en particular es tan especial?
No, hay más cosas en juego. No sólo protestamos por las mismas cosas que hace 40 años. Ahora tenemos toda una nueva generación. Nacidos en democracia y ya en edad de votar y trabajar. A la cual, conviene informarla de todo lo ocurrido en su país anteriormente a Patricio Aylwin.
Y tenemos a unos medios de comunicación que saturan la programación con programas, reportajes y sucedáneos que cubren hasta el más mínimo rescoldo de lo que esté relacionado, de una forma u otra, con los convulsionados años de los ´70-´80. Pasado septiembre, no es de extrañar que más de algún televidente promedio se sepa de memoria el itinerario que siguió Salvador Allende, desde las seis de la mañana, en su casa en Las Condes, hasta su suicidio en La Moneda algunas horas después.
Le enseñamos a los más jóvenes, le traemos recuerdos a los más viejos. A otros, les traemos catarsis. TVN, en particular, a emitido todas las noticias de los días previos al golpe de Estado. Reviviendo el temor de las personas que temen otra pesadilla como la del 11/S. Casi como si nos estuvieran preparando para revivir ese día, ¿será que alguien en la estación le encontró la razón a don Hermogenes? ¿Será que los militares están planeando verdaderamente otra intervención?
Para nada, los tiempos han cambiado. Hoy, en un país tan globalizado y privatizado como Chile, un golpe de Estado, no es un buen negocio. Lo fue en su momento, por lo que la derecha empresarial manipuló a los militares para que intervinieran, pero hoy es innecesario.
Y hay más en juego. Son cuadro décadas. Una generación entera que murió, y otra generación de viejos que sigue vigente, recordándonos lo que sucedió. Para muchos les cuesta creer que ya hayan pasado 40 años. Y Chile sigue siendo, en esencia, el mismo. Con una paz y tranquilidad, social e institucional, difícil de relacionar con el ambiente vivido hace cuatro décadas.
Y por supuesto que, recién ahora, los culpables se atreven a pedir perdón. Generando un proceso de revisión mucho más exhaustivo al hecho hasta ahora. Chile es el caso de un país sin Nuremberg. Donde no se enjuició sistemáticamente a los criminales que correspondía. Contreras y Krashnov, los demás, caminan por las calles como si nada. Son protegidos por la derecha, no se arrepienten de nada, e incluso ocupan cargos públicos.
El caso Lejderman-Cheyre, y las armas químicas encontradas junto al Estadio Nacional, sirvieron para darle contingencia al tema, en medio de tanto documental y testimonio de lo ocurrido.
Y hay otro factor en juego, quizás el más importante de todos: es año de elecciones. Coincidió un número redondo, con las elecciones más complicadas que hemos visto desde 1990: primera vez desde que la derecha logra llegar al poder democráticamente desde Alessandri Rodríguez (1964), y arriesgan, con el contexto de las protestas sociales, perder irremediablemente esta elección.
Indudablemente que la Concertación utiliza esto como herramienta política para las elecciones. Su ausencia en el acto a realizar en La Moneda, va más allá de cualquier convicción: simplemente quieren restarle popularidad a este gobierno.
Al paso que vamos, este país no verá una auténtica reconciliación hasta dentro de mucho tiempo más. Hace poco salió en La Tercera una caricatura donde se ironizaba con que “La esperanza de vida de los chilenos es, en promedio, de 80 años. O sea que al Golpe de Estado le quedan aún cuarenta años antes de morir” Más que chiste, no puede ser una afirmación más serie.
En un país sin juicios de Nuremberg, aún dividido en dos posturas, cada uno con sus respectivos extremos, es difícil llegar a un consenso. Sólo una vez que hayan muerto todos los testigos, y todos relacionados, de una forma u otra, con lo hecho por Pinochet y Allende, podremos realizar un juicio histórico verdaderamente objetivo y sin conflictos. Uno donde se recuerde a una Unidad Popular que cometió Errores. Y a una dictadura militar que cometió Horrores. Respaldada por la derecha. Y una prolongación del modelo de la dictadura dividido en dos equipos: la centro-derecha (la Concertación) y la derecha (la Alianza). Coalición por el cambio o Nueva Mayoría, Alianza o Concertación, al final, todo es lo mismo, pero con otro nombre. Basta con ver que los partidos que más plata manejan en Chile, no son los de la alianza, sino el PC y los socialistas. De izquierda ya no queda nada en este duopolio. Son todos empresarios de derecha, pero divididos en dos equipos. Porque la competencia, estimula la productividad, como nos enseñó mister Friedman y los Chicago Boys. Y tenemos nuestro querido Chile, regido durante 40 años por los mismos empresarios de siempre. Esta empresa exportadora de cobre y de frutas, y que le brinda a las empresas, nacionales y transnacionales el mercado más estable e idóneo para hacer negocios.

