domingo, 17 de febrero de 2013

El símbolo de Praxis

Relato distópico de mi autoría, con algunos guiños a los clásicos de la ciencia ficción. Es un poco más largo de lo que acostumbro hacer, pero en fin. Bienvenidos al 2032:


El símbolo de Praxis


Era una mañana oscura y fría de diciembre, y el cielo amenazaba con lloviznar en cualquier minuto. Richard Dereck caminó rápidamente a su transporte, el paraguas lo había dejado en el asiento trasero y lo último que quería era llegar en malas condiciones a una reunión tan importante a la que ya estaba atrasado.
El cierre centralizado desde hace unos días que no funcionaba, así que llegando a la puerta del conductor tuvo que escarbar rápidamente entre los bolsillos de su sobretodo para dar con la llave y abrir la puerta. Con la mano un poco temblorosa la extrajo e intentó encajarla en el cerrojo, pero accidentalmente resbaló entre sus dedos y cayó perdiéndose en el empapado piso.
“Mierda” exclamó para sí, al tiempo que se encorvaba de mala gana para dar con las escurridizas llaves.
Las primeras gotas empezaron a caer, así que procuró mantener seca su mano derecha. Ingreso las llaves en la cerradura y puso su pulgar derecho sobre el lector de huella digital, no sin antes restregarlo una última vez contra sus ropas. Hecha la operación, se abrió con un movimiento seco la puerta.
Entrando al vehículo, prendió la radio. Mientras iniciaba la ignición, fue bombardeado con las noticias de los avances de las bases en la Luna, y de los nuevos cohetes de plasma que la NASA y las agencias espaciales de China y Rusia estaban desarrollando. Era prácticamente el único tema que cubrían las grandes radioemisoras. Noticias que ya se sabía prácticamente de memoria. Tuvo que esperar a que su transporte alcanzara los doscientos metro de altitud para sintonizar algo más. Fue mientras atravesaba la capa de smog que le llegaron las difusas señales de la radio independiente: las noticias de atentados terroristas, el descomunal aumento de la taza de suicidios y el caos generalizado lo acompañaron el resto del viaje. Todos temas de los que nadie quería hablar.
Antes de salir del centro de Nueva York e iniciar la ruta aérea a Washington, pasó por Queens a recoger a su colega Martin.
En Queens la humedad y el chispeo de gotas ya eran una torrencial lluvia, pero no ácida como temía. Hecho que dedujo al ver a Martin sin impermeable, sólo con su sobretodo y un periódico cubriendo su cabeza, moviéndose rápido por el aeródromo del edificio hasta su vehículo.
-Clima de mierda ¿Te costó llegar?
-Para nada.
-Tenemos tiempo, falta por lo menos una hora- afirmó al hacer un rápido gesto con su muñeca izquierda donde consultó su reloj.
-Quizás, pero si Brezshnev llega antes, comienzan la reunión antes. Tú lo conoces.
-Es cierto. Odio a ese tipo.
Martin sacudió el periódico y trató de rescatar de entremedio una hoja en particular. No muy legible, le comentó la noticia a Dereck:
-¿Viste esto? La escuela de mi hijo salió en el diario. Ganaron un concurso por su proyecto de preservación de comida orgánica en viajes largos al espacio. Gente del gobierno estaba en el jurado, dicen que lo aplicarán en próximos viajes al espacio.
-Felicitaciones ¿Tu hijo estaba en ese proyecto?
-No, pero según él, cooperó en algunas cosas. Por lo que me ha contado, ya no les enseñan nada más en las escuelas, sólo ciencias, física, matemáticas, técnicas de supervivencia… todo lo que pueda ser útil para lo que se viene.  
-En otras palabras, cómo construir un cohete. Todos hablan de lo mismo, en la radio, en la tele… ¿Qué edad tiene Johnny? ¿Once me habías dicho?
-Cumple doce en enero. Es un chico listo, te caería bien. Su sueño es ser capitán de alguna astronave, y Dios sabe que tiene que conseguir ese sueño.
-No me hables de Dios, por favor. Me basta con verlo todos los días en el cielo, rojo de furia.
Martin sabía que su colega tenía sentimientos encontrados con esos dos elementos: Dios y el Sol, después de todo, sus padres habían muerto en Toronto hacía veinte años. Buscando decir algo que disipara la tensión que empezó a levantarse en el ambiente, dijo:
-Mira el lado bueno: hoy no se ve.
En eso tenía razón. La visibilidad era nula, el contaminado cielo de nubes negras y lluviosas no daba tregua, pero Dereck lo prefería al cielo grisáceo de costumbre con el amenazante sol rojo. Gracias al GPS y el piloto automático no tenía mayor problema para movilizarse por los cielos, y de esa forma su viaje continuó raudo hasta las oficinas de la agencia en Washington.
En tiempo record llegaron a su destino. Las oficinas del Pentágono seguían tan resguardadas como siempre, a pesar de que la verdadera reunión se llevaba a cabo unas calles más abajo, en un subterráneo secreto bajo una oficina de correos.
Dereck y Martin pasaron por los procedimientos de seguridad para ingresar de una forma tan rutinaria que se le hicieron cortos los minutos que estuvieron siendo autorizados por los guardias. El procedimiento ya lo conocían de memoria, cada pregunta, cada tarjeta a mostrar, cuando levantar los brazos y cuando bajarlos.
Mientras pasaban por el estrecho pasillo, Martin preguntó casi en susurros a su colega:
-¿Tienes alguna idea de lo que se trata esto?
-Para nada, sólo lo que decía el memorandum. Parece estar relacionado con una amenaza terrorista, y que es muy grave.
-Que novedad. Más vale que lo suficientemente grave para que haya valido la pena cancelar a última hora mi día libre con mi hijo.
Al entrar a la sala de reuniones, el individuo que más destacaba era un hombre alto, de expresión seria, impecable traje y corbata negra que dialogaba con individuos de igual indumentaria y semblante. Se trataba de Brezshnev, el hombre que había convocado la reunión bajo el sello de asunto de seguridad internacional.
Brezhnev era probablemente el hombre más poderoso que Dereck conocía. Si él estaba en la reunión era verdaderamente un asunto de extrema gravedad. Martin y Dereck se sentaron en la mesa ovalada con los demás. Una vez que llegaron los últimos convocados unos instantes después que el dúo, tomó la palabra Brezhnev:
-Buenas tardes, caballeros. Primero que todo, recordarles que lo que les vamos a mostrar no puede salir de esta habitación. Este es un asunto de seguridad nacional, y cualquier filtración podría sembrar más caos del ya existente. Segundo, gracias por haber venido tan rápidamente a pesar de la poca anticipación. Ahora necesitaré toda su concentración para tratar este complicado asunto. Como ya saben algunos de los presentes, enfrentamos una amenaza sin igual, que pone en peligro no solo a nuestra nación, sino que la supervivencia de nuestra especie. Nuestro enemigo es liderado por un hombre sumamente peligroso, tanto por sus conocimientos como por su falta de escrúpulos. Lo primero que haremos será contextualizar un poco. Señor Orwell.
El individuo al que se había dirigido, también con un impecable traje oscuro y gruesos lentes, tecleo un par de comandos en su Ipad y generó una amplia proyección holográfica sobre la mesa de reuniones. Las imágenes tridimensionales fueron acompañando cada palabra emitida por Orwell, la primera fue la de un hombre hindú, de aproximadamente cuarenta años y con bata de laboratorio.
-Satnam Noonien Singh, científico hindú, graduado de Oxford, sumamente brillante. Trabajó en el proyecto New Frontiers de la NASA durante tres años. Renunció y se unió a una red terrorista conocida como Praxis de la que se cree es hoy el actual líder. Durante el tiempo que trabajó con nosotros tuvo acceso a nuestra tecnología más avanzada, incluso a archivos de un viejo proyecto de los años cincuenta de la NASA para destruir la Luna.
Un murmullo de asombro recorrió entre los presentes ante la última afirmación, a lo que el funcionario debió precisar:
-Difícil de creer, lo sé. La idea del gobierno de la época era intimidar a la Unión Soviética. Claro que no se llevó a cabo, primero por las dificultades técnicas: se hubieran necesitado más de nueve mil bombas de la época, de quince mil kilotoneladas cada una para hacerla desaparecer- fotogramas de viejos expedientes con el sello de los Estados Unidos mostraban papeles que detallaban el lanzamiento de misiles al satélite natural en el holograma-. Hoy en día eso es más factible con la detonación de un reactor de fusión nuclear. Existen tres en el subsuelo de la Luna en este minuto, hemos reforzado la seguridad en cada uno de ellos. No obstante, aún tememos que Satnam logre desarrollar por sus propios medios un misil que cumpla con su cometido. Inteligencia indica que esa sería la gran operación en que la red terrorista ha enfocado todos sus esfuerzos.
-Caballeros, estamos hablando del que potencialmente se convertiría en el atentado terrorista más grande todos los tiempos-intervino Brezshnev, que había permanecido de pie durante toda la exposición-. Y en el inevitable fin de la humanidad.
-Y no es una exageración- precisó Orwell-. Como saben, la coalición internacional ha enfocado todos sus esfuerzos en la colonización de Marte para salvar a la humanidad de la destrucción de la tierra por las inminentes tormentas solares. Siendo la Luna una parada casi obligada para las naves. No obstante, Praxis no apuesta sólo por destruir estos logros, sino que también pretende acabar con la humanidad al mismo tiempo. No sólo perderíamos todo lo que hemos logrado en los últimos años con la instalación de bases allá arriba. Los restos del satélite natural orbitarían a la tierra los primeros días, destruyendo las estaciones espaciales, para luego impactar contra la superficie del planeta como una lluvia de meteoritos. La muerte de millones de personas, la destrucción de toda nuestra infraestructura, potenciales tsumanis y el efecto invernadero que generaría el levantamiento de la nube de polvo y CO2 acabaría con la vida en la tierra mucho antes de que la tormenta solar lo haga.
Sus palabras fueron rematadas con una simulación holográfica que mostraba a cientos de asteroides destruyendo la superficie de la tierra. La imagen semitransparente del planeta fue diluyéndose al mismo tiempo que se veía derruida por los impactos de los asteroides holográficos. Ya desaparecida toda proyección, de la hecatombe proyectada restaba un sepulcral silencio instalado en la sala a raíz de las imágenes, que fuera roto por Dereck.
-No entiendo, porqué haría esto un hombre que hasta hace poco trabajaba con nosotros para salvar a la humanidad.
Orwell estuvo a punto de responderle, pero Brezhnev lo fulminó con una rápida mirada y contestó:
-El informe de inteligencia dice que Satnam perdió el juicio. Que no toleraba la idea de que salváramos a unos pocos y dejáramos morir a miles de millones. Pero bueno, chicos. Poco es mejor que nada. Por lo mismo hay que detenerlo. De momento la única pista que tenemos es este símbolo…
Accionó un botón en la pantalla touch de su puesto y se materializó, donde antes contemplaran el fin de la Tierra, la imagen holográfica de un viejo pergamino con un extraño símbolo en su costado izquierdo superior. Se trataba de la silueta de un león con las patas delanteras levantadas y rugiendo, coloreado con una tenue pigmentación verde.
-Hasta ahora sólo hemos podido capturar a tres individuos relacionados con los actos violentistas de Praxis. No logramos sacarles gran cosa, ni con el interrogatorio ni con las mejores técnicas de hipnosis y lectura mental. Sabían lo justo y necesario. Vale decir, dónde ubicar tal bomba y que su líder indiscutido es Satnam. Los tres tenían este símbolo tatuado a la altura del corazón en el pecho. También está presente en cartas que hemos interceptado de sus agentes terroristas- a sus palabras se le sumaron las imágenes de dos torsos desnudos, morenos y un tanto desnutridos, con la imagen del león verde sobre el músculo pectoral izquierdo. Los más suspicaces alcanzaron a distinguir ciertas cicatrices aún abiertas en los costados de los individuos, que daban cuenta de lo cruel que llegaban a tornarse algunos interrogatorios. Claro que nadie emitió ningún comentario al respecto-. No figura en ninguno de nuestros registros. Aunque esta organización terrorista es bastante reciente, nuestros expertos opinan que su simbología debe estar tomada de cierta herencia cultural. No obstante, es difícil precisarlo dado la diversidad de nacionalidades dentro de sus miembros. Tenemos a todos nuestros especialistas rastreando su origen. Y ustedes, caballeros, tienen la misión de averiguar todo lo que se pueda de esta organización y detenerlos.

