viernes, 29 de enero de 2010

La luz

La luz

Ucronía: el conflicto Beagle desencadenó una guerra entre Chile y Argentina. La guerra ha bombardeado fuertemente ambos países, comunidades urbanas han sido destruidas o incluso arrasadas, las invasiones son recíprocas, pero ninguna progresa, ambas fuerzas militares dan signos de ser impenetrables entre sí. En Chile los militares se han apoderado de las calles, todo es un caos, incluso ellos se muestran desesperados, lo reconozcan o no, cuando no están en el frente de batalla descargan su frustración contra el pueblo, el cual esperaba que la violencia (tan caprichosa) por parte de los uniformados ya había quedado atrás desde los primeros años del régimen.
Tanto Chile como Argentina buscó soluciones en el extranjero, trajeron armas, tácticas, expertos en ciencias balísticas y logísticas, no obstante Argentina llevó siempre la ventaja en el ámbito científico, expertos mundiales les ofrecieron un plan de aniquilación total y masiva que los convertiría en los triunfadores absolutos, trajeron la ciencia más avanzada conocida para una operación que significaría la masacre mas cruenta y grande en la historia. Aprovechando el poder de la tierra activaron la cadena de volcanes de la cordillera lo cual acabó con Chile, indujeron una actividad volcánica nunca antes vista por los chilenos, estos monstruos liberaron todo su poder, erupciones volcánicas de magma y material piroclástico redujeron a lo que alguna vez fue Chile a un montón de cenizas, uno solo bastó para destruir la capital, la cordillera que protegía y acompañaba a Chile desde el principio de los tiempos, se reveló y se arrojó contra él.
Bombas ubicadas en lugares estratégicos activaron cuatro volcanes selectos por su potencial destructivo, instalaron estos y otros equipos en ambos lados de la cordillera, con una precisión tal de modo que la fuerza volcánica no se expandiera hacia el este. Los militares chilenos ya habían rastreado la presencia de científicos y vulcanólogos extranjeros y argentinos en su territorio, cuando pensaban que ya habían visto lo peor de la guerra los bombardeos nunca se compararon con una fuerza inimaginable contra la que no pudieron hacer nada, jamás sospecharon de un plan tan atroz y que los golpeó tan desprevenidos, no tuvieron ni tiempo para pensar en alguna operación de evacuación, sólo aquellos que no miraron atrás tuvieron una oportunidad de escapar.
Santiago está bajo lava y una espesa nube de contaminación, las ruinas de una ciudad bombardeada ahora están desintegradas, el aire es irrespirable, hay pocos sobrevivientes que se mueven en medio de toda esta desgracia, la mayoría muere por los gases tóxicos o sucumbiendo ante la lava.
Las comunidades que se forman son pequeñas y están incomunicadas unas con otras, sólo se pueden mover por cerros y lugares altos y con mascarillas de gas, o entregar su vida a la impía lava que convertía a Santiago en una suerte de Venecia, algún sector de Hawai o simplemente un Chaitén a mayor escala. Todos están asustados y confundidos, no saben que hacer, la comida no les durará mucho.



