Ya acostumbrados a un cine que recicla,
tergiversa, y “actualiza” periodos históricos y narraciones clásicas con el
noble fin de producir una película entretenida para el exigente público actual,
sumándole una patente escasez de ideas a los guionistas, nos llega a las salas de cine la secuela de un
totalmente “Renovado” Sherlock.
Se supone que el personaje del detective
inspiró al conocido Dr. House. Hoy cualquiera diría lo contrario, que este
excéntrico y genial detective esta inspirado en House, y de paso en Sheldon
Cooper de The Big Bang Theory. Y que su talento de deducción y razonamiento
llegan a tal extremo que su habilidad para adelantarse al futuro unos segundos
llevan a recordar a los poderes de Nicolas Cage en Next.
Al igual que en Batman: The Dark Knight, los productores
se guardaron al más letal de los Némesis del protagonista para la segunda parte
de esta nueva saga. Así, nos presentan a un ahora no tan enigmático Profesor
Moriarty, en comparación con el que pudimos apreciar en escasas escenas y sin
revelar su rostro en la primera entrega.
Respetando la idea original, es un genio
matemático, amoral, pero prestigioso, además de ser el líder de una
omnipresente red criminal. Pero claro, los tiempos han cambiado y se le tuvo
que agregar a su currículo el de “Campeón de boxeo”.
¿Y que pretende hacer con su red criminal en
esta ocasión? Ni más ni menos que
prepararse económicamente para lucrar con la inevitable Primera Guerra Mundial,
a lo Oskar Schindler, sólo que él con su inteligencia y agentes se da el lujo
de adelantarla.
La misma historia ya la habíamos visto antes,
en la versión cinematográfica de la Liga Extraordinaria.
Ambas películas abusan del contexto de Paz Armada que reinaba en la Europa de fines de siglo
XIX, cuando el continente se volvía cada vez más chico para los crecientes
imperios industrializados. Y claro, se aprovechan de la situación para
mostrarnos armas automáticas, bien anacrónicas (La liga Extraordinaria es
derechamente Steam-Punk, y en cuanto a Sherlock Holmes era necesario agregarle
ciertos aderezos de elementos retrofuturistas para terminar de adosar esta
nueva versión del personaje).
Ahora alguien descuidado perfectamente podría
creer que Moriarty si tuvo algo que ver en la Primera Guerra Mundial, capaz
que lo crea el líder la organización Mano Negra que mató al Archiduque, porqué
no.
Tomando en cuenta esta trama repetida, las
sobrecargadas secuencias de acción, y la naturaleza de incluir, de forma
adaptada por supuesto, las tramas más clásicas de los relatos antiguos, el
desenlace de la historia se vuelve un tanto predecible, en total contradicción
con el hecho de que, se supone, estamos ante una compleja trama hilada por dos
inigualables mentes brillantes.
No hay un gran misterio que descifrar como en
la película anterior, aquí sólo se trata de seguirle los pasos por Europa al
villano de turno.
Conservando el personaje del hermano de nuestro
detective, Mycroft Holmes, con sus habilidades deductivas y políticas, desde el
momento en que nos anuncia de la decisiva conferencia de paz en Suiza, por
ejemplo, sabemos que el final de la película honrara a la muerte que intentó
darle sir Arthur Conan Doyle en las cataratas Reichenbach, enfrentamiento final
en el que también cae Moriarty (en ambos sentidos de la palabra).
Y claro, si Sir Arthur terminó resucitando a su
personaje luego de esa tragedia por el insistente pedido del público, para esta
película se volvía imprescindible que volviera de la muerte este hiperquinético
Holmes. Con un elemento sutil, un aparato de oxígeno, pero deja sueltos ciertos
clavos sueltos que ni el mismo Moriarty pudo resolver (¿Cómo demonios
sobrevivir a una caída de cien metros de altura con el agua a temperaturas
bajísimas? Sin saber mucho de física yo diría que el impacto es suficiente para
romperle los huesos a ambos).
Tomando en cuenta eso, lo más probable es que
Irene también resucite para la próxima entrega, después de todo, sólo la vimos
desfallecer supuestamente por “Tuberculosis”. Pero jamás la mostraron muerta.
A pesar del reformateo casi total, se incluyen
varias referencias a la mitología de las novelas originales, como el libro de
física de asteroides de Moriarty, entre otras.
Viendo los personajes, vemos a un Holmes
hermano bien apegado a la descripción física y sicológica de los libros, buena
elección Stephen Fry. Pero luego vemos una razón más de fondo para escogerlo a
él, y es que siendo homosexual en la realidad, no le sería difícil encarnar a
este nuevo Mycroft gay.
Stephen Fry es conocido por ser un asumido y
orgullo defensor de los derechos homosexuales, su agudo cinismo y humor típico
británico, además de ser ex miembro del partido laborista en gran bretaña,
historia personal casi calcada para su personaje en V de Venganza, y también
para el biopic de Oscar Wilde.
Volviendo a la película, el Mycroft que nos
muestra junto con ser un animal político, genio y liberal (que se pasea desnudo
sin problemas con invitadas en su casa), desarrolla un estilo de homosexualidad
inspirado un tanto en el estilo griego, pues como el le dijo a la esposa de
Watson “Usted es una gran persona, entiendo porqué Watson escogió a alguien de
su… sexo.”
Al parecer su inteligencia es tal que considera
indigno para un hombre de su altura compartir la cama con una mujer, ser débil
e inferior. Tendencias a las que ya no nos extrañaría sea incluido su hermano
Sherlock.
Las insinuaciones que hace el mismo personaje protagónico
a lo largo del film, más allá de lo cómico, rayan en lo obvio, y el director se
lo toma en serio. Una vez que Moriarty mata a su novia, Irene, su relación con
Watson, quien esta a punto de casarse, es todo lo que le queda. Su amistad con el
doctor parece ir más allá de la camaradería, y sus celos por su boda pueden ser
síntoma de un interés romántico oculto por su compañero. Y el bueno de Sherlock
se conforma con compartir con él todas las adrenalínicas aventuras que puede.
Los genios siempre son más liberales, eso es un
hecho. Pero esta nueva película de Holmes es, a mi parecer al menos,
innecesariamente gay.
Si era por hacer algo que se saliera del
esquema al que estamos acostumbrados, se pudo tratar más a fondo la adicción de
Holmes a las drogas, hecho que queda en una simple y olvidada mención en la
primera película. Así, en lugar de desarrollar algo que efectivamente ocurrió
en los libros el director optó por otra vía.
Escenas de emotividad que daban para más, como
cuando Sherlock se deshace del pañuelo de su difunta novia, o cuando reconoce
ante la gitana que observarlo todo “es su maldición” se pierden en medio de
tantas agitadas secuencias de acción y flashbacks que no dan descanso al
espectador.
Aunque si algo salva sin duda alguna, es el
talento de Robert Downey Jr. Como actor.
Por lo demás, esta película se queda atrás en
relación a su predecesora.
(Si, se le queda un pie atrás).
RESEÑA TAMBIÉN DISPONIBLE EN:
http://www.ciencia-ficcion.com/limites/lm0463.htm
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