En 40 años más, quedarán muy pocos o nadie para darle más vueltas a este debate. Este debate social al que llamamos Chile. Para ese entonces ya no estaremos hablando de privatizar o estatizar el cobre, sino el litio. ¿Para estas elecciones? Quién sabe lo que vaya a pasar. Sólo podemos tener dos certezas: no habrá violencia, pero sí más marchas. Y lo que sea que pase, dará que hablar para los historiadores del futuro

domingo, 25 de agosto de 2013

Nuclear Falklands


Nuclear Falklands



I


El camino de tierra apenas estaba iluminado por los primeros rayos del crepúsculo. El frío carcomía hasta los huesos más fuertes, y Enzo Ripetti, sin otro abrigo que su uniforme, trotaba para llegar lo más pronto posible a su destino. Cada suspiro, incluso cada gota de transpiración que exhalaba, se transmutaba en vapor, el cual se sumaba a la brisa costera que le zumbaba en los oídos.
La improvisada base se ubicaba en las afueras del pueblo, consistía en una bodega acondicionada para la situación. Sobre ésta hondeaba desordenadamente la bandera argentina.
En el pórtico, un soldado raso efectuaba de guardia.
   -Nombre.
   -Teniente Enzo Ripetti, rama de tierra.
El soldado echó una rápida revisión visual a Enzo. Su uniforme corroboraba su identidad. Su pelo castaño, expresión juvenil y estatura media eran idénticos a los archivos que le habían mostrado de los militares que podía dejar entrar al recinto.
   -Pase- dijo al cabo de un instante.
Antes de entrar, le dedicó una última mirada al ambiente matutino. Más allá de las praderas de hierbas otoñales se distinguía el océano, pero curiosamente ningún buque.
En el interior lo esperaban tres coroneles, y un militar que le era particularmente familiar: el general Andollini, comandante en jefe de la operación de invasión. Alto, de ojos azules, y como siempre, con su impecable uniforme y gorra.
   -General- le saludó, con la mano sobre la frente.
   -Descanse, teniente.
   -¿Por qué estamos aquí?
   -Ni yo mismo lo sé, dicen que se trata de un prisionero- contestó, con su marcado acento porteño- Y necesitaremos un intérprete.
   -Eso pensé, mientras no sea un nepalés creo que podré ayudar.

miércoles, 31 de julio de 2013

Pueblo de Indígenas

Pueblo de indígenas

Con un estremeciendo en el alma que nunca antes había sentido, he visto la verdad. Con una acongojada consciencia he buscado el origen hiperbóreo de nuestra raza. Presencié con rabia e impotencia y, por supuesto, desilusión, tanto la matanza del seguro obrero, donde cayeron tantos de nuestros camaradas nacionalsocialistas, como el hundimiento del Tercer Reich. Hoy nada de eso me acongoja. Sé mucho más que antes, mi experiencia me ha calmado mis tribulaciones y me ha abierto los ojos a un nuevo mundo. Uno que no se rige por las ilusiones y golems judaicos, ni se cree las fachadas que dejó el avatara de nuestro Führer poco antes de ascender. De literalmente ascender.

En los pueblos de América del sur he visto la huella de nuestros fundadores arios. De los viajeros vikingos, hiperbóreos y reyes arios que fundaron todas las grandes civilizaciones conocidas. En sus inicios, como todos, me avergonzaba el saber que desciendo, al igual que mis compatriotas, de unos indios descalzos, negros y primitivos. Hoy sé que no podía estar más equivocado. Me aferro a mi sangre visigoda  (goda, viene de la palabra “Dios”) y a mi sangre araucana con la misma fuerza. Como diría nuestro ilustre genio médico, don Nicolás Palacios, esa es la mezcla de sangre que desembocó en esta raza sin igual.

lunes, 17 de junio de 2013

Después de 1984

“… y el escritor de ciencia ficción descubrió que no estaba escribiendo sobre el futuro, sino del presente”.
Anónimo


