Pueblo de indígenas
Con un estremeciendo en el alma que nunca antes había
sentido, he visto la verdad. Con una acongojada consciencia he buscado el origen
hiperbóreo de nuestra raza. Presencié con rabia e impotencia y, por supuesto,
desilusión, tanto la matanza del seguro obrero, donde cayeron tantos de
nuestros camaradas nacionalsocialistas, como el hundimiento del Tercer Reich.
Hoy nada de eso me acongoja. Sé mucho más que antes, mi experiencia me ha
calmado mis tribulaciones y me ha abierto los ojos a un nuevo mundo. Uno que no
se rige por las ilusiones y golems judaicos, ni se cree las fachadas que dejó
el avatara de nuestro Führer poco antes de ascender. De
literalmente ascender.
En los pueblos de América del sur he visto la huella de
nuestros fundadores arios. De los viajeros vikingos, hiperbóreos y reyes arios
que fundaron todas las grandes civilizaciones conocidas. En sus inicios, como
todos, me avergonzaba el saber que desciendo, al igual que mis compatriotas, de
unos indios descalzos, negros y primitivos. Hoy sé que no podía estar más
equivocado. Me aferro a mi sangre visigoda
(goda, viene de la palabra “Dios”) y a mi sangre araucana con la misma
fuerza. Como diría nuestro ilustre genio médico, don Nicolás Palacios, esa es
la mezcla de sangre que desembocó en esta raza sin igual.
Araucanos y germanos tenemos mucho en común. Para empezar,
las dos razas descendemos del mítico rey marino Frisón, originario de la isla
Thule. De ahí que ambas razas sean de fieros y nobles guerreros. Adoren el
árbol y el bosque, y lleven siempre consigo a sacerdotes-magos con sus
ejércitos para leer el devenir de la batalla en las estrellas. Sin mencionar,
varias semejanzas idiomáticas.
En mis viajes a la zona mapuche en el sur de Chile, he
compartido ceremonias con Lonkos y Machis. Estos últimos que convidaron de unas
hierbas ceremoniales que expandieron mi percepción de la realidad. Entre
cánticos y el calor de la hoguera de la ruka, abro mis ojos por vez primea.
Mi alma y mi mundo se desdoblan. Veo hacia atrás con
claridad cuando se fundó esta tierra. Veo la zona oriente del sagrado río Mapocho,
en ese entonces un pueblo de indios, cuando
se instalaron nuestros valientes guerreros araucanos. Diviso al cacique
Vitacura esconder sus más de ochocientos kilos de oro de los españoles, traídos
por el judío Cristobal Colón a América, bajo una Piedra Grande del mismo nombre que el cacique. El oro es una
ofrenda para el gigante, el Apu, protector y señor encarnado en el cerro El
Plomo. De esa piedra florecería una gran ciudad en esas tierras de araucanos.
Usualmente se le ofrece como ofrenda selectas hojas de coca,
como las que he consumido, pero el oro tiene propiedades mágicas mucho más
poderosas (de ahí el verdadero interés de los españoles en América).
La zona sería conocida como Apuquindo, en honor al mítico
cacique al que diera muerte doña Inés de Suárez, el día del dios Marte once de
septiembre de hace tantos siglos. Consumación final del ritual que permitiría
al dios blanco Viracocha la edificación de la magnífica ciudad.
Veo con claridad lo que parece ser un paraíso de nuestros
héroes nórdicos. Es el Valhalla al que todos los iluminados aspiramos ir. Un
mundo ideal donde el tiempo se convierte en espacio, como en el bosque del
castillo de Montsalvat. El pasado y el futuro pierden importancia. Es una tierra
esplendorosa, guarnecida por los gigantes de la cordillera. Todo es limpieza y
pulcritud. Los edificios son altos y magníficos. Hay torres de cristal que se
interconectan entre sí con puentes y pasillos suspendidos, también de cristal.
Algunas incluso brillan. Reflejan toda la luz del dios Inti.
La noche también se ve iluminada por majestuosas pérgolas, árboles
envueltos en luces y fuentes que expelen agua y luz. Estas también refrescan el
mágico ambiente en verano, junto con el indomable Mapocho. Y en invierno nieva,
como en los países nórdicos.
Los habitantes de éste paraíso son dignos herederos de los
altivos príncipes incas e invencibles guerreros mapuches que habitaron el valle
en sus inicios. Su raza es idéntica a esta etnia de indígenas australes
extintas en mi tiempo humano: altos, rubios y de ojos azules. Sabios y fuertes
especímenes merecedores de habitar esta majestuosa ciudad. Cada uno con una
espaciosa e iluminada residencia, como se merecen. Los verdes y amplios parques
abundan, al igual que la comida. No hay basura, ésta se recicla, y el
conocimiento está al alcance de la mano. El lugar ideal para cultivar el
espíritu, la mente y el cuerpo.