Una noche cuando se creía que a pesar del infierno en que vivían podrían gozar de un poco de paz, mientras dormían entre asientos de autos desmembrados o montones de periódicos en el rincón de algún edificio, se distinguía afuera una cegante luz en medio de la noche que bloqueó incluso el ruido y brillo del incesante volcán, pensaron que sería un nuevo ataque argentino, aun así no supieron hacer nada más que paralizarse, por miedo u asombro y extasiarse de esa entidad pura que surgió de la nada a deleitarlos unos dulces diez segundos, reino el silencio, nadie tuvo las agallas de siquiera preguntar ¿qué demonios fue eso? En ausencia de esto, una madre gritó como si su vida dependiera de ello, acudieron a auxiliarla, su hijo había desaparecido, cuando se disponían a dormir en una habitación más apartada del resto del grupo, algo o alguien esfumó del inmueble la existencia del pequeño, al abrir la puerta lo único que encontraron fue a la mujer derrumbada en el piso y llorando la perdida de su hijo, varios culparon la misteriosa desaparición a la luz.
No fue la única, hubo más, medio grupo desapareció por ellas, la luz surgía de la nada en los lugares más al azar cuando menos lo esperaban, a cualquier hora, de todos modos la contaminación bloqueaba la luz del sol, fue acuerdo general que estaba prohibido que la gente se perdiera de vista, pasó una semana y creyeron que resultaba, pero en lo que alguna vez fue el cerro Santa Lucía un grupo de tres personas presenció la aparición de la luz justo sobre sus cabezas y la desaparición de uno de ellos. Todos sabían lo que pasaba, pero nadie decía nada, todos evadían la verdad y no proponían nada más inteligente que salir lo menos posible del edificio, no obstante secuestraron a un niño al interior de este, por lo que el plan no valía nada… en su desesperación, el pequeño grupo de 7 sobrevivientes se decidieron a huir de Santiago hacia la costa, como todos lo habían hecho, ríos de lava se cruzaban en su camino y las pocas estructuras que quedaban en pie estaban por colapsar, los caminos no eran seguros, estas y otras razones fueron las que los motivaron a aguardar en medio de las ruinas, Santiago, o lo que quedaba de él, era una trampa mortal, esta vez tenían que encontrar un camino si o si, esa fue la resolución que movió a estos espantados sobrevivientes de una de las peores guerras de la historia. Cuando su Odisea por el infierno ya los tenía fatigados, con sus incómodas mascarillas moviéndose por terrenos y caminos tan estrechos como mortales del cielo se disparó un columna de luz a kilómetros de ellos, no obstante poco después descendieron más en distintas direcciones, luego empezaron a moverse, una de ellas se acercaba, un miedo más poderoso que cualquiera que hubieran sufrido en la guerra los hizo correr, correr y correr… al final cuatro llegaron hasta una pared derrumbada que les daba acceso directo a un estacionamiento subterráneo, bajaron dos niveles y se escondieron allí por horas.
En ese lugar no había mucho oxígeno y se vieron obligados a subir al primer piso, siempre protegidos por el desmoronado edificio, a un par de metros bajo tierra se esforzaron por acurrucarse entre los restos, al recuperar su rutina de sobrevivientes tratando de dormir donde fuera, nuevamente se sintieron a gusto, su natural sentido de normalidad los hizo adaptarse, como siempre…
Ya sabían que no podían estar ahí por siempre, hace días que no comían, uno de ellos había muerto en el camino y otro creyó divisar un proyectil sin detonar en las entrañas del edificio. Sin nadie que aportara ideas simplemente, se acostaron, se acomodaron y no hicieron nada. Esto fue interrumpido por un lento y potente martilleo, a juzgar por la intensidad provenía de una maquinaria colosal, hubo un valiente que se aventuró a subir a la calle, no distinguió nada, el sonido parecía venir de todas partes, apenas al subir un par de pisos distinguió a lo lejos algo semejante a maquinaria capaz de emitir ese ruido, cuando trató de observar más detalles algo, una columna volvió a bajar a pocos kilómetros, creyó que era por él, corrió a esconderse.