Pasado 1984, y 1989, y la caída del Muro de Berlín, cuando Big Brother se volvió capitalista, cambió la consigna de su ideología. En esto influyó Steve Jobs, el hombre que le metió a la informática lo que al asperger de Bill Gates nunca se le hubiera ocurrido: el diseño amigable con el usuario. Luego vino Zuckerberg, y la Casa Blanca y las agencias de publicidad obtuvieron lo que siempre quisieron: la herramienta perfecta para espiar a las personas (cosa de preguntarle a Edward Snowden). Pero es a Jobs, y a su comercial de Apple del ´84, a quien le debemos que la distopía consumista (no comunista) en que vivimos, similar más que nada a la opera prima de Goerge Lucas THX1138, nos reciba con una sonrisa de pixeles imperceptibles al ingresar la contraseña al comienzo del día. Con el letrerito de "Sonría, lo estamos grabando" pegado junto a cada una de las cámaras. “El futuro será horrible, pero bien diseñado” dijo Jorge Baradit una vez. Y razones no le faltaban. Ya no necesitamos un complejo sistema de pantallas bidireccionales para espiar a las personas: éstas nos dicen todo voluntariamente. Con esta fuente de datos, espiar las llamadas telefónicas es sólo algo anexo.

sábado, 25 de mayo de 2013

Las 10 películas del cine chileno que vale la pena ver

Fue en la comedia Que Pena tu vida que el director Nicolás López, a modo de autocrítica, se dio el lujo de que sus personajes (Ariel Levy e Ignacia Allamand)  mantuvieran un apacible diálogo donde surgió el tema del cine chileno y ambos concordaron en que este era una completa basura. Y el personaje de Allamand agregó que una de las cosas que más le desagradaba de las películas chilenas era que no se entendía nada de lo que dicen en ellas. Y como estaban en una discoteque, uno de los tantos ruidos de fondo subió su volumen, lo que demandó que Javier (Ariel Levy) le gritara ¡¿Qué?! y ella repitiera su opinión. En la siguiente película, otra vez con López como guionista y director, habría una pequeña crítica a la publicidad, y en la tercera, entra de lleno en la parodia de los chichés del cine chileno: con Ángela (la novia de Ariel Levy en la película) en su debut como actriz, protagonizando una película chilena, ambientada en los primeros años de la dictadura, con ella como una pobre y humilde ama de casa, y su marido frentista muerto a manos de los militares por "ir a comprar pan". Y mientras Ángela se lucía en pantalla, Javier se quedaba dormido.

Razones no le faltaban a Nicolás López, un director nacional que a punta de esfuerzo y creatividad ha sacado adelante algunas de las más divertidas y bizarras películas chilenas, en un contexto en que se está acostumbrado en que cine chileno sea sinónimo de "cine de arte". Y del menos comercial posible, donde sólo se muestra la miseria, la pobreza, con una especial obsesión por los años de la UP y la dictadura, y, como único posible gancho, la decadente vida sexual de unos poco agraciados actores. El otro tipo de películas chilenas son aquellas enfocadas en ésto último, vale decir "Sexo con amor" y "Grado 3". A fin de cuentas, películas no aptas para toda la familia.

Pero eso ha cambiado en la última década. Gracias a cineastas jóvenes con ganas de volver más comercial esta industria, el cine chileno ha sacado películas al más puro estilo hollygoodense, ideales para quienes (me incluyo) están acostumbrados al dinamismo y temáticas que nos llegan de afuera. Hagamos el ejercicio de imaginar que el cine chileno funciona con las reglas de Hollywood. Se sorprenderían de todo el material que encontrarían.
A modo de ranking personal, podemos nombrar:

1- Stephan Vs Kramer

Los números y la recepción la acompañan. La comedia del imitador Stephan Krammer terminó convirtiéndose en la película chilena más vista de todos los tiempos, desplazando a cualquier otra cinta vista en Chile. Al desplazar a Sexo con Amor y El Chacotero Sentimental, comprobó algo que venía intuyéndose desde hace tiempo: el cine chileno es comedia, no cine de arte. Es comedia lo que quiere ver el público.Vista por cerca de dos millones de espectadores, algo así como el 20% de los chilenos, su único contra es que se trata de un humor made in Chile, entendible sólo para quienes se manejan con la farándula local, lo que no evitó que Fox fuera la distribuidora. Y por lo mismo, la secuela que ya están planeando, incluirá parodias a personalidades más internacionales, enfocándose en personajes como Arjona y Maradona.

sábado, 20 de abril de 2013

Todos los caminos del laberinto


Todos los caminos del laberinto

                                        



Película: El Laberinto del Fauno
Premios: Oscar al mejor maquillaje, Oscar a la mejor fotografía, Premio Nébula al mejor guión, Premio Goya al mejor guión original.

