miércoles, 19 de octubre de 2011

La sombra de fuego de Alberto Rojas


 

Me encantó el libro. El argumento quizás era rebuscado, pero bien llevado, y de hecho exagerado en su propia inverosimilitud por sus educados personajes del siglo XIX.
Ya quiero que exista una película.
Este libro encantaría bastante en Perú, sobre todo luego de la gran ofensa como fue tomada la novela gráfica 1899. Aquí Grau es el capitán de un submarino, convirtiendo a este Caballero de los Mares en un auténtico Capitán Nemo que hundía buques chilenos, en lugar de un veterano cyborg. Perú y Bolivia van ganando la guerra (al menos en sus inicios) y no son bombardeados y anexados a Chile como en 1899.
El hecho de que existan rupturas espacio temporales tan abundantes y que conecten con la infinidad de universos paralelos que, dicho sea de paso, en literatura chilena se traducen en ucronías, sólo me lleva a una pregunta: ¿Se supone que desde nuestros mundo sólo podemos salir y por eso nunca nos llega nada (por lo que sé…)? Porque a esos universos es a donde van a parar estos elementos y personajes de distintas eras y mundos, como en una especie de mezcladora espacio-temporal.
Pero el final me encantó. Incluso en este Chile de ucronía steampunk Bello termina convirtiéndose en leyenda gracias al montaje que elabora el hábil político abierto de mente Aníbal Pinto.
Y Bello termina convirtiéndose en una suerte de Doctor Who barbudo con una nave del siglo XXII, siempre siguiendo la neblina verde-plateada y visitando distintos mundos.
Uno donde Chile fue colonizado por ingleses (¡Hurrra!)
Otro donde España derrotó a Inglaterra (¡Buuuu!)
Y otro donde Sudamérica fue conquistada por los chinos (gracias, Almirante Zeng)
Dicho sea de paso, la idea de que el sur de Chile fuera colonizado por chinos en lugar de alemanes como en el libro, pues... no se, prefiero los alemanes. Los chinos fueron vitales en esta guerra alternativa, pero llámenme conservador, Valdivia, Puerto Montt, todas esas tierras lucen mejores con europeos poblándolas.
Y como dejar de mencionar a la estatua de simio del Olimpo, proveniente de un mundo donde “El señor no escogió a Dios para poblar su paraíso…” (Quedé marcando ocupado con esta magnífica seudo-referencia y ucronía planteada… y de hecho ya desarrollada. Incluso le dediqué un comentario al Planeta de los Simios, si recuerdan).
Lo que sí, el libro tiene varias partes que ya había leído en la antología Chil3: Relación del Reyno, en cuentos como 1914: Sánchez-Besa, era cuestión de reemplazar la palabra Chiloé por Isla Mancena, y Karlf Flach por Sergio Gutiérrez (En cuanto vuelva a ver a Alberto Rojas, le preguntaré de donde sacó la idea para este último, ¿acaso existió un científico o personaje con este nombre?) Incluso mencionan al submarino Leviatán, con la misma forma que también describe el libro. Pero fue en Alucinaciones TXT, donde se encuentran fragmentos casi fotocopiados de este libro. Como el mismo Rojas reconoció, aquí partió la idea de la novela, y de hecho los dos primeros capítulos son el mismo cuento que sale en la antología que acabo de mencionar. Al menos se nota que se dio el trabajo de reescribirlo, cambiando algunas frases y redacciones y por sobre todo el final del “segundo” capítulo (final del cuento en la antología), donde el asenso de Bello a líder del ejército de aire de Chile se deja para más adelante.
Es un libro con muchos capítulos, por cierto, más de 60. Yo le haría la siguiente modificación: El penúltimo capítulo lo convertiría en el último, en el que Alejandro escapa y se pierde de nuevo en la neblina y Pinto acuerda que lo declararan desaparecido en un ejercicio aéreo. Y el siguiente capítulo lo dejaría como epílogo, quedaría mejor así si me lo preguntan, pues se basa 28 años después de lo relatado en este universo. Por cierto, este final-final me recordó un poco al de 1899, donde el protagonista también viaja en el tiempo para reencontrarse con su amada y crea un universo distintos donde puedan estar juntos. Y hablando de referencias, la imagen que tengo del “Tren aéreo de Santiago” me recuerda inmediatamente a los trenes de Metahulla de Nelson y Daniel. ¿Referencias? Qué más da, ya se que a mi me gusta buscarle la quinta pata al gato.
Pero algo que todos concordarán es imperdonable son las faltas ortográficas que hay a lo largo del libro. Termine anotándolas en un papelito amarillo que guardé en el libro. Para la próxima edición ya no deberían estar.
Pero insisto, este libro tiene el potencial de estar en el raking de los más vendidos junto a 1899, sólo es cuestión de darle un lanzamiento más grande como se dará en la feria del libro y publicitarlo un poco más.
Esas son mis opiniones de esta lectura. La única que he hecho por hobbie en medio de un año escolar (novela, por cierto). Bastante ameno y fácil de leer como para postergarlo. Valieron la pena las 466 páginas, quizás los momentos románticos con la novia de Bello, Isidoro, podían tornarse un poco latosos, pero, que diablos, así era en el siglo XIX.
Alberto Rojas pasó con esta novela de la fantasía épica a la ucronía steampunk (ciencia ficción) ahora espero verlo sacar en algún minuto una novela de la pasión que tenía de pequeño: La ciencia ficción más clásica, hard, space opera, etc.