“… y el escritor de ciencia
ficción descubrió que no estaba escribiendo sobre el futuro, sino del presente”.
Anónimo
Pasado 1984, y 1989, y la caída
del Muro de Berlín, cuando Big Brother se volvió capitalista, cambió la
consigna de su ideología. En esto influyó Steve Jobs, el hombre que le metió a
la informática lo que al asperger de Bill Gates nunca se le hubiera ocurrido: el diseño
amigable con el usuario. Luego vino Zuckerberg, y la Casa Blanca y las agencias
de publicidad obtuvieron lo que siempre quisieron: la herramienta perfecta para
espiar a las personas (cosa de preguntarle a Edward Snowden). Pero es a Jobs, y a su comercial de Apple del ´84, a
quien le debemos que la distopía consumista (no comunista) en que vivimos, similar más que nada a la opera prima de Goerge Lucas THX1138, nos
reciba con una sonrisa de pixeles imperceptibles al ingresar la contraseña al comienzo del día. Con el letrerito de "Sonría, lo estamos grabando" pegado junto a cada una de las cámaras. “El futuro será horrible,
pero bien diseñado” dijo Jorge Baradit una vez. Y razones no le faltaban. Ya no necesitamos un complejo sistema de pantallas bidireccionales para espiar a las personas: éstas nos dicen todo voluntariamente. Con esta fuente de datos, espiar las llamadas telefónicas es sólo algo anexo.