Argumento:

En la España de la post guerra civil, Ofelia, una niña creyente de los cuentos de hadas, se va a vivir con su madre embarazada al cuartel de su cruel padrastro, capitán del ejército franquista. Junto al cuartel, existen las ruinas de un viejo laberinto, en el cual Ofelia se encontrará con una criatura mágica conocida como Fauno. Éste le encargará tres pruebas para poder “volver a ser princesa”.

Introducción:

Estrenada el 2006, en una alianza mexicana y norteamericana, y rodada en España casi en su totalidad con actores españoles, El Laberinto del Fauno viene a ser la segunda parte de la trilogía informal de Guillermo Del Toro de películas de corte fantástico ambientadas en la guerra civil española. Siendo sucesora de El Espinazo del Diablo.
Sin lugar a dudas la obra maestra del director mexicano, y ganadora del premio oscar a mejor película de habla no inglesa, éste film es una maravilla en términos estéticos y visuales, así como temáticos.
No es menor el hecho de que sea la primera película nominada en esta categoría del género fantástico, y es que el género le sirve como medio al director para contar una maravillosa y hermosa historia, con potentes y humanos mensajes entrelazados. “Todas son herramientas simbólicas para entender el mundo. Es una suerte de filosofía de imágenes, o de ideas entre monstruos que representan cosas para mí” llegaría a declarar Del Toro. Consecuentemente obtenemos una película rica en mensajes simbólicos.
Desde el principio se nos revela que el destino de la protagonista es la muerte, pero eso no le quita magia al transcurso de la historia. Es esta aura de muerte, misticismo, y nostalgia lo que envolverá todo el relato, amenizado con una simple melodía de pocos compases que caracterizó su banda sonora de principio a fin.

viernes, 1 de marzo de 2013

La Fiesta bajo la Gran Pirámide

Cuento de terror inspirado en la mitología ideadada por Howard Phillips Lovecraft. Disfrútenlo:

La fiesta bajo la Gran Pirámide



Entre las cálidas arenas del olvido, apenas rozadas por los vientos de la eternidad, descansa cual fuera mi última perdición, extraviada en lo más remoto del valle de Hadoth.
Llegué al desierto egipcio allá por los primeros años del siglo veinte de los mortales cristianos. Como todo buen saqueador de tumbas, pasé por el valle de los reyes, sin mucha suerte, pues de dichas ruinas no pude rescatar más que una vasija con algunas piezas de plata y un viejo espejo de, lo que espero, sea oro. Además de algunos conocimientos históricos sobre al antiguo Egipto que me fueron útiles más adelante.
Queda muy poco que saquear por estas tierras, pensé, pero me jugaré mi última carta: Las catacumbas de Nefre-ka. Supe de su existencia por medio de una conversación que ostentaban en voz baja unos ancianos en una taberna en Luxor. Afortunadamente manejo el idioma de los nativos, y estos debieron estimar lo contrario, lo que me permitió escucharlos cuchichear sobre las múltiples maravillas que abundaban en unas ruinas aún no tocadas por los extranjeros, mientras me servía mi aguardiente en la mesa vecina. En una maniobra arriesgada me entrometí con todo el tacto que pude, les invité unas copas y los interrogué, en su idioma, sobre el lugar del que hablaban. Su reacción fue más que clara. Con unos rostros súbitamente pálidos, me soltaron una sarta de advertencias que, debido a la pasión y velocidad que imprimieron en ella, me costó un tanto de comprender. Pero lo principal se entendía: “No debe osar acercarse allí. Las catacumbas del faraón Nefre-ka son uno de los mayores miedos de los egipcios, especialmente de los ancianos. Aquellos que hemos oído escabrosas historias sobre lo que ocurre una vez que se desafía a la maldición que reposa en lo más ignoto del valle de Hadoth”.
Comprendiendo que su pavor era auténtico, les prometí que no me acercaría. Obviamente no me creyeron y se retiraron antes de terminar sus tragos. Mientras se iban los pude escuchar susurrando unas oraciones que me eran desconocidas.

sábado, 23 de febrero de 2013

El totalitarismo y el sexo



Cuenta el mito, que en un principio Dios creo al hombre. Dispuso ante él un mundo y una bolsa de testosterona, cual bolsa de oro, con la que se le ofrecían dos posibles caminos: uno era llevar una sana vida sexual con una mujer, y la otra la violencia. El resto es historia.
Una parábola como la anterior no se aleja mucho de los móviles político-sexuales que tuvieron muchos de los grandes procesos del siglo veinte. No hay que ser un genio para darse cuenta que, en la práctica, todas las ideologías totalitarias no fueron más que una excusa inventada por el ser humano para matar gente, con intenciones y resultados dispares.
Recuerdo que fue cuando leí la novela “Mala Onda” de Alberto Fuguet, donde una excéntrica profesora de lenguaje, un tanto obsesionada con el sexo en su dimensión más analítica, llegaría a comentar, a propósito de una vieja película alemana, que “el nazismo no hizo más que canalizar los deseos sexuales reprimidos del pueblo alemán”. De ahí en adelante que al ver a un general obsesionado con la guerra, no dejo de pensar en la escasa, frustrada o simplemente nula vida íntima que debe mantener en tiempos de paz. Tal y como Stanley Kubrick contó astutamente en uno de sus primeros éxitos: Dr Strangelvoe, or how I learned to stop worrying and love de bomb. Donde la premisa era bastante sutil: un general trastornado con la idea de proteger sus “preciosos fluidos corporales” de los rusos, inicia la tercera guerra mundial. Siendo los misiles nucleares nada más que la sustitución freudiana que realizan los militares del miembro fálico (quedó para la posteridad la famosa escena en que el texano mayor T. J. Kong se lanzaba junto con el misil, riendo y agitando su sombrero, cual vaquero domando a su caballo, o, porqué no, a su mujer), y el hongo nuclear otra forma de representar el orgasmo.

domingo, 17 de febrero de 2013

El símbolo de Praxis

Relato distópico de mi autoría, con algunos guiños a los clásicos de la ciencia ficción. Es un poco más largo de lo que acostumbro hacer, pero en fin. Bienvenidos al 2032:


El símbolo de Praxis


Era una mañana oscura y fría de diciembre, y el cielo amenazaba con lloviznar en cualquier minuto. Richard Dereck caminó rápidamente a su transporte, el paraguas lo había dejado en el asiento trasero y lo último que quería era llegar en malas condiciones a una reunión tan importante a la que ya estaba atrasado.
El cierre centralizado desde hace unos días que no funcionaba, así que llegando a la puerta del conductor tuvo que escarbar rápidamente entre los bolsillos de su sobretodo para dar con la llave y abrir la puerta. Con la mano un poco temblorosa la extrajo e intentó encajarla en el cerrojo, pero accidentalmente resbaló entre sus dedos y cayó perdiéndose en el empapado piso.
“Mierda” exclamó para sí, al tiempo que se encorvaba de mala gana para dar con las escurridizas llaves.
Las primeras gotas empezaron a caer, así que procuró mantener seca su mano derecha. Ingreso las llaves en la cerradura y puso su pulgar derecho sobre el lector de huella digital, no sin antes restregarlo una última vez contra sus ropas. Hecha la operación, se abrió con un movimiento seco la puerta.
Entrando al vehículo, prendió la radio. Mientras iniciaba la ignición, fue bombardeado con las noticias de los avances de las bases en la Luna, y de los nuevos cohetes de plasma que la NASA y las agencias espaciales de China y Rusia estaban desarrollando. Era prácticamente el único tema que cubrían las grandes radioemisoras. Noticias que ya se sabía prácticamente de memoria. Tuvo que esperar a que su transporte alcanzara los doscientos metro de altitud para sintonizar algo más. Fue mientras atravesaba la capa de smog que le llegaron las difusas señales de la radio independiente: las noticias de atentados terroristas, el descomunal aumento de la taza de suicidios y el caos generalizado lo acompañaron el resto del viaje. Todos temas de los que nadie quería hablar.

martes, 1 de enero de 2013

Chile y el espacio


Corría el año 1954 cuando un ingenioso abogado y poeta chileno, Don Jenaro Fajardo Vera, tuvo la brillante idea de registrar un terreno entre sus propiedades, ni más ni menos que la Luna.
¿Trabas legales? Para la época ninguna, y al alcance de una firma en la notaría, y algunos trámites más, nuestro compatriota era el amo y señor absoluto de nuestro único satélite natural. Incluso cuenta la leyenda que el mismísimo presidente Richard Nixon tuvo que pedirle permiso a este abogado al fin del mundo para realizar el alunizaje del Apolo XI en su propiedad. Realidad o no, no deja de ser una historia curiosa.
Muerto el señor Jenaro donó la Luna al pueblo de Chile. En su testamento se puede leer:
“Dejo a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus poemas”