La reunión no duró más de media hora. Hacia el final se entregó distintos informes sobre la situación y lo que sabían de Praxis a los asistentes. Junto con las serias sospechas de que fraguaban la destrucción de la luna, también estaban los diez atentados con bomba realizados en países de todos los continentes por la organización terrorista. Se repartieron tareas y se dio por finalizada la reunión. Luego cada uno se despidió y abandonó el bunker desde distintas salidas.
Poco antes de salir, Dereck se dirigió a Brezshnev y le dijo:
-Señor, me gustaría ver los avances que tienen los especialistas en torno al símbolo que nos mostró.
-¿El leoncito verde? No pierda el tiempo con nimiedades, agente Dereck. Ya le asignamos trabajo para que avance en eso- le contestó mientras guardaba unos papeles en su maletín.
-Lo sé, pero creo que podría contribuir de otra forma también. Sospecho que deberíamos hacer más énfasis en la ideología de este grupo subversivo para entenderlos mejor…
-¡Ja! No diga tonterías. Su única ideología es la muerte. Si quiere hacer algo distinto, mejor contacte a comerciantes y proveedores de tecnología balística, hacía podríamos rastrear la construcción clandestina de cohetes.
Sus movimientos eran bastante robóticos, al igual que su sonrisa falsa. Evidentemente buscaba cambiar el tema.
-Pero señor…
-Mire, Dereck. Seré franco con usted. Yo mismo seleccioné al personal que trabajaría en esta operación. Su nombre fue el primero en sonar dadas sus excelentes aptitudes, no obstante me disuadió un poco su, si me lo permite, triste historial familiar.
Con una frialdad que no podía disimular, había metido el dedo en la llaga. Dereck como siempre, se mantuvo inexpresivo.
-El hecho de que sus padres hayan estado en Canadá espero que no intervenga en su actuar. Lo último que puede hacer es permitir que esto se vuelva un asunto personal. Pero no se preocupe, ninguna muerte será en vano. Ahora, hará lo que se le indicó ¿entendido?
-Sí, señor- dijo con un resignado tono.
Esa frase ya la había escuchado antes, ninguna muerte será en vano, otra de las frases clichés del gobierno. Fue la peor forma que tenía el frío hombre de gobierno para finalizar la conversación.
Poco después de ese diálogo, Martin y Dereck viajaron a las oficinas centrales en un vehículo terrestre asignado por la agencia. Ambos se lamentaron de que no les hubieran permitido viajar en el auto de Dereck, pues debieron pasar al menos veinte minutos en el tráfico de la Quinta Avenida. Para matar el tiempo no pudieron hacer más que leer cada una de las estrambóticas publicidades repartidas entre distintas pantallas 3D y 2D. A la par de las marcas comerciales iban los mensajes del gobierno. En la intersección de la Quinta con General Washington, donde el estancamiento los tuvo detenidos a lo menos cinco minutos, contemplaron las tres repeticiones de un ruidoso y amplio spot holográfico que formaba parte de la campaña de propaganda del gobierno. La voz relatora era como la de un antiguo locutor de noticieros de guerra de los años cuarenta, de alguna forma le imprimía cierta vitalidad e interés a un discurso que ya todos se sabían de memoria:
“En diciembre de 2012 una horrible catástrofe acabó con la vida de millones de personas en Canadá, remeciendo al mundo entero. El pronóstico de los astrónomos fue lapidario: el sol atravesaba por un ciclo de tormentas solares nunca antes visto. Y esto sería sólo el principio, en treinta años más afrontaríamos una erupción tan poderosa que acabaría con la vida en la tierra”.
“Desde entonces que la humanidad entera se ha unido en la llamada Alianza por la supervivencia, donde los países con la tecnología y experiencia aeroespacial necesaria tendrían la misión de enviar refugiados a Marte, en cooperación con el resto de las naciones de la tierra”.
“Todos nuestros hombres y mujeres, nuestros esfuerzos y recursos, y la economía a nivel planetario están dedicados a la investigación científica y el desarrollo de tecnología aeroespacial. Hoy, gozamos con hazañas tecnológicas impensables hace veinte años, autos voladores, cohetes termonucleares, bases en la luna, y nuestros primeros hombres en Marte. Y es que el ingenio humano y el instinto por la supervivencia son imparables. Todos ahora cooperamos por salvar a la civilización humana. Hemos avanzado mucho, pero aún tenemos mucho camino por recorrer. Nuestros enviados nos representarán a todos nosotros, en mente y en espíritu. Porque el espíritu humano no se extinguirá con nada. La esperanza es lo último que se pierde”.
Este, y muchos otros del mismo estilo, sonaban día y noche en los distintos medios. Era otro de los muchos recursos que empleaban las autoridades para mantener la moral en una época en que el Apocalipsis tenía una fecha clara e inminente.
Más adelante había una pantalla gigante emitiendo un noticiero, donde confirmaban que la lotería para elegir a diez mil ciudadanos americanos al azar para colonizar Marte, se llevaría a cabo en seis años más. Era lo más prudente, pensó Dereck, tienen que dilatarlo lo más posible para que la gente no pierda la esperanza tan pronto.
De vuelta en la oficina del Pentágono, ya un poco más distendidos de la misión encomendada, el dúo se sirvió un café en la máquina del pasillo.
-No confió en ese tal Brezhnev- dijo Martin.
-Tú no confías en nadie- le respondió Dereck.
-Pero estos tipos en particular no me agradan. Se creen los dueños del mundo… y en realidad, son los dueños del mundo. Y encima tienen su pasaje asegurado a Marte. Que poderosos se deben sentir.
-¿Envidia, Martin?- dijo mientras se serbia un sorbo de café.
-Es más que eso, sospecho que nos oculta algo. Viste como se puso ese tal Orwell… Sabes, a veces no sé como puedes seguir trabajando con la misma dedicación que siempre. Nos esconden cosas, no nos cuentan todo, hacemos todo lo que nos dicen, y a cambio de qué. Ni nosotros tenemos la huida asegurada de este basurero.
-Mira, Martin, -tomó un largo sorbo antes de seguir- mientras estuve casado aprendí algo junto a mi mujer: haz lo que ella dice, no le hagas preguntas incómodas, y la cosa funciona.
-Sí, y te funcionó por siete años ¿Y luego qué?
Hizo un gesto de no saber con hombros y labios. Tragó lo último que quedaba de su taza de café y prosiguió:
-Es lo único que sé hacer, Martin. Además, la paga es buena, y tenemos más oportunidad de salir de aquí a través de este trabajo que en ningún otro. No somos Einsteins como el pequeño Johnny.
-¡Ja! Ojalá mi hijo fuera Einstein, si vieras las notas con las que llega de la escuela. No es que sea tonto, el chico es listo, sólo que está un poco desmotivado. Pero en cuanto se dé cuenta de su situación… creo que entonces tendrá la motivación suficiente para convertirse en el mejor de la escuela, y ojalá de su universidad.
-Lo será, si todos los cerebritos de la universidad abandonan el planeta y lo dejan sólo a él en el campus.
-Ha-ha, que gracioso.
Hacia el final del día, cuando el sol se ocultaba, los dos se fueron juntos en el mismo vehículo. Por supuesto que Dereck conducía. Martin todavía no realizaba el curso para sacar la licencia de un auto volador, no porque no pudiera, el también podía perfectamente solicitarlo a la agencia como otra herramienta para sus trabajos, pero el riesgo de accidente era mucho mayor y el curso demasiado largo para un año tan atareado.
-Creo saber por donde comenzar con este asunto- dijo Dereck una vez que el auto se había elevado- ¿recuerdas al tío de mi ex mujer?
-¿Ese viejo loco? Qué puede saber de esto.
-Es arqueólogo, recuerdas. Quizás sepa algo del símbolo que nos mostraron. Le pregunté a Brezshnev si podía ver lo que los especialistas tenían hasta ahora, ¿sabes qué me dijo? Que no perdiera el tiempo en nimiedades, que me enfocara en rastrear al cohete de Satnam. Supongo que eso no impide que visite a un viejo amigo.
Dejó de hablar en cuanto percibió cierta música a lo lejos. Martin también lo escuchaba. El origen de dicho sonido concordaba con su camino, de forma que lo siguieron. El vehículo avanzó, suspendido a una distancia no mayor a los siete metros del suelo. Ya antes de que llegaran a la fuente de la música sabían que se trataba de That´s the way de Harry Cacey. El auto que la emitía se encontraba en medio de una multitud de manifestantes en la calle, no muy lejos del edificio de donde venían. Los huelguistas venían con pancartas, muñecos en llamas de políticos, y algunos ya estaban construyendo barricadas. Dada la visión panorámica que tenían, vislumbraban a un amplio contingente policial que se acercaba raudamente por el norte.
-¿Más desempleados?- consultó Martin.
-Esos fueron ayer, estos son los de siempre, hippies, fanáticos religiosos…
Sus palabras fueron interrumpidas por una bomba Molotov que chocó contra el cristal del aerodeslizador.
Inmediatamente Dereck accionó el limpiaparabrisas para disolver cualquier chispa. Mientras abajo, la policía se enfrentaba a quienes lanzaron la bomba.
-¡Desgraciados!- les gritó por su ventanilla.
-Déjalos, ya les darán su merecido- intentó calmarlo su copiloto.
-No es la primera vez. No cualquiera tiene un auto volador, tú lo sabes. Ellos dicen que son símbolo de quienes colaboran con sacar a los ricos de la tierra, y me lo destruyen cada vez que pueden. Lo he encontrado rayado, pateado, y la última vez trataron de robarlo. Ninguno de estos inútiles sabe que funciona con reconocimiento biométrico ¡Resentidos inútiles! ¡¡No es mi culpa que no tengan empleo!!- gritó por la ventanilla, al tiempo que el auto se elevaba y dejaban atrás la batalla entre policías y manifestantes.
La noche ya había terminado de asentarse, pero el ambiente era iluminado por distintas fogatas, autos en llamas y bombas Moltov que teñían de un tono rojizo la noche de Washington. Todo amenizado por lo mejor de Harry Cacey.