Los cóndores también abundan y vuelan majestuosos y dignos
por los cielos de esta tierra. Sus habitantes los montan, y muchos de ellos
vuelan grandes distancias arriba de sus lomos como los antiguos príncipes incas,
de forma que recorren en cosa de minutos la larga y mágica franja de tierra que
gobiernan: el Reyno de Chile. Es por eso que esta ciudad también tiene el
nombre de Lugar de Cóndores, en mapudungun, Manquehue. Hacia el final de la
Recta Providencia veo al Rey de los Cóndores, el Apumanque.
Pero no puede existir el sueño sin la pesadilla. En las
tierras de Apuquindo habita esta raza superior, que reina por sobre las demás
razas inferiores, depravadas y débiles de los alrededores. Esta misma
subespecie amenaza con corromper la pureza de la sangre y la alta cultura de
esta raza. Estúpidamente regios especímenes nórdicos se atreven a mezclar su
sangre con estos bajos, morenos y débiles subhumanos. Lo veo en las tierras del
cacique Huechuraba, donde los arios viven prácticamente al lado del hoyo de la
perdición en que pululan estas subespecies. Honran a ídolos falsos como la
Pincoya, otro golem judaico que trae perdición y ruina a los hombres
esforzados. Sólo la raza aria ha comprendido el verdadero valor del trabajo,
honesto y duro; en contraste con los usureros judíos, que inflan la economía, y
promueven la cultura del consumismo y de la deuda entre las ineptas sub
especies. Mezclarse con sus costumbres y estirpes lleva a los nórdicos
inevitablemente a su caída. Así siempre ha ocurrido a lo largo de la historia.
La mezcla de razas en el pasado nos ha llevado al caos que conocemos
actualmente.
Estos son sólo algunos de los peligros que hoy afronta
nuestra raza sin igual.
Al final triunfa la raza aria. Siempre ha sido así, desde
el principio.
Sieg Heil!
Herr Miguel
Serrano, año 65 de la era Hitleriana.
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Este cuento está basada en la cosmovisión e ideología de Miguel Serrano (1917-2009). Chileno, embajador, y escritor nazi. La mayoría de sus ideas son poco conocidas, precisamente por lo extravagante que pueden ser. Pero su retorcida visión de la historia, más su aprecio por las religiones indígenas de América me sirvieron de inspiración para escribir esto. La idea surgió, más precisamente, cuando vi en un paradero de Vitacura el origen etimológico de las palabras "Vitacura, Manquehue y Mapocho"
Se las dejo, más algunas otras palabras de orígen indígena:
En el sector
del río Mapocho al oriente, hasta las vertientes de la cordillera, existían
varios asentamientos indígenas independientes entre sí y regidos cada uno por
un cacique.
De hecho,
los nombres de las comunas, avenidas y calles se conservan desde entonces. Como
los de los caciques Vitacura y Huechuraba.
Vitacura: “Piedra
grande”
Cacique que vivió en paz con la llegada de los españoles, pero
finalmente estos
Lo mataron. Se rumorea que escondió el oro en la comuna del mismo
nombre.
Él era el principal comarca de las haciendas de La Dehesa y Las Condes.
Le
Enviaba oro a los incas (los huilliches se rendían, no así las demás
tribus
Mapuches) hasta que llegaron los españoles.
Apoquindo: Apu k'intu, “Ramillete de hojas de coca selectas
para el supremo (APU)”
Cuenca y asentamiento prehisánico posteriormente conocido como “Pueblo
de
Indios Apoquindo” Hoy es un cerro, y un barrio.
Según la leyenda urbana, era el nombre de un cacique a quien dio muerte
Inés
De Suaréz para el 11 de sep. De 1541.
Apumanque: Rey de los cóndores (centro comercial)
Manquehue: Lugar de cóndores (Cerro, el más alto
del valle de Santiago, a sus pies corre el
Mapocho)
Mapocho: “agua que se pierde en la tierra”
Apu: señor
Huechuraba: lugar de la greda. También era el
nombre del Cacique que habitaba la zona a la llegada de Valdivia.
Cerro El Plomo: Fue nombrado Apu (quechua: Guardián) por los Incas, y en sus laderas se
han encontrado diversos restos que dan cuenta de su importancia como centro
ceremonial. El hallazgo más importante, es la momia de un niño de 9 años, encontrada el 1º de
febrero de 1954; el niño habría sido sacrificado para transformar al cerro en
un lugar sagrado
Viracocha al
igual que otras deidades, fue nómada y tenía un compañero alado, el pájaro Inti, una especie de pájaro mago, conocedor de la
actualidad y del futuro, representado en mitos orales como un picaflor de alas
de oro (Quri qinqi).
Se da al
dios todopoderoso la facultad de dirigir la construcción de todo lo visible e
invisible.
En los mitos orales se revela a Huiracocha (Viracocha)
como un sabio gobernante de la época de Caral el cual dio las leyes de la
economía de la retribución (trueque, sistema de distribución del trabajo) como
también del Ayllu o gran unidad familiar andina. Este Viracocha luego
ascendió a la categoría divina, al igual que todos los grandes gobernantes
preincas e incas.
En el antiguo Cuzco, se le dio gran importancia por ser "el que envió a Manco Cápac y Mama Ocllo a fundar una ciudad".
Y para rematar, el origen de los nombres de cada una de las comunas del Gran Santiago:
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