Me encantó el libro. El argumento quizás era rebuscado, pero bien llevado, y de hecho exagerado en su propia inverosimilitud por sus educados personajes del siglo XIX.
Ya quiero que exista una película.
Este libro encantaría bastante en Perú, sobre
todo luego de la gran ofensa como fue tomada la novela gráfica 1899. Aquí Grau
es el capitán de un submarino, convirtiendo a este Caballero de los Mares en un
auténtico Capitán Nemo que hundía buques chilenos, en lugar de un veterano
cyborg. Perú y Bolivia van ganando la guerra (al menos en sus inicios) y no son
bombardeados y anexados a Chile como en 1899.
El hecho de que existan rupturas espacio
temporales tan abundantes y que conecten con la infinidad de universos
paralelos que, dicho sea de paso, en literatura chilena se traducen en
ucronías, sólo me lleva a una pregunta: ¿Se supone que desde nuestros mundo
sólo podemos salir y por eso nunca nos llega nada (por lo que sé…)? Porque a
esos universos es a donde van a parar estos elementos y personajes de distintas
eras y mundos, como en una especie de mezcladora espacio-temporal.
Pero el final me encantó. Incluso en este Chile
de ucronía steampunk Bello termina convirtiéndose en leyenda gracias al montaje
que elabora el hábil político abierto de mente Aníbal Pinto.
Y Bello termina convirtiéndose en una suerte de
Doctor Who barbudo con una nave del siglo XXII, siempre siguiendo la neblina
verde-plateada y visitando distintos mundos.
Uno donde Chile fue colonizado por ingleses (¡Hurrra!)
Otro donde España derrotó a Inglaterra
(¡Buuuu!)
Y otro donde Sudamérica fue conquistada por los
chinos (gracias, Almirante Zeng)
Dicho sea de paso, la idea de que el sur de Chile
fuera colonizado por chinos en lugar de alemanes como en el libro, pues... no
se, prefiero los alemanes. Los chinos fueron vitales en esta guerra
alternativa, pero llámenme conservador, Valdivia, Puerto Montt, todas esas
tierras lucen mejores con europeos poblándolas.
Y como dejar de mencionar a la estatua de simio
del Olimpo, proveniente de un mundo donde “El señor no escogió a Dios para
poblar su paraíso…” (Quedé marcando ocupado con esta magnífica seudo-referencia
y ucronía planteada… y de hecho ya desarrollada. Incluso le dediqué un
comentario al Planeta de los Simios, si recuerdan).
Lo que sí, el libro tiene varias partes que ya
había leído en la antología Chil3: Relación del Reyno, en cuentos como 1914:
Sánchez-Besa, era cuestión de reemplazar la palabra Chiloé por Isla Mancena, y
Karlf Flach por Sergio Gutiérrez (En cuanto vuelva a ver a Alberto Rojas, le
preguntaré de donde sacó la idea para este último, ¿acaso existió un científico
o personaje con este nombre?) Incluso mencionan al submarino Leviatán, con la
misma forma que también describe el libro. Pero fue en Alucinaciones TXT, donde
se encuentran fragmentos casi fotocopiados de este libro. Como el mismo Rojas
reconoció, aquí partió la idea de la novela, y de hecho los dos primeros
capítulos son el mismo cuento que sale en la antología que acabo de mencionar.
Al menos se nota que se dio el trabajo de reescribirlo, cambiando algunas
frases y redacciones y por sobre todo el final del “segundo” capítulo (final
del cuento en la antología), donde el asenso de Bello a líder del ejército de
aire de Chile se deja para más adelante.
Es un libro con muchos capítulos, por cierto,
más de 60. Yo le haría la siguiente modificación: El penúltimo capítulo lo
convertiría en el último, en el que Alejandro escapa y se pierde de nuevo en la
neblina y Pinto acuerda que lo declararan desaparecido en un ejercicio aéreo. Y
el siguiente capítulo lo dejaría como epílogo, quedaría mejor así si me lo
preguntan, pues se basa 28 años después de lo relatado en este universo. Por
cierto, este final-final me recordó un poco al de 1899, donde el protagonista
también viaja en el tiempo para reencontrarse con su amada y crea un universo
distintos donde puedan estar juntos. Y hablando de referencias, la imagen que
tengo del “Tren aéreo de Santiago” me recuerda inmediatamente a los trenes de
Metahulla de Nelson y Daniel. ¿Referencias? Qué más da, ya se que a mi me gusta
buscarle la quinta pata al gato.
Pero algo que todos concordarán es imperdonable
son las faltas ortográficas que hay a lo largo del libro. Termine anotándolas
en un papelito amarillo que guardé en el libro. Para la próxima edición ya no
deberían estar.
Pero insisto, este libro tiene el potencial de
estar en el raking de los más vendidos junto a 1899, sólo es cuestión de darle
un lanzamiento más grande como se dará en la feria del libro y publicitarlo un
poco más.
Esas son mis opiniones de esta lectura. La
única que he hecho por hobbie en medio de un año escolar (novela, por cierto).
Bastante ameno y fácil de leer como para postergarlo. Valieron la pena las 466
páginas, quizás los momentos románticos con la novia de Bello, Isidoro, podían
tornarse un poco latosos, pero, que diablos, así era en el siglo XIX.
Alberto Rojas pasó con esta novela de la
fantasía épica a la ucronía steampunk (ciencia ficción) ahora espero verlo
sacar en algún minuto una novela de la pasión que tenía de pequeño: La ciencia
ficción más clásica, hard, space opera, etc.
Hola Diego, soy Alberto Rojas, autor de "La Sombra de Fuego". Primero que todo, gracias por tu reseña. Me alegro que te haya gustado el libro. Además, valoro mucho tus opiniones sobre la trama. En todo caso, te comento que "1899" y mi libro siguieron caminos absolutamente paralelos. Y bueno, no puede haber steampunk en otro siglo que no sea el XIX, ¿no crees?
ResponderEliminarMe gustaría mucho que me contaras sobre los motes que encontraste, porque así se puede corregir para la próxima edición. Te aprovecho de invitar (y a todos los lectores de tu blog) a la presentación oficial del libro, que será el próximo sábado 29 de octubre, a las 19:30 horas en la Feria del Libro de la Estación Mapocho. NOs vemos.
Hola Alberto, una consulta ¿tu libro está disponible en amazon?
EliminarInteresante opinión y sinopsis del libro. Releo para no dejar detalles fuera de la imaginación. Saludos!
ResponderEliminarVoy en la mitad del libro y, por cierto se trata de un libro de fácil lectura. Muy entretenido. Y, por cierto, hay faltas ortográficas y gramaticales que habría que corregir en una segunda edición.
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