****

Al tocar la puerta, una voz le dijo “adelante”. Giró el picaporte, que estaba sin el cerrojo puesto, y entró. Hacia el fondo de la sala de estar había un sillón a espaldas de Dereck, frente a un ventanal que daba al patio. De su ocupante se distinguía una cabeza blanca y una constante columna de humo que brotaba de su izquierda.
-Ray, que viejo estás.
-Estoy bien, gracias por preguntar- le contestó el sonriente viejo con el cigarro entre sus dedos.
-Si quieres un consejo, deja de fumar. –dicho esto, se recostó sobre la pared a la izquierda del anciano, de forma que podía ver claramente su figura- Le hará bien a tu salud, según mis cálculos ese es el séptimo que te fumas hoy.
-¿Cómo haz llegado a tan exacta conclusión?- preguntó mirando hacia el vacío.
-Veo que aún tienes la cajetilla en el bolsillo, y se ve bastante aplastada, por lo que debe estar vacía- le respondió señalando la abultada protuberancia que se distinguía en el muslo derecho de sus vaqueros-. Y son cerca de las ocho. A estas alturas del día debería ser el último del paquete. Y sé de antemano que tu límite personal es una cajetilla al día.
-Brillante deducción, querido Watson- dijo apagando el cigarro en el cenicero- pero en este minuto un cigarrillo más o menos da exactamente lo mismo. En unos años más todos estaremos en la boca de un gigantesco habano… no importa, al ritmo que voy dudo que llegue a verlo. Dudo incluso que quede alguno de mis libros para ser el alimento de las llamas.
Dereck quiso decir algo que lo consolara. Estaba muy acostumbrado a ver a Ray como un viejo alegre y motivador, pero los último años habían teñido de un indeleble halo de amargura toda su persona. Ni su eterna sonrisa podía disimularlo. Sólo atinó a decirle:
-Lamentablemente serán muchos los que viviremos para verlo… ¿Te imaginabas que sería así?
-La verdad, yo pensé que el destino tendría un mínimo de piedad, pero me equivoqué. Dios es a veces el más cruel de los guionistas, sabes. No sólo sabemos cuándo será el fin, sino que tenemos unas hermosas tres décadas de anticipación. Tres décadas para prepararnos emocionalmente… o para volvernos locos.
-Y tres décadas para salvar a todos los que podamos. Vamos, Ray. Aún hay esperanza de que te llamen para las naves…
-No, señor. A mí nunca me llamarán. Fui declarado “no esencial” sabes. No esencial- despidió una leve risa- como en la Alemania nazi. Me despidieron de la universidad, a mí y a casi todos mis colegas. Cerraron los departamentos de humanidades, filosofía, sociología… los únicos que dejaron abiertos son los de ciencias exactas. Lo único que les interesa ahora es contribuir a la “cruzada por la supervivencia”… y mis libros, son buenos, pero no lo suficiente. Hoy ya nadie los lee, todos sólo buscan formas de ganar un cupo en las naves. Y a los que suban en ellas serán a premios Nóbel, o gente como esa. Ni hablar de salir elegido en la lotería, yo no me trago ese cuento.
-Quizás yo tampoco sea elegido, pero no por eso me amargo. Sigo haciendo mi trabajo como siempre.
-Tú lo dijiste, tienes trabajo. Lo tuyo aún tiene sentido para estas gentes… ahora yo haré una deducción ¿vienes por un asunto del trabajo, verdad?
-Lo sacaste por el maletín, supongo.
Dicho esto, Dereck se dirigió a la mesa y abrió el maletín, donde comenzó a revolver los papeles que contenía.
-Te voy a mostrar algo. Tengo una copia en el smarthphone, de hecho es más completa allí…
-Claro que no, sabes que me cansan los ojos las proyecciones holográficas- le interrumpió Ray-. Sólo muéstrame lo que tienes ahí.
Le extendió unas fotografías de un extraño símbolo en blanco y negro. Ray sacó sus anteojos del bolsillo de su camisa, y examinó con sumo cuidado las imágenes.
-La simbología es tu campo de estudio, eres el tipo que más sabe de estas cosas de entre los que conozco ¿Sabes qué es?
-Sí, es un símbolo hindú, de una dinastía del siglo IV a. c. Pero muy desconocido… súper desconocido, ¿de dónde sacaste estas fotos?
-Hay un loco terrorista que amenaza con destruir las bases en la luna y el plan de supervivencia. Este símbolo lo tenían tatuado varios de sus hombres, y también estaba en una de las bombas de tiempo que logramos desactivar.
-Bueno, hace referencia a un símbolo que le entregó Alejandro Magno a una familia de nobles hindúes. Los Bajyit. Verás…
El anciano se dirigió a su librero, de donde extrajo un viejo volumen que  depositó sobre la mesa y raudamente ojeó a medida que le hablaba a su interlocutor.
-Cuando Alejandro llegó a la rivera del Nilo, no disponía de las fuerzas ni apoyo suficiente para expandir su imperio hacia la India. Por presión de sus generales se vio obligado a postergar esa empresa, no obstante en su paso por el subcontinente hindú entabló contacto con un grupo de nobles que aspiraban a ganar más poder dentro de los reinos vecinos. Él les prometió que cuando volviera a conquistar esas tierras ellos serían los visires encargados de la administración de sus nuevos dominios. Y este sería el escudo de su dinastía… -detuvo su grueso y arrugado índice derecho en la página 276, cubierta en su mayor parte por una imagen que mostraba al símbolo del León Verde en una pared de piedra- sólo existe un lugar en la actualidad donde se puede encontrar este símbolo, un templo en Tayikistán.    
La página anterior mostraba la imagen satelital de unas ruinas en medio de una jungla asiática. Entusiasmado Dereck consultó:
-¿Estas seguro de que no hay otro lugar?
-Completamente, yo escribí este libro. Y estuve en ese templo. Si piensas ir allí te advierto que el calor selvático es infernal.
-Creo que no hará falta, ¿puedo llevarme el libro?
-Te regalé una copia la navidad pasada, señor consideración- contestó Ray con su usual sarcasmo.
-Excelente, gracias Ray, haz sido de mucha ayuda. Me gustaría quedarme a conversar un poco más, pero el tiempo apremia- dicho esto comenzó a guardar las fotografías.
-Claro, el tiempo siempre está en contra.- Ray se dirigió nuevamente a su sofá, pero esta vez se llevó consigo una botella de una bebida que Dereck no alcanzó a identificar y una copa.
-Otra cosa que quizás te sirva: esta familia, de nombre Bajyit, tenía unas creencias religiosas bastante exóticas, incluso para la zona donde se encontraban. Incorporaban ideas del budismo y del hinduismo, tenían una concepción cíclica del tiempo, una indiferencia completa al materialismo, y una idea de los planos espaciotemporales comparable hoy a la teoría del multiverso. Para ellos no había diferencia entre riqueza y pobreza, o entre la vida y la muerte… -dijo al mismo tiempo que Dereck cerraba su maletín. Le dedicó una mirada de intriga, que el anciano respondió soltando una leve risa- Tengo unos colegas que se entretuvieron mucho analizando sus creencias desde el punto de vista metafísico y filosófico, me dijeron que eran unos auténticos iluminados… Incluso hay leyendas de que llegaron a formar un pequeño culto que subsiste hasta el día de hoy, escondido en la selva. Aunque, hasta donde sabemos ese templo es lo único que queda de ellos, y la familia desapareció ante de la llegada del siglo XI d.c.
-¿Todo eso sale en el libro?
-Sí- contestó sin mirarlo.
Percibiendo que el viejo caía nuevamente en su estado de letargo, Dereck buscó reanimarlo como había hecho mostrándole las fotos.
-… Escucha, Ray. Porque no vienes a comer a mi casa esta noche, hace tiempo que no lo haces.
-¿Esta noche? No, gracias. Ya tengo planes.
-Dime que no traerás otra prostituta.
-Ojalá, la pensión ya no me alcanza ni para eso… -rió sin mover los labios.
-¿Y el fin de semana?
-Puede ser, puede ser… yo te llamaré.
-Ok, y por favor deja de fumar.
Dereck estaba a punto de cruzar la puerta, a último minuto dio media vuelta, se dirigió a Ray y le quitó la botella.
-Y también de beber.


Ya era cerca de media noche y el viejo Ray Barcley tomaba minúsculos sorbos de coñac sumido en la oscuridad de su departamento. Habían pasado al menos dos horas desde que se sirviera esa copa, pero aún no la terminaba. En su mente revoloteaban demasiados pensamientos de tiempos pasados, divagaciones sobre el significado de muchas cosas, la fugaz alegría de que había sido útil por última vez al gobierno, y una nostalgia ligada a una pesadumbre que le restaban toda gana de mover un músculo de su sillón.
Desde el momento en que se cerró la puerta de su departamento, que supo que no tendría el privilegio de volver a abrirla. Una parte de él lamentó la partida de Richard Dereck, ex marido de su sobrina, y a esas alturas el único amigo que le quedaba.
Otra parte de él, una que se había forjado en esas largas horas de soledad y divagaciones eternas de su retiro forzado, lo agradeció, pues así pudo retomar su soliloquio. Monólogos que se habían vuelto insanamente usuales en este académico retirado.
-Lo he meditado mucho. Quiénes son los más cobardes, aquellos que se suicidan para no ver lo que se viene, o aquellos demasiado cobardes para suicidarse, de forma que se quedan en un disimulado estado de shock, inertes hasta que la calamidad se les venga encima. Quizás se aferran a la remota esperanza de que algo pase en el camino que los salve, o simplemente son masoquistas. Yo creo que lo mejor es irse a la segura y acabar con el suspenso de una vez por todas. Mi padre, un tipo muy sabio, que vivió el seis de junio del sesenta y seis, mil novecientos ochenta y cuatro, y el cambio de milenio, vivió impávido e indiferente todas esas fechas. Y es que el siempre me dijo: el fin del mundo llega con la muerte de uno mismo.
Secó la última gota de la helada copa. Extendió su mano izquierda hacia el cajón que tenía a su lado y extrajo de él un revolver.

