Todas las grandes historias, y en
particular las mejores sagas, de la literatura y de Hollywood suelen guiarse
por una fórmula argumental, o arquetipo, común: el de El Elegido. Con
mayúscula. Desde Harry Potter hasta Star Wars, vemos como todas estas historias
tratan sobre un hombre especial, dentro de un contexto especial (ya sea un
mundo de magia y hechicería, o una galaxia muy, muy lejana). Que descubre que
es diferente a los demás, que puede hacer cosas que nadie más puede, y que está
en sus manos salvar a su mundo.
¿Qué implicancias tiene hablar
siempre de UN elegido? ¿Hay más mensajes ocultos tras esa palabra?
Veamos la
expresión en inglés. “The chosen one”. Tiene que ser “One” uno solo, y nadie
más que él. Y “Chosen”, escogido. Pero ¿escogido por quién? Que esté con
mayúsculas y con el artículo indefinido “the” nos da a entender que es una gran
elección la que se hizo, no una al azar. Fue escogido por algo superior. Dios,
los dioses, el Karma, la Fuerza, la pachamama, la especia de Dune, whathever. El caso es que la mera
expresión de El Elegido nos da a entender que nos hemos sumergido en un
universo donde existe cierto orden. Y una Profecía que anuncia a este elegido (las palabras "Profecía" y "Elegido" van casi de la mano en el cine, otorgándole un carácter sacro) .Habría una predestinación, por parte de
fuerzas superiores, que orientan la progresión de los hechos hacia la
consecución del bien común. El libre albedrío se vuelve un tema complejo al
existir esta predestinación explícita, sino fuera por el hecho de que los
personajes puedan elegir el mal. El mismo Anakin Skywalker tuvo que elegir en
dos cruciales momentos si destruir o no al emperador. Lo salvó para unirse al
lado oscuro en la Venganza de los Sith,
pero luego lo destruyó para salvar a su hijo en El Regreso del Jedi, redimiéndose por completo. En otras palabras,
nuestras decisiones no harían más que retrasar lo inevitable.
Esta expresión es por lo menos
panteísta. Reconoce un cierto orden en la naturaleza de las cosas. Atribuiría
una naturaleza benigna al universo, el cual se encontraría casi en completa
armonía. O funcionando como un reloj, o quizás un laberinto, con varios caminos
posibles antes de llegar a un destino común a todos ellos. Pero esta noción de
“Armonía” es, en mi opinión, peligrosa. Viene de la época de los pitagóricos, y
en términos antropológicos brota de la necesidad del ser humano de atribuir
cierto orden, o encontrar cierta seguridad en las cosas. Donde algunos vieron
un universo bello (lo bueno es lo bello, para los aristotélicos), armónico y en
orden, Howard Phillips Lovecraft vio un universo oscuro, hostil y caótico,
donde los seres humanos son tan sólo una hormiga a punto de ser aplastada, en
cualquier minuto, por cualquiera de los indescriptibles horrores que pululaban
allá afuera. Esto rompe con muchas cosas, entre otras, con otra máxima del
pensamiento griego (y por tanto base del pensamiento occidental). El bueno es
el que acepta y defiende la naturaleza, y el malo es el que se levanta contra ésta
y busca corromperla. Para Lovecraft la naturaleza es fea, o mejor dicho, indescriptible (tan inefable que conduce a la locura, de ahí su horror), pero
no es que sea mala. Simplemente es indiferente a las vicisitudes humanas. Otro
pensador que rompería de forma genial con estas creencias fue Nietzsche. En la
misma línea, el hacía un llamado a ir más allá del bien y del mal. La moral humana
y la naturaleza (si se quiere, el “Derecho natural”) no serían la misma cosa.