-Anteriormente los marcianos se preocupaban de no ser vistos, a estas alturas en que no importa nada, en que todo se fue al diablo están bien confiados… escúchalos, trabajan sin problemas, hacen lo que se les antoja.
El concejal tenía razón, ya habían soportado ese incesante y lejano martilleo por dos noches, siempre escondidos.
-Qué vamos a hacer… el Ejército tiene que hacer algo.- reclamó la señora Nieves
-Si, claro… son un montón de déspotas, hace harto que abandonaron el país, no les interesa que sea de nosotros, no me extrañaría que Pinochet esté viviendo en un cómodo departamento en Buenos Aires, que ya se hayan rendido ante los argentinos y la mitad del ejercito esté con todos los privilegios en Mendoza… ¡destruyeron al país! Para los argentinos, Chile era un delgaducho valle al que tenían un montón de gigantescos cañones apuntándole, y ellos, más listos que nosotros, supieron activarlos.-dijo Hugo Hernández
-Puede pasar cualquier cosa, -declamó el señor Herrera- hace harto que no hemos sabido nada, es mas, el gobierno guardó silencio sobre la situación del país mucho antes del ataque volcánico…
-¡Cuál gobierno, cuál país! Mira a tu alrededor, no queda nada, destruyeron todo, Chile ya no existe y conociendo a los chilenos pasaran doscientos años para que siquiera pongan un monolito “Aquí alguna vez estuvo Chile” ¡que posibilidad hay de que lo reconstruyan!
Hugo siempre fue el negativo del grupo, como prisionero político había sufrido bastante y gracias a los constantes bombardeos e invasiones logró fugarse en medio del caos del campo de concentración
-A lo que me refiero es que… supe que, los argentinos no calcularon todo bien, -dijo Herrera- creo que dos volcanes explotaron en su cordillera y uno de ellos emitió tanta contaminación que sus cielos… es más, oí que la explosión de uno acabó a casi todas las tropas argentinas.
-No creo, yo oí que sus tropas ya se instalaron en Valparaíso.-Concejal Martínez
-Por Dios, ustedes solo saben hablar del pasado, -dijo la joven Claudia, la única universitaria del grupo, al estudiar medicina siempre les fue útil, era inteligente, pero se quedó en Santiago para llevarse a su padre, el señor Herrera- nadie reconoce lo que esta pasando, nadie dice las cosas por su nombre, ¡estamos ante una invasión extraterrestre, señores! nos han raptado, plagiado, secuestrado, díganle como quieran, pero hemos sido demasiado sumisos desde que llegaron los milicos y eso es lo único que importa, tenemos que dejar de quedarnos de brazos cruzados, de pensar que nada está pasando y no esperar que alguien llegue a salvarnos ¡nosotros tenemos que actuar!
-shuuu… escuchen.
-… ¿Qué?
-Los martilleos.
-A veces son más rápidos, a veces más lentos, qué importa no significa nada.
-Si, pero fíjate, parece que ahora golpean otro material.
Tenían razón, el eco que escucharon era más puro, de un material trabajado
-¿Y? apuesto que no pasará nada
-Ahora me toca a mí salir
Salieron, esta vez los cuatro, antes de que pudieran ubicar un lugar más alto para tratar de distinguir algo nuevamente, cayeron del cielo las columnas de luz, no docenas, cientos, miles, lo cubrieron todo, corrieron a esconderse a su hoyo, los cuatro, patéticamente abrazados… su mundo llegó a ser solo esa luz…

Un ser, una persona fue todo lo que quedó, reducida y aterrada esta criatura, sola y sin nadie, se apachurró en un rincón, lo único que sabía era que el martilleo continuaba y un temor de que la luz se lo llevara lo dominaba y dejaba impotente ante cualquier cosa.
Finalmente, el martilleo cesó, pasaron unos instantes de un silencio aterrador, luego otro eco, no de un martilleo, de una pisada, la pisada de un ser inconmensurable, luego la otra, la otra, la otra… con la misma constancia que el martilleo, pero se movía y se estaba acercando precisamente a él, su temor se hizo realidad, pero fue mucho peor de lo que patrocinaba, se acercaba, cada vez más grande, fuerte, potente. El miedo lo tenía acabado, finalmente, una fuerza proveniente de su interior más primitivo movió su cuerpo, como si estuviera poseído se movió, ya sin saber si era una pesadilla lo que lo rodeaba, corrió hasta el interior del edificio donde estaba el proyectil, se tropezó dos veces, se rasgó la piel y llegó con un suplicio físico opacado por un estado mental desconcertante, ni supo el camino que había tomado, de algún modo estaba ante un precipicio de seis pisos hacia el proyectil, de algún modo recorrió todo eso en poco tiempo, pero aún así la cercanía del ente era tal que creyó distinguir su respiración, con un fierro, desprendido de una viga que agarró en medio del camino, lo sostuvo con ambas manos y se lanzó contra el arma…

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