****

El viaje en el vehículo de la agencia, mezcla de helicóptero y de auto volador, fue sumamente suave, no obstante la leve vibración del motor dificultaba la lectura de Dereck de su tablet. Lo cual no impidió que pasara casi todo el viaje leyendo la información recolectada.
Junto a él viajaba Eric, uno de los miembros más jóvenes de la operación, que no ocultaba su impaciencia ante los métodos de Dereck.
-Llegaremos en unos minutos. Espero que esto valga la pena- le comentó a Dereck.
-Lo valdrá, junior. Todo el mundo está analizando el modus operandi y rastreando las armas confiscadas a los terroristas, pero hasta ahora yo soy el único que se ha preocupado por lo esencial.
-¿El dibujito del león?- preguntó con cierto dejo de ironía.
-Los símbolos son importantes para estos tipos. Dan cuenta de una ideología, de su forma de pensar. Tras sus ganas de matar tiene que haber una forma de pensar, no sólo brutalidad como creen en la central.
-¿Y hasta ahora, qué sabes de su forma de pensar?
-Bueno- se talló la nariz antes de proseguir a resumir todo lo que había leído- tengo la teoría de que este grupo tiene sus orígenes en una secta asiática antiquísima. Su filosofía parece mezclarse con tendencias grecolatinas e hindúes. Puede que incluya otras, pero todavía no estoy seguro…
Lo interrumpió una fuerte sacudida de su transporte. Por unos instantes dejaron de hacer ruido los motores y los tripulantes sintieron claramente como iban inclinándose hacia abajo. El piloto ajustó rápidamente distintos comandos de su cabina. Conforme pasaba el tiempo, Dereck se fue preparando para saltar y agarrar el paracaídas que colgaba en el costado de su izquierda. A último minuto los propulsores recobraron su potencia y el vehículo se estabilizó.
“Caballeros, lamento el episodio. El corto circuito se debió a la tormenta electromagnética. Perdimos contacto con la base, pero no tardaremos en llegar. Disfruten el viaje”. Se escuchó decir al piloto desde un pequeño altavoz ubicado en el techo del vehículo.
-En fin, según creo- retomó Dereck- su idea es la de cortar de raíz “el ciclo del sufrimiento humano” en lugar de perpetuarlo, pues lo que hacemos, según ellos, no es más que retrazar nuestro paso hacia el paraíso… es muy básico, lo sé, pero por algo se empieza.
-Estamos contra el tiempo, eso no es una excusa. Nosotros aún no podemos cazar a ese truhán, y la base marciana sigue con sus atrasos. A este paso no llegaremos ni a ver la luz del alba.
Se refería a lo que le comentaba hace unos minutos. En cuanto se subieron al vehículo, hace unas horas, que Eric rompió el hielo hablándole sobre el aumento del PIB destinado a la exploración espacial, de treinta y seis a treinta y nueve por cierto anunciado por el gobierno. Pasando por las rivalidades entre el programa Orion y el Constelation, y el papel de agencias privadas que aumentaban su participación con la eliminación de impuestos y reglamentaciones, entre otros incentivos que daba el gobierno. Eric era un ingeniero recién graduado, y un fiel colaborador de la Alianza China-Rusa-Americana por la supervivencia. Durante un largo rato Dereck debió aguantar la larga labia de su compañero de viaje, que le reiteraba desde proyectos y cifras hasta las mismas noticias que había escuchado en la mañana sobre la compleja infraestructura desarrollada en la luna y el retraso en la instalación de la base marciana. Quizás porque detectó su disconformidad, o simplemente porque se replegó en sus intenciones comunicativas dado lo poco fluido del diálogo, Eric terminó por guardar silencio y realizar unas llamadas por celular el resto del viaje mientras Dereck sacaba su tablet y leía.
El vehículo arribó y se posó suavemente sobre la plataforma de aterrizaje del cuartel de la agencia en la frontera de Turquía con Rusia. La diferencia de temperatura era considerable. El clima era frío y seco, y en torno a ellos se extendía una red de montañas interrumpida sólo por el edificio norteamericano y la pista de aterrizaje. Mientras descendían, Eric continuó con sus preguntas.
-¿Y todo esto cómo se conecta con Satnam? ¿Qué es lo que sabemos de él?
-No mucho, sólo fecha de nacimiento, la ciudad donde nació, que creció en la pobreza y que estudió con una beca del Estado por sus sobresalientes notas. Luego partió a Inglaterra. Pero no hay evidencia de que haya visitado ese templo, tampoco sabemos dónde ni cómo exactamente entabló contacto con Praxis.
Adentro del recinto los esperaba el ambiente de siempre: computadoras, militares y expertos en informática descifrando y recolectando información para las misiones desde sus estaciones de trabajo o mapas topográficos proyectados en hologramas e imágenes tridimensionales interactivas o touch.
No tardó en acercársele un joven a Dereck, quien lo condujo hacia cierta proyección que mostraba el templo que buscaban, mientras Eric comenzó a asesorar a ciertos técnicos en un asunto sobre la red de radares.
-Pusimos vigilancia satelital especial sobre las coordenadas que nos dio como lo solicitó, señor- prosiguió el joven, de contextura delgada, castaño y con el uniforme castrense de colores beige y marrón.
-En los últimos tres meses el templo ha sido visitado por diez lugareños, dos de los cuales parecen haber hecho una especie de peregrinación desde un ex aeródromo en Kazajstán donde trabajan como obreros.
-¿Ex aeródromo? Cuéntame más de ese lugar- dijo Dereck.
-Actualmente es un almacén en manos de un privado, un tal Adrian Veidt, que arrienda el lugar para el almacenamiento de containers y tanques de combustible de cohetes a los chinos y los rusos.
-¿Y los demás visitantes?
-Son campesinos, no se mueven más allá de la frontera.
-¿Qué sabemos sobre Veidt?
-Nada, señor.
-Averigua todo lo que puedas sobre él, puede ser un alias.
-Sí, señor.
Una vez que se fue el joven, Dereck conectó su tablet a una pantalla 3D donde trabajó procesando ciertos datos. Largos créditos de números y coordenadas fueron desfilando ante su atenta mirada, los cuales paralizaba a ratos para seleccionar cifras.
Junto a él se encontraba una funcionaria de rasgos asiáticos en su estación de trabajo que le comentó:
-Fue difícil encontrar un satélite disponible para lo que nos pediste, sabes. Son pocos los satélites operativos que quedan con esto de las tormentas solares, y dirigirlo a un punto perdido en la jungla causó más de una reticencia entre los directivos.
-Sé lo que hago, tengo una corazonada- dijo sin apartar la vista de sus números.
La mujer le dedicó unos vistazos a su vecino de estación. Su aspecto era un tanto demacrado, las ojeras y la arrugada camisa daban cuenta de alguien que había estado muy ocupado en el último tiempo, no obstante conservaba ese encanto de hombre cuarentón que siempre le llamó la atención del agente de la CIA cada vez que tenía la oportunidad de verlo.
-Si no fuera por este libro, nunca lo hubiéramos encontrado. Por más que rastreamos no hay otra fuente de información de ese templo ¿de dónde lo sacaste?
- …Era de un amigo- contestó con cierta pesadumbre.
Con un gesto que oscilaba entre la compasión y el interés, le extendió al norteamericano el grueso volumen.
-Supongo que es a ti a quien debo devolvérselo, ya escaneamos toda la información útil.
-Te lo agradezco, Sarah.
No tardó en comprender que su interlocutor no era un hombre dado a las conversaciones, de modo que optó por cambiar de estrategia y ser más directa.
-Oye, Dereck, te parece que después vayamos por un café. Se nota que te hace falta un respiro.
-Lo siento, querida. Hoy no tengo tiempo- fue su seca respuesta.
Sin cambiar su semblante, continuó trabajando. Estaba muy ansioso por leer un informe que le prometió Martin que daba más pistas sobre el caso de Satnam, de modo que no estaba de humor para distracciones. Comenzó a descargar el archivo desde la cerrada red de inteligencia militar, sin embargo comprendió a los primeros segundos que demoraría (la conectividad era mala dadas las tormentas solares). Un tanto bloqueado, y tomando en cuenta el concejo de Sarah, se dirigió a la terraza con la intención de fumar un cigarrillo mientras se descargaba el confidencial documento. Prefirió ir sólo, pues sabía que no contaba con más de cinco minutos, sin mencionar que no era un individuo muy dado a las relaciones sociales. Su experiencia lo había forjado como un hombre duro y distante.
No obstante, la bocanada de aire fresco que lo recibió afuera lo hizo cerrar los ojos unos instantes antes de prender el encendedor. En esa parte del mundo el aire aún estaba un poco despejado. El aire, el silencio, el espacio abierto, y esa sensación de naturalidad, de desconexión con la locura de los problemas que lo esperaban en la civilización, le dieron una leve sensación de paz a la que no estaba acostumbrado. Siguió con los ojos cerrados un rato y trató de recordar un instante mejor; cuando estaba con su mujer, cuando bromeaban sobre la posibilidad de tener hijos. Incluso antes, cuando aún vivían sus padres, cuando era tan joven que nada de esto pasaba todavía. Cuando uno podía levantarse en la mañana sin estar preocupado por lo que tenía que hacer en pos de la humanidad. Dentro de él brotó el ingenuo pensamiento de que al abrir los ojos volvería a cualquiera de esos momentos que le traían paz. Pero no fue así, al mirar hacia el cielo encontró una imagen muy familiar, y que se resaltaba aún más al ser la hora del crepúsculo: era el eterno sol rojo. Un ojo intimidante que a Dereck le causaba aversión cada vez que lo veía. Para Dereck, la presencia del amenazante astro sobre sus cabezas no hacía más que recordarles, a él y a todas las demás personas, de forma permanente que no les quedaba mucho tiempo. Además de esa mañana, hace mucho tiempo, cuando su padre le dijo que iría junto con su madre a Toronto unos días por negocios. Una despedida casi automática que sin saberlo sería la última que le diera a sus padres. Una vieja sensación, mezcla de culpa y tristeza, brotó de su pecho y le revolvió el estómago.
Suspiró y con nostálgicos recuerdos en mente, trató de olvidarlo todo, despejar su cabeza y luego dijo para sí:
-Ay, Ray. Maldito hijo de puta.
Apagó el cigarrillo  con la punta del zapato. Reunió ánimos y nuevamente entró al complejo, donde el joven uniformado fue el primero en acercársele, tablet en mano.
-Señor, esto es todo lo que hay de Adrian Veidt. Maneja el almacén que le mencioné y una mina de diamantes en África, por lo demás no hay registros de él anteriores al 2031.
-Hace sólo tres años… caballeros, ya sabemos a dónde ir- exclamó a los demás agentes de la base.
-Y otra cosa, señor. Brezshnev está en línea, quiere hablar con usted.
-Ah, maldita sea, qué quiere ahora.
En una de las pantallas principales lo esperaba la imagen del poderoso y enfurecido funcionario.
-“¡Dereck! ¡Me quiere explicar porqué ha estado perdiendo el tiempo con informes de arqueología!”
-No he estado perdiendo el tiempo, señor- contestó con toda la paciencia que pudo reunir-. He estado averiguando sobre la ideología de nuestro enemigo. Ya sabe el dicho, para ganar una batalla primero hay que conocer bien al enemigo.
-“Ya sabemos todo lo que hay que saber ¡son terroristas, su única religión es matar! Lo que no me cabe en la cabeza es que usted, el agente Martin, y el resto del personal bajo su cargo hayan gastado los últimos tres meses en estudiar a un puñado de chinos inútiles”.
“¡En mis manos tengo un informe, redactado por el agente Martin, en el que se muestra detalladamente que usted invirtió el tiempo y los recursos de la agencia a su disposición de todo el último mes en eso!” Exclamó blandiendo en una mano las setenta y cinco hojas de informe, unidas sólo por un clip, escritas por Martin y dirigidas a su colega. Desconcertado, Dereck dio un vistazo a su tablet: la descarga del documento iba en noventa y cinco por cierto, y no obstante este tipo ya la tenía en sus manos, y la trataba de basura.
-Mire, Brezshnev, usted no entiende. No basta con investigar y elucubrar sobre el arma que están diseñando estos terroristas. Si este tipo puede desarrollar algo así, no creo que sea porque es un científico loco de caricatura, debe tener sus razones, y eso nos dará una buena pista sobre lo que estamos enfrentando.
-“¡Pero esa arma la puede utilizar en cualquier momento mientras usted se las da de psiquiatra! Mire, Dereck. Sé que ha hecho su mejor esfuerzo, pero  me veo en la obligación de reasignarlo de cargo. El tiempo apremia y en el consejo hemos decidido reorientar la estrategia y recursos de esta misión.”
Fue la gota que rebalsó el baso. Ya intuía que algo así podía pasar, dadas las trabas que le habían puesto desde arriba en el último tiempo, y él no se quedó callado:
-¡Es mi trabajo lo que estoy haciendo! No me diga que he perdido el tiempo, no hecho más que trabajar para su estúpida misión en los últimos tres meses, de las últimas cincuenta horas sólo he dormido cuatro. Me niego a que me destine a un escritorio ahora. Acabamos de descubrir algo importante, y voy ha llegar hasta el fondo de esto. Creo que piensan lanzar el cohete desde un punto en Asia. En cuanto tenga más información se lo comunicaré. Buenas tardes, señor- concluyó con toda la ironía que pudo imprimir en su voz.
Presionó con brusquedad el botón que cortaba la comunicación. Tras de él varias personas, entre ellas Eric, el joven uniformado y Sarah aún lo observaban por la escena hecha. Él no les prestó atención. Mientras, al otro lado de la línea, Brezshnev apagó el transmisor al darse cuenta que el audio estaba cortado. En cuanto desapareció el último ápice de estática que delineaba la silueta del agente en la pantalla, dio un suspiro y se dirigió a Orwell.
-Si Dereck tiene razón, y piensan lanzarlo desde alguna parte en Asia, tendríamos un espectáculo visible en buena parte del mundo.
-No se preocupe, jefe. Acabo de hablar con los científicos de la Universidad de Tel Alviv-afirmó Orwell-, ya toda la red de satélites y bombarderos de largo alcance están perfecta y secretamente sincronizados. El escudo antimisiles es, según dicen, impenetrable. Todavía no se ha probado, pero están confiados, y cuando llegue el proyectil, no sólo será una satisfactoria prueba de fuego, sino que también un símbolo claro de la inviolabilidad de la Luna.
-Tú no entiendes, en lo que se refiere a símbolos la gente interpreta lo que quiere. Una explosión en el cielo lo verían como señal de amenaza y de inseguridad.
-El escudo es prácticamente infalible, señor. Sus circuitos están hechos con materiales súper conductores, de modo que su capacidad de reacción es de milésimas de segundo. Neutralizará cualquier proyectil que se asome a la Luna. Si viene desde una estación espacial, la probabilidad de detenerlo es del setenta y cinco por cierto. Si viene desde la tierra, la probabilidad aumenta a cien por ciento.
-Ahí está el problema, Owell. Ese misil, bomba, o lo que sea no debe ser visto por nadie, y no debe explotar ni en la Luna, ni el espacio, ni en ningún otro lado. Praxis no es la única organización terrorista en el mundo. Hay más, y si se llega a saber que un arma de esta magnitud fue desarrollada, y detonada, eso será señal suficiente para ellos. Señal de debilidad, y una motivación mayor para seguir con sus atentados. Si lo de Canadá en 2012 fue el símbolo que dio inicio a la era de la Alianza por la supervivencia, esto se convertiría en un símbolo de subversión.
Orwell intuía hacia donde apuntaba la verdadera preocupación de su jefe. Sólo atinó a preguntar:
-… ¿Ellos también lo saben, señor?
-… Esperemos que no. Ni ellos, ni Dereck.