Pues la moral humana es la "mala", por lo que habría que hacer un “eterno
retorno” a esa naturaleza, que ponga en contacto al hombre con sus instintos
más primitivos, más bárbaros y salvajes. El súper-hombre o übermensch no sería más que un bárbaro de la edad media, que
saqueaba, comía, bebía, holgaba, y hacía lo que quería con su entorno. Sin
culpa alguna, sin la carga del pecado original, pues diseñaba su propio sistema
moral. El Elegido para Nietzsche sería a todas las luces el villano para
nuestra cosmovisión (o Weltanschauung
como diría el filósofo alemán), el malo de la historia. Aunque para Nietzsche, éste sería el hombre auténticamente “bueno” y hasta “noble”. De forma similar, Tom
Hiddelston, el actor que encarnara a Loki en Avengers, llegaría a afirmar que
“todo villano es un héroe en su mente”. Claro que difícilmente veremos a una
saga apostar por una fórmula distinta a los arquetipos tradicionales para
mostrarnos a su “héroe”. Quizás el Neo de Matrix es el único que rompió con la realidad conocida, alzándose como todo un súper-hombre por sobre ésta. El único que renegó del Destino, de este universo predeterminado, por algo él mismo llegaría a decir "no me gusta la idea de que no controlo mi vida".
Nuestra cosmovisión
judeo-cristiana occidental es muy afín a este arquetipo tradicional de héroe, y por una
razón muy simple. De chicos, todos fuimos criados con la historia de Jesús de Nazareth. El
Elegido, para medio planeta. Donde vemos a un Paul Atreides, o a un Avatar Aang
(los que, por cierto, junto con ajustarse al camino del héroe, añadirían
reminiscencias islamistas y budistas respectivamente) vemos, de un modo
inconsciente, a ese salvador del que todos hemos oído hablar. Consciente de
esto, fue que el director Bryan Singer, nos dibujó a un Clark Kent en Superman Returns con tomas casi calcadas
de la pasión de Jesucristo.
Tan cliché se ha vuelto dentro de
la industria de Hollywood que hasta en la película Año 1, Jack Black realizó
una sátira bastante acertada de la temática de "El Elegido". Incluso en Mini Spys 3D hablarían
de un “the guy” (el sujeto) como parodia. Y es que en términos antropológicos y
sicosociales el ser humano no ha cambiado mucho. El éxito de Avatar de James
Cameron nos vino a demostrar que aún nos ilusionamos con las historias más
clásicas. Las sociedades humanas requerirían de una mitología popular para su
inconsciente colectivo. Junto con reforzar el sentido de pertenencia, nos
permiten soñar y, de algún modo, completarnos a nosotros mismos ante una realidad
que no nos satisface, como diría Vargas Llosa (La verdad de las mentiras, 1990).
Los norteamericanos, un pueblo
que construyó su capital basándose en los cánones griegos, intentó reemplazar
al arquetipo de los dioses griegos con los héroes del Far West, los cowboys.
Una moda que no duraría mucho, pues encontrarían un sustituto mucho mejor: los
súper héroes. Stan Lee vendría a ser un auténtico Homero. Poeta creador de todo
un universo. Los asistentes de las distintas Comic Con no harían más seguir el
mismo patrón de rituales antiguos como la fiesta de la vendimia del dios Bacon. Tramas catastróficas como la Guerra Civil de Marvel vendrían a ser mucho más que una analogía de la guerra contra el terrorismo o la guerra civil americana, guardaría más bien semejanzas con las épicas batallas entre Dioses olímpicos de la Iliada de Homero.
Haciendo un breve recorrido
histórico, podemos señalar que, una vez que los mitos fundacionales le pusieron
un orden más o menos estable a la realidad, pasamos de creer en el mito o la religión,
de carácter sacro y trascendental, a la magia. Esta última de carácter más
libre y caótica. No había una explicación divina para sus efectos. Dios no lo
quería así, era obra azarosa u obra humana, lo que significaba un gran poder
para sus practicantes. De ahí que fuera tan perseguida durante los años de la
inquisición, en defensa del Dios único y todopoderoso. Pero los alquimistas, e
incluso los campesinos más supersticiosos de la edad media, simplemente
buscaban algo que les permitiera soñar de manera más libre el mundo. Y de paso
empoderara a los seres humanos. De ahí la popularidad de personajes como el legendario
doctos Faustus, hechicero que llegara a relacionarse con el diabólico
Mefistófeles para obtener un increíble poder. Y luego del mito y la magia,
daríamos el salto a la ciencia. Como consecuencia, nuestros nuevos héroes,
poderosos y populares, no debían ser ni dioses ni hechiceros, sino científicos.
Y la creencia en los mismos se volvió más relajada. Ya no es una doctrina religiosa,
sino una afición recreativa. Menos trascendental, pero más divertida.
Todo un cