Corría el año 1954 cuando un ingenioso abogado y
poeta chileno, Don Jenaro Fajardo Vera, tuvo la brillante idea de registrar un
terreno entre sus propiedades, ni más ni menos que la Luna.
¿Trabas legales? Para la época ninguna, y al
alcance de una firma en la notaría, y algunos trámites más, nuestro compatriota
era el amo y señor absoluto de nuestro único satélite natural. Incluso cuenta
la leyenda que el mismísimo presidente Richard Nixon tuvo que pedirle permiso a
este abogado al fin del mundo para realizar el alunizaje del Apolo XI en su
propiedad. Realidad o no, no deja de ser una historia curiosa.
Muerto el señor Jenaro donó la Luna al pueblo de Chile. En
su testamento se puede leer:
“Dejo a mi pueblo la Luna , llena de amor por sus poemas”