****

Aún no era mediodía, y el cielo kajano se encontraba cubierto de nubes. Sobre la tierra no se veía más que terreno baldío y una carretera que lo atravesaba con una bifurcación que daba hacia una inconmensurable pista de aterrizaje, con distintos y aislados galpones en su superficie.    
La carretera, y un galpón en particular, al centro del recinto y con una forma más agrandada, ocupaban la visión de Richard Dereck, quien se encontraba parapetado tras una zanja natural con sus prismáticos electrónicos. Él y otros siete agentes especiales se encontraban ocultos, entre arbustos y dentro de chatarra de cohetes sobre la pista de asfalto, vigilando las actividades del supuesto almacén.
Hasta donde sabía el complejo era actualmente un almacén donde Rusia depositaba recursos y materiales para sus cohetes. Si las sospechas del agente eran ciertas, de alguna forma el terrorista Satnam se las había arreglado para controlar el aeródromo y construir con el material que almacenaba su misil, a espaldas de las autoridades rusas.
La monotonía y silencio de la carretera fue interrumpida por un camión de carga que el agente Dereck rastreó desde ciento cincuenta metros de donde se encontraba. Siguiendo el movimiento del vehículo con sus prismáticos, tal como esperaba, se dirigió al aeródromo. Una vez que los guardias dieron la autorización, cruzó las rejas hasta el galpón principal.
Su concentración se vio interrumpida por una difusa señal que llegaba al aparato intercomunicador ubicado en su oreja.
Ajustando un poco la señal, la estática dio paso a una voz familiar.
-Martin, veo que sigues ahí.
-Como siempre, camarada. Supe lo que pasó en la base de Turquía. Te informo que cuelgas de un hilo muy delgado, amigo. Más vale que descubras algo.
-Lo haré, note preocupes. Por cierto, tenías razón.
-Por supuesto que la tenía… ¿en qué si se puede saber?- bromeó Martin.
-Sobre Brezshnev, él y los demás miembros del directorio, nos están ocultando algo. Es raro que se opongan tanto a esta operación… así que, ¿No te dieron tu día libre, Martin?
-No, y todo indica que tampoco podré tomarme mis vacaciones, ni este año, ni el que sigue… de todas formas, no tendría a donde ir. ¿Te acuerdas de esa cabaña en las montañas rocallosas?
-Como olvidarla, me atrevería a decir que el lugar más precioso de América.
-Lo era, al menos. Hablé con el cuidador, hay alerta ambiental, y el bosque ya casi no existe, por culpa de la industria que se instaló allí. Ya sabes que desde que desde que perdió sentido el cuidar el planeta que las normas ambientales se han ido al demonio y las industrias más contaminantes se han hecho multimillonarias.
-Una verdadera lástima… ¿qué dijo tu hijo?
-Ese niño, lo tuvimos que cambiar de escuela. Vieras tú los problemas que ha dado, más tarde te contaré.
Detectando la angustia en su voz, Dereck optó por cambiar el tema.
-Escucha, comunica a la central que hasta ahora sólo ha ingresado un vehículo, sin más novedades. Se los diría yo mismo, pero tengo problemas para contactarme directamente con ellos.
-Entendido, amigo.
Cortada la comunicación, intentó dirigirse a los demás agentes repartidos en el territorio. Las dificultades en las comunicaciones lo atribuyó a las tormentas electromagnéticas que interferían las señales. Insistió y buscó un canal disponible.
“Bravo uno, aquí Bravo cinco ¿me copia?... Bravo siete, aquí Bravo cinco ¿puede escucharme?... aló ¿Bravo tres?”
Los binoculares comenzaron a dar problemas también, hasta progresivamente deformar la imagen con toda la estática que surgió.
-Carajo ¿ahora qué?
Los soltó y llevó sus manos al equipo transmisor en los bolsillos pectorales de su traje de espionaje. Enredado con pequeños botones, no tardó en comprobar que todas las señales estaban bloqueadas. Casi al mismo tiempo percibió unos pasos acercarse tras él. Al voltearse, lo único que alcanzó a distinguir fue a una pala dirigirse en picada sobre su cráneo, tumbándolo contra el piso.
Sus atacantes (por lo menos tres, por los pies que logró contar) se dieron cuenta que el golpe no lo había dejado inconsciente, de forma que inmediatamente se lanzaron a patearlo y zarandearlo.
La golpiza fue suficiente para dejar knock out a Dereck unos minutos. Cuando recuperó la consciencia, apreció con una visión un tanto borrosa que estaba siendo arrastrado por un piso de cemento por dos hombres que lo sujetaban del cuello de la camisa. Había sido entrenado para resistir el dolor, y también para desarrollar una memoria fotográfica, cualidades que debía poner práctica en ese instante mientras sus captores seguían pensando que estaba atontado por los golpes. Dedujo que se encontraba en el interior del aeródromo principal, de modo que con toda la lucidez que pudo reunir, intentó capturar todas las señales sensoriales que pudiera al tener la visión limitada al piso.
Si por fuera todo era quietud y un aparente abandono, por dentro las instalaciones bullían de actividad. Individuos de diversas etnias, todos con un semblante serio, pero decidido, algunos armados y otros con facha de obreros, se movían de un lado a otro preparando todo para el lanzamiento. Dereck al levantar un poco la frente pudo distinguir una gran mescolanza de computadoras antiguas, del siglo pasado, con equipamientos nuevos. Todo en un caos aparentemente coordinado. La ruinosidad y antigüedad de la mayoría del equipamiento contrastaba con lo que había al centro del complejo: allí estaba la famosa obra maestra de su anfitrión. Veintitrés metros de longitud, diámetro de dos metros, dos cohetes más pequeños en su base, y una coraza dorada, a primera vista de una sola pieza, que relucía con la poca luz que se filtraba por los tragaluces.
Obviamente Satnam quería dotar de un toque de divinidad a su proyecto, idea que reforzó Dereck una vez que los guardias lo soltaron en un cuarto oscuro a un costado del recinto. Su mentón golpeó fuerte contra el piso en cuanto dejaron de sujetarlo por la nuca. Cerraron unas cortinas tras de sí, que eran lo único que separaba al mundo tecnologizado de allá afuera, con ese pequeño cuarto, iluminado por velas, de paredes revestidas de cortinas y en la pared opuesta a la entrada una estatua de Shiva, con pequeñas velas de un par de centímetros en tres de sus brazos. Delante de la estatua, Dereck distinguió una silueta. Aún un tanto aturdido, demoró unos instantes en enfocarla y deducir que se trataba de una persona a espaldas de él y sentada con las piernas cruzadas.
La atmósfera era pesada, y estaba imbuida de un extraño olor que Dereck no pudo identificar. Mareado y a punto de volver a quedar inconsciente, la silueta irrumpió el silencio:
-¿Tienes idea de dónde estas?
La voz era profunda y hablaba un inglés con un acento neutro. Sonaba lo suficientemente amena para demandar una respuesta más o menos inteligente.
-Supongo… que en tu mini capilla.
-Te equivocas. No es mío este lugar, es de todos los presentes, sin importar la religión.
Hizo una pausa para extraer unas nueces de un canasto a su izquierda.
-La estatua es sólo una representación, tienes que ver más allá del ídolo y saborear el concepto detrás. Destruir para crear, crear para destruir… destruir para liberar.  
Mientras hablaba, el apaleado agente intentó acomodarse, pero en la posición en que estaba y con las manos inutilizadas no pudo hacer más que retorcerse inútilmente en el piso. Lo único que consiguió fue desviar su campo visual hacia la pared derecha. En lugar de cortinas se entreveían unos borrosos grafittis en un idioma ininteligible, no obstante, Dereck distinguió algunas frases en inglés como “Apocalipsis” y “Nirvana now”.
-Mis manos están atadas.
-Siempre lo han estado… -la silueta, con la luz entrecortando su figura, volteo la vista hacia su derecha- en ese mural escribimos nuestros testimonios. Lo que sentimos, lo que sabemos.
El hombre se incorporó. Dereck calculó su estatura en más de un metro ochenta. La iluminación era poca, pero pudo apreciar que se trataba de un individuo delgado, aunque fornido, de ropas delgadas y sedosas. En su mano derecha llevaba un cuchillo, y en la izquierda otro objeto un poco más pequeño que no pudo reconocer.
Se le acercó pausadamente. Dereck temía lo peor. Lo agarró por lo hombros, lo puso boca abajo, y con el cuchillo cortó sus ataduras.
-Está abierto para que cualquiera… deje el suyo- afirmó ofreciéndole un plumón de pizarra.
Miró al hindú con evidente recelo, luego de unos instantes de reticencia le aceptó el plumón y lo dejó que lo ayudara a levantarse. Satnam retrocedió unos pasos en cuanto Dereck estuvo de pie ante el muro.
Pasados unos segundos sin saber qué hacer, el americano volteó la cabeza a su interlocutor.
-Por favor, insisto. Lo primero que se le ocurra- se apresuró a decir Satnam.
Dereck suspiró y con el pulso titubeante garabateó en la pared: “Que toda esta mierda se acabe”. Satnam se acercó y movió afirmativamente la cabeza.
-Muy bien. Me imagino que usted no desearía estar aquí.
-Es mi trabajo, qué quiere que haga- contestó secamente su visitante.
-Siempre podemos elegir.
-¿Puedo elegir irme de aquí, entonces?
-Me temo que eso tendrá que esperar un poco… acompáñeme.
El hindú lo condujo afuera de la habitación. En cuanto Dereck puso un pie afuera dos gorilas armados se aprestaron a cada lado suyo. Ya con más luz pudo apreciar que Satnam tenía una larga y canosa cabellera, distinto al pelo intensamente negro que Dereck recordara de las fotografías de la NASA; un rostro bien afeitado y unas gruesas cejas. Uno de sus hombres le acercó un viejo sobretodo, con manchas de aceite y lápices en los bolsillos, que se puso sobre su camisa y pantalones de delgadas telas.
-Hace frío en estas partes de Asia, verdad- comentó.
Posteriormente, un hombre anglosajón se le acercó y le contó en una lengua que Dereck no pudo identificar algo que el respondió dándole órdenes al mensajero y otros dos individuos en la misma lengua, los cuales inmediatamente partieron a acatar las instrucciones. Luego se dirigió a su rehén.
-Respecto a usted, tendrá que esperar en la bodega mientras terminamos de solucionar este problema.
Una mirada a los gorilas bastó para que estos se llevaran a Dereck a donde había indicado su líder.

Fue arrojado con la misma brusquedad con la que fue arrastrado por el patio al interior de un cuarto oscuro. Escuchó el sonido de un suich que iluminó el cuarto tenuemente, seguido de un portazo metálico. Sumido en el silencio, limpió la sangre de su rostro con sus mangas. Tanteó las extremidades más adoloridas. Por lo visto ninguna fractura. Le habían quitado todo su equipo, sus bolsillos estaban vacíos, y el chaleco había desaparecido. Reunió fuerzas para, a duras penas, ponerse de pie, y vislumbrar su actual entorno.
Durante un par de horas, el secuestrado agente norteamericano aguardó en la bodega, de diez metros de largo por siete de ancho, e iluminada por una pequeña, pero poderosa bombilla a dos metros del piso. En su interior no había más que cajas de madera muy bien selladas, y miles de papeles en chino y francés que, como dedujo Dereck por el formato, se trataban de facturas de equipos muy costosos. Recorrió meticulosamente el lugar, con una ligera cojera en la pierna derecha. Por más que lo intentó no encontró una salida, salvo, eso sí, al menos dos cámaras camufladas. No cabía duda de que lo debían estar viendo, pero lo que lo inquietaba aún más era si el resto de los comandos de la misión corrían la misma suerte que él. 
La única salida era la puerta de metal por la que lo hicieron entrar, y claramente no sería fácil salir por ahí, seguramente los mismos gorilas seguían haciendo guardia tras ésta. Otra cosa que descubrió fue una puerta camuflada en la pared opuesta, no obstante no tardó en descubrir que sólo se abría por fuera. De modo que optó por matar el tiempo revolviendo entre los papeles. Tenía la esperanza de encontrar algún equipo de primeros auxilios para sanar sus heridas.
Sólo localizó una caja vacía, cuyo contenido, para su sorpresa, eran dibujos de niños y artículos escolares. Pensó en la posibilidad de que tuviera hijos alguno de los terroristas, incluso el mismo Satnam, aunque eso no saliera en ninguna investigación. Esto le corroboraba algo que en la agencia no quería reconocer: estas personas si tenían alma.
Dos objetos llamaron poderosamente su atención: un viejo libro de ciencias de tercer grado. Tan antiguo que aún incluía a Mercurio y Plutón entre los planetas del sistema solar. Otro era más reciente: un dibujo hecho con crayones que mostraba burda, pero claramente, a muchas personas (caricaturas de cinco trazos cada una) tomadas de la mano, y un sol enorme y rojo tras ellas. Detrás del papel se leía: “Día de los mártires de Québec” y como bajada “hoy recordamos a todas las víctimas de la tragedia de Canadá”. Fechado a fines de diciembre del año antepasado. Eso le permitía inferir dos cosas: quien quiera que fuera dueño de la caja, era poco probable que tuviera dos hijos con tanta diferencia de edad, así que lo más seguro fuera que le gustara guardar cosas viejas, al parecer con cierto valor sentimental. No era mucho, pero era un avance que daba más cuenta de humanidad entre quienes fraguaban la aniquilación de la humanidad.
El dibujo terminó apoderándose de sus cavilaciones. Era bastante irónico, las personas sonrientes parecían felices, pero transmitían una alegría triste y falsa ante la presencia del enorme sol tras ellos y lo que éste significó. Por un segundo, Dereck se imaginó las risas de esos niños jugando, hasta que miraron hacia el cielo y vieron lo que se les venía encima. “Roza lo macabro” pensó.
-Conmovedor  ¿no?- escuchó a alguien decir.
Tras él se encontraba el científico hindú. Había entrado por la puerta camuflada, lo que le pareció curioso a Dereck fue que emitiera tan poco ruido, de forma que no lo sintió entrar.
-Ese niño era un potencial Picaso. Lástima que un Picaso ya no tiene cabida en este mundo- Satnam comenzó a pasearse tranquilamente por el lugar, parecía tener todo el tiempo del mundo-… Aún recuerdo cuando comenzó todo esto. Fue a fines de 2012 ¿recuerdas? En ese entonces yo me encontraba iniciando mi doctorado en Londres. El clima que se respiraba, en laboratorios, y en las calles era de tranquilidad, hasta que un día prendí la tele y vi la noticia. El principio del fin… la primera gran tormenta solar. Una enorme eyección de masa coronal que acabó con la vida de millones de personas en Canadá y Alaska. Además de desintegrar casi por completo el planeta Mercurio. La aurora boreal más grande de todos los tiempos… y el inicio de la política mundial de la supervivencia.
“El pronóstico de los astrónomos fue claro: en treinta años vendría una segunda llamarada, que destruiría a Venus y la Tierra. Desde entonces que todos nuestros esfuerzos están enfocados en los programas espaciales y la colonización de Marte. Ya han pasado veinte años desde eso, y el mundo se cae a pedazos, harto de un suspenso que no da para más…”
Estudió a su anfitrión con cuidado. A lo largo de sus palabras demostró una lucidez y cordura reconocibles, quizás un poco excéntrico, pero no más que otros genios. Dereck prefirió dejarlo hablar hasta estar bien seguro de que se trataba de un individuo estable.
-¿Qué ocurrió con el resto de mis hombres?- fue lo primero que le preguntó.
-Están bien, no se preocupe. Están en otra bodega. Es virtualmente imposible que escapen.
-¿Los siete en el mismo lugar? ¿Por qué a mí me tiene apartado?
-Es una buena pregunta- contestó con una sonrisa en el rostro- porque usted es distinto a ellos. Hasta ahora ha sido el único que se atrevió a investigar un poco más. Guiarse por el León Verde fue bastante astuto.
-¿Cómo sabe que…?
-Digamos que tengo amigos en todas partes.
Dicho esto, agarró una larga llave con la que hizo palanca para abrir una caja. Escarbó dentro de ella y extrajo un modelo a escala de una nave espacial con la bandera norteamericana.
-Ve esto, es el Odisea IV, actualmente  se encuentra viajando a Marte para fundar la primera colonia en el planeta rojo. Una maravilla de la tecnología. Súperconductores antigravedad, propulsor termonuclear, reactor de fusión de helio-3, como diría la propaganda de la Alianza, “cosas impensadas hace sólo dos décadas” igual que el auto volador en que usted llegó a este país.
Quería que supiera que lo estaba vigilando, o simplemente buscaba presumir. Dereck mantuvo una expresión neutra, pero atenta todo el tiempo.
-La tecnología ya estaba hace tiempo, pero eran otras las prioridades de los gobiernos y las economías antes…
-¿A dónde quiere llegar? Todavía no me dice porqué estoy aquí- interrumpió Dereck.
-Paciencia. Verá, yo sé que usted es un hombre razonable, y es capaz de comprender lo que de verdad estamos haciendo aquí. Lo que voy a contarle le costará creerlo, incluso puede que me tache de mentiroso, o de loco.     
Hizo una pausa que aprovechó para escrutar con la mirada al agente, que se mantenía impávido y de expresión escéptica.
-Claro que será difícil dado que empezamos con el pie izquierdo. Disculpe a mis hombres, pero usted sabe que no podemos cometer errores. Por lo visto usted es un hombre resistente. Supongo que querrá comer algo para reponer fuerzas.
Le entregó el modelo a escala en sus manos y dio medio vuelta en dirección a la puerta oculta.
-Mis hombres lo acompañarán. Conserve el modelo- La puerta hizo un leve sonido electrónico, y tan rápido como se abrió, se cerró, desapareciendo Satnam tras ella. Instantes después se abrió la entrada principal, donde asomaron los guardias que lo condujeron afuera de la bodega.
Lo hicieron descender hasta un túnel donde había un sistema de rieles con carros de minería. A bordo de este los tres se transportaron hasta el siguiente galpón. En el trayecto Dereck meditó que esta red debía conectar todos los galpones, y estar recubierta de alguna aleación que evitara la detección por radar, pues no figuraba en ninguno de los fotogramas tomados por los satélites. Tampoco estaban en los planos que les proporcionaran los rusos, por lo que debían de ser de construcción reciente.
Una vez que llegaron, subieron a una amplia habitación con dos largas mesas de madera. Al parecer era el casino del lugar, había media docena de hombres comiendo a lo largo de la mesa. Los guardias que lo escoltaron lo hicieron sentarse en un extremo de esta y le sirvieron un plato con un curioso engrudo distinto al que Dereck había probado antes. Aún con el modelo a escala en sus manos, lo puso a un lado, y contempló con cierto recelo el plato. Comió pausadamente y con cierta duda, ante el temor de que tuviera alguna clase de droga. Mientras lo hacía, el hombre de aspecto anglosajón llegó con una vieja radio que ubicó al centro de la mesa. Se sentó con los demás comensales y sintonizó una estación de noticias en inglés. Varios se acercaron al aparato para escuchar mejor. Dereck tomó nota mental de eso: habían más hombres en el recinto que hablaban inglés.
La emisora resultó ser una de las independientes. La locutora leyó algunas cifras estremecedoras: más del setenta por ciento de la población del planeta estaba bajo el umbral de la pobreza, los desempleados llegaban a un cuarto de la población, y los suicidios alcanzaban ya los noventa millones al año en todo el mundo. En el ámbito ambiental, uno que hace mucho había pasado a segundo plano, el hoyo en la capa de ozono sobre el polo norte seguía creciendo exponencialmente, y de hielo ya no quedaba casi nada. Ni hablar de los estragos generados por el cambio climático.
Los radioescuchas de la mesa parecían estar comentando entre sí lo que oían, no obstante susurraban muy bajo como para que Dereck alcanzara a distinguir palabra alguna. El hombre anglosajón se dio cuenta que el agente intentaba espiar su conversación, de modo que respondió su vistazo con una inquisidora y amenazante mirada.  Bajó la vista y se dedicó a terminar su plato. Luego, aún con los guardias vigilándolo a cada lado, tomó la nave y se puso a apreciar sus detalles.
En eso estaba cuando volvió a aparecer Satnam. Esta vez lucía más cansado que la última vez.
-Siento la demora. Pero debe entender que en este minuto estamos en una fase crítica de nuestra operación, y no me puedo desconectar mucho tiempo de nuestras faenas.
-¿Ya tienen listo su cohete?- preguntó Dereck.
-En eso estamos. Es en verdad un trabajo de relojería, usted ni se imagina. Entonces, dónde nos quedamos la última vez… Veo que estaba observando la nave que le di.
-Es súper detallado este modelo- afirmó, decidido a seguirle el juego e intentar hacer de ese un diálogo ameno- Y la de verdad también es una maravilla, la vi en las noticias el otro día.
-Gracias, yo mismo ayudé a diseñarla.
A partir de ese punto, Dereck apreció que la voz de Satnam adquirió el mismo tono nostálgico que tomó hace una hora en la bodega. Sin dejarse impresionar por la inteligencia de su captor, le prestó atención a lo que tenía que decirle.
-Como todos los hombres de ciencia, me sumé a la cruzada. Enfoqué años de mi vida en la investigación y el desarrollo de nuevas naves, nuevos cohetes, nuevas formas de propulsión… creí que hacía lo correcto. Usaba mi inteligencia y mis esfuerzos en lo único que valía la pena en ese minuto. Hasta que un día descubrí la verdad.
Hizo una pausa que aprovechó para sacar un pequeño emisor holográfico, de esos del tamaño de la base de una vela y que funcionaba con voz, pero Satnam sólo presionó un pequeño botón físico en su base, y luego continuó trabajándolo con los comandos tridimensionales.
-Como le he dicho, tengo amigos en todas partes. Muchos de ellos en observatorios astronómicos. La ciencia es un rubro donde finalmente todos terminamos en contacto, en especial en estos tiempos… ¿cuánto se supone que le queda al planeta tierra? ¿Diez años?
-Once años y seis meses, según el último reporte astronómico- contestó.
-Claro, dentro de once años se acabará la tierra.
La pequeña proyección de botones holográficos dio paso a una proyección del sistema solar de medio metro de largo.
-Este es nuestro sol en la actualidad.
La imagen del Sol se amplió, acaparando buena parte de la proyección la estrella roja, con distintos gráficos y cifras.
-Los astrónomos dicen que es un ciclo de tormentas solares por lo que está atravesando, común dentro de la vida de una estrella. No obstante, aspectos como la temperatura, el calor, y la rotación de la estrella no calzan con dicho diagnóstico. No lo aburriré con las cifras, sólo le diré que sí encajan con otro fenómeno muy familiar para la astronomía.
El hindú presionó un pequeño botón en el borde inferior del marco holográfico. Al hacerlo, se abrió una ventana en el escritorio virtual que mostraba un pequeño video de seis segundos de duración. Se trataba de una enorme explosión en medio del espacio, y abajo, con letras mayúsculas, la palabra “SUPERNOVA”.
-¿Una supernova?- inquirió Dereck.
-Correcto, en algo no les han mentido. Sí, el sol dio todo un giro en su actividad que ningún astrónomo pudo anticipar. Un giro fatal, y alcanzará al planeta Tierra en once años más. Sólo que llegará más allá de donde le han dicho a la gente. A Marte, y luego al resto de los planetas del sistema solar, tragándolo todo a su paso.
Dereck entendió que el científico hablaba en serio. Aún con dudas sobre si creerle del todo o no, preguntó:
-Entonces… ¿nos han mentido todo este tiempo?
-Correcto.
-No lo entiendo, ¿con qué objeto? Si todos vamos a morir, qué sentido tiene engañar a la gente con otra historia.
-Tiene mucho sentido. Con la historia de una tormenta solar, la gente aún tiene esperanza de sobrevivir en el planeta Marte. En cambio, si les decimos que hay una súpernova, todo se va al demonio.
-Pero y todos los esfuerzos dedicados a la investigación y conquista de…
-Patrañas, si fijaron como meta a Marte es porque saben que no es posible viajar afuera del sistema solar, que sería la verdadera solución, con la tecnología actual. Al menos no a tiempo. Lo que sí, esto tiene un doble propósito: el primero, es el que le expliqué, relacionado con la psicología de masas. Tenemos tres décadas antes del fin del mundo, sería una locura tratar de contener a todas las personas durante ese tiempo sin un propósito que las mantenga ocupadas y les de esperanza. Y el segundo, y más vergonzoso de los propósitos: darle a unos pocos más tiempo de vida. Si mis cálculos no fallan, luego de la Tierra, la capa exterior del sol alcanzará a Marte en diez años. Tiempo extra para quienes lleguen al planeta rojo en calidad de supervivientes. Todos ellos, adivine quienes: en la práctica sólo los más ricos y poderosos de la tierra. Incluso dudo que metan a científicos y premios nóbeles de distintas ramas como prometieron en esas naves, ahora esto se trata de darle unas últimas vacaciones pagadas a las mismas gentes de siempre: políticos, millonarios y corruptos.
-Pero… esto es una locura, si lo que me dice es cierto, algo tendrían que hacer después. Si tienen diez años, pueden aprovecharlos haciendo más investigaciones, más experimentos, tiene que haber un plan para después…
-Señor Dereck, no hay plan para después. Entiéndalo, al ritmo que avanza la ciencia, aún con todos los recursos de la humanidad destinados a ella, es imposible que se desarrolle una nave que permita viajar más allá de Marte a tiempo.
-… No le creo ¿Porqué hacer todo esto por sólo diez años más de vida?
-Diez años de vida siguen siendo vida, señor Dereck. Además, piénselo. Es más fácil tener controladas a las masas cuando hay esperanza, cuando existe un propósito. Treinta años de desesperanza serían un caos mayor al que existe ahora. De esa forma nos exprimen, nos sacan la última gota de nuestras condenadas almas para aplazar su propia condena unos años más- exclamó cerrando el puño y golpeándolo contra la mesa.
-Esto lo debería saber algún astrónomo…
-Ellos controlan los grandes observatorios, controlan todos los centros con el equipo necesario para hacer el análisis de la actividad solar que los llevará a la conclusión que le he dicho. Ellos también controlan los medios de comunicación. Nos tienen trabajando como idiotas. Engañados con la falsa promesa de la esperanza, de un mundo mejor y a salvo de este infierno que le tocará a una elite de elegidos conquistar… pero nada de eso es cierto. Y si se sabe, todo se vendrá abajo.
-Entonces… por eso quiere destruir la Luna.
-No soy el único que sabe esto, señor Dereck. Tengo colegas que también lo saben, repartidos por distintas partes del mundo. Varios ya han intentado hablar, pero hombres como usted los detienen antes de que puedan expandir su mensaje. Y quienes alcanzan a escucharlos, simplemente los ignoran. El hombre no quiere creer en la verdad, no cuando no le conviene. No es capaz de creer en la desesperanza, pues iría contra su naturaleza. Por eso prefiere agachar la cabeza y seguir en la rutina que le han dado desde arriba, haciendo oídos sordos a quien viene con la verdad. Es por eso que optamos por el terrorismo, es la única forma de darle un mensaje a la gente, y a sus jefes- señaló a Dereck con su dedo índice- también: por más que traten de ocultarlo, la destrucción se avecina. Y peor que morir en el fuego solar que se abalanzará sobre nosotros será morir así como estamos, de rodillas ante unos pocos que aún se salen con la suya.
“Este tipo es un resentido” pensó Dereck, pero era en cierta forma convincente. Desvió la mirada hacia los comensales de la izquierda. Aparentaban no escuchar, excepto el hombre anglosajón, quien mantenía la misma mirada de hace unos minutos.
Con un Satnam notablemente excitado, Dereck sólo atinó a decir:
-Destruirá la esperanza de millones de personas.
-Pero les abriré los ojos. Si luego de eso saben toda la verdad, o si luego de eso me recuerdan como el hijo de puta que mató a la humanidad, es irrelevante. Ya nada cambiará el hecho de que no hay forma de escapar del Apocalipsis. Y vivirán sus últimos días de vida como corresponde: sus últimos días de vida, revelándose contra la autoridad que los mantuvo sumisos y engañados durante tanto tiempo.
-Pero los condenarás al martirio de la lluvia de meteoritos.
-¿Eso le dijeron?
El hindú accionó otro botón y activó una proyección holográfica que mostraba a la Luna despedazándose.
-Yo nunca dejo nada al azar, señor Dereck. Mis cálculos indican que la explosión será lo suficientemente fuerte para desmoronar por completo nuestro satélite. Dada la onda expansiva, los restos deberían ser atraídos por el campo magnético de la tierra hacia los polos. Siendo la mayor parte del material atraído hacia el norte. Si no impactan contra  el ártico a lo mucho llegarán a… Canadá- hizo una pausa en la que dedicó una mirada burlona a su interlocutor- y como ambos sabemos, no hay mucha gente allí que se queje ni de la lluvia ácida ni de meteoritos. El resto de los fragmentos debería desintegrarse al atravesar las capas atmosféricas.
-¿Por qué debería creerle todo eso?
-Si no cree en los cálculos de una computadora, entonces en qué creer- dicho esto, presionó un botón y la imagen tridimensional desapareció.
-No soy científico, lo reconozco, pero en verdad no sé si sea prudente fiarme de su discursito anarquista.
-Créame que lo entiendo. Debe ser difícil para alguien que le costó tanto desafiar a sus superiores para seguir una pista, guiado por su instinto. Ahora le pido que haga lo mismo…
Harto de que se ufanara de su supuesta omnipresencia, Dereck se levantó de la mesa.
-No me diga lo que tengo que hacer, y deje de fingir que me conoce. Usted no me conoce y no lo sabe todo.
-Sé que sus padres murieron trágicamente, y que lo quiera o no, eso aún lo afecta. Sobre todo porque ahora sabe que sí murieron en vano…
-¡Basta! ¡Cállese terrorista maldito!
Dicho esto lo agarró con ambas manos de su camisa, dispuesto a golpearlo. No duró más de unos instantes en esa posición, pues raudamente el hombre anglosajón llegó y lo empujó a un lado. Forcejearon unos instantes, segundos en que las extremidades de Dereck fueron progresivamente perdiendo movilidad y fuerza hasta desembocar en una sensación de decaimiento y somnolencia. Sus movimientos se hicieron cada vez más torpes hasta finalmente caer semi-inconsciente sobre su plato vacío.

Cuando volvió en sí, se encontraba en un rincón del subterráneo bajo el galpón principal. Estaba sobre un montón de cojines, aparentemente durmió cómodo.
Se incorporó como si se recuperara de una resaca. Había poca luz, pero ajustando la vista distinguió una curiosa escena. En el rincón opuesto, un hombre latino, de raza andina, rezaba ante la gastada estatua de un ídolo que Dereck desconocía. Algo en la oscuridad de la rendija que ocupaba el lugar al que correspondían los ojos, bajo un fruncido entrecejo y una amplia frente, llamaba poderosamente su atención. Le producía inquietud, pero al mismo tiempo le relajaba su confundida cabeza, de forma que pudo dejar fluir sus ideas y divagar un buen rato. Estaba a punto de sentarse a orar junto al hombre latino cuando llegó Satnam y lo hizo subir.
-Veo que le gustó la estatua- dijo Satnam.
-Es bonita, parecía de oro.
-Es el dios Inti, una deidad del pueblo quechua en Sudamérica.
Entraron a un ascensor que los llevó a la planta principal.
-Entonces si estaba drogada la comida- afirmó Dereck, aún atontado.
-Técnicamente, sí. Se trata de una enzima especial que reacciona cuando bajan los niveles de dopamina, y suben los de testosterona, y otras conocidas como “hormonas del estrés”, produciendo más dopamina y algunos analgésicos. Es una droga diseñada para sedar a la gente cuando se pone violenta, situación que tuve el acierto de prevenir. En caso contrario, no actúa.
-Que inteligente… -opinó con un evidente tono de desgano.
Ya en la superficie, y con las piernas adoloridas, tuvo que hacer un gran esfuerzo para subir la escalera que los llevaba a la plataforma desde donde observaban el cohete. Su captor lo esperó pacientemente antes de comenzar a hablar.
-Yo nunca conocí a mis padres, sabes. Mi vida fue bastante difícil. Y no obstante, llegaron a mis oídos, desde muy temprana edad, insistentes leyendas de que por mis venas corre un ancestral linaje. No les hice caso. Hasta que supe que todo esto era una gran mentira, y me volqué nuevamente en las tradiciones de mi pueblo, que en ese entonces me parecían tan lejanas…
“Soy el último heredero de la casa de los Bajyit, y como tal estoy destinado a hacer lo correcto, vale decir, acabar con el ciclo pasional y materialista del género humano. Me costó aceptar que eso era lo que tenía que hacer en un principio…. Pero bueno, aquí me tienes”.
El tono mesiánico con el que se expresaba tenía cierta humildad reconocible. Aunque a esas alturas un científico loco con aires de mesías no le hubiera molestado a Dereck. Este contempló con mucha curiosidad el cohete. Tenía conectado distintos cables y tubos a maquinas del galpón, además de tener grabado en la parte superior el símbolo del León Verde, y debajo de este, el nombre “Fawkes 1”
-La forma del propulsor es bastante curiosa- dijo Dereck- no la había visto antes.
-Es un propulsor fotónico, lo diseñé mientras trabajaba para los norteamericanos. Prometedora tecnología, lamentablemente los seres humanos no sobreviviríamos un vieja con ella. Es capaz de alcanzar un 0.2 de la velocidad de la luz. Llegará a la luna en sólo unos segundos.
-Asombroso ¿Y el nombre, “Fawkes 1”?
-Me alegra que pregunte. Es en referencia a Guy Fawkes- explicó Satnam- en el siglo XVII se hizo conocido por fraguar la llamada “conspiración de la pólvora”. La idea era volar el parlamento inglés con docenas de barriles de pólvora ocultos bajo éste. Su explosión sería un símbolo del fin del poder de la monarquía y de su iglesia, y el inicio de una nueva era de libertad religiosa. Lamentablemente lo detuvieron in fraganti y lo ejecutaron.
-¿La Luna será tu parlamento?
-Correcto.
El hindú se acercó hacia una maquina semejante a una caja fuerte. Posó su mano sobre una placa de reconocimiento de huellas, y una pequeña compuerta se abrió. De su interior extrajo un curioso control remoto y un par de gruesos lentes oscuros, similares a los usados en minería.
-Está listo. Todo es cuestión de presionar este botón.
Dereck no ocultó su incredulidad ante lo que le contaba en esta ocasión Satnam, lo cual se reflejó en su mirada. La destrucción del único satélite natural de la tierra estaba al alcance de un botón, y el fin de todas las esperanzas para la humanidad también. No comprendía que estaba esperando Satnam, parecía tan pausado y meditativo.
-Para que mi país alcanzara la independencia tuvieron que morir muchas personas, - prosiguió Satnam- la idea de la libertad hizo que se levantaran durante décadas miles de hombres que se propusieron a morir de pie antes que vivir de rodillas. Muchas no vieron su sueño realizarse. Al final, los hombres sólo somos carne de cañón, y lo único bueno de eso, es que demuestra que un ideal es independiente a los humanos, totalmente inmortal… A veces, aunque no lo sepamos, nuestra muerte puede ser el símbolo de algo, como este cohete, así que dime- le ofreció el suich con su mano izquierda- ¿soy tan malo como te dijeron?
Dereck no supo qué decir. Estaba sumamente confundido, al igual que cansado, y ya no sabía qué pensar, ni siquiera qué hacer. En unas pocas horas había visto como todo en lo que creía se derrumbaba, y ahora este tipo le ofrecía tomar una decisión por toda la raza humana. No sabía si jugaba con él, o si en verdad buscaba un nuevo adepto.
-Da lo mismo lo que pase, en un tiempo más ni usted, ni yo, ni nadie quedará con vida, sin importar lo que hagamos- insistió el hindú, y puso el control en sus manos-. Los eventos seguirán el curso que conocemos. Lo que sí, podemos escoger cómo será nuestra muerte…
Se escuchó un lejano sonido de helicópteros que los distrajo de su coloquio. Sorpresivamente, los cristales del complejo se rompieron, y junto con la lluvia de cristales llegaron docenas de comandos armados que en pocos minutos se tomaron el edificio por completo. Uno de ellos estaba justo arriba de sus cabezas, descendió raudamente en una cuerda, y disparó a quemarropa contra Satnam. El científico hindú cayó muerto contra el piso de metal. Luego, el solado ascendió tan rápido como llegó por su cuerda, y otro comando se abalanzó contra el sorprendido Dereck, aplastándolo contra el piso, a unos centímetros del desangrado cuerpo de Satnam y con el control aún en su mano. A punta de pistola comenzó a interrogarlo. Débil como estaba, casi por inercia fue que el agente norteamericano alzo la voz para defenderse:
-¡Mi nombre es Richard Upton Dereck! Soy agente de la CIA ¡No dispare!
Un resplandor rojo proveniente de un dispositivo en la cabeza del comando comenzó a recorrer su rostro.
-Vine en misión secreta a espiar este complejo, me tienen secuestrado desde hace horas, ¡suélteme ya!
“¡Silencio o disparo!” fue la categórica respuesta del soldado.
Aún desde la incómoda posición en que estaba, pudo distinguir como los comandos masacraban uno por uno a todos los hombres de Satnam que salían armados desde el subterráneo a defenderse. Todos fueron neutralizados como moscas en sólo unos segundos. La única excepción fue el hombre anglosajón, que salió de sorpresa con un lanzallamas que disparó sin piedad contra los invasores. Acción que realizó con una expresión de locura en el rostro que quedaría grabada en la retina de Dereck.
El soldado que tenía reducido a Dereck llevó su mano derecha al aparato en su oreja, mientras seguía apuntando a Dereck con la ametralladora en la mano izquierda. Al parecer recibía órdenes importantes. Lo siguiente que hizo fue poner el altavoz.
-“¿Dereck, eres tú?”- escuchó emitir difusamente al aparato.
-Brezshnev…
-“Dereck, cualquier cosa que te haya contado este hombre es mentira”.
- …Tú eres quien me ha mentido todo este tiempo, maldito imbécil- dicho esto escupió una tanda de sangre por la boca. El golpe del comando le había abierto ciertas heridas de la boca que le dejaran de la golpiza anterior los hombres de Satnam.
-“Dereck, hablaremos esto en la central. Tienes que entender que todo esto lo hicimos para darle un regalo a la humanidad: la vida. ¡Extendimos en diez años más su vida!”
-Diez años más, diez años menos… qué diferencia hay.
Dicho esto, presionó el botón del control. Una alarma sonó. Una compuerta en el techo, sobre el cohete, se abrió, y antes de que se dieran cuenta, el galpón entero se inundó de luz cegándolos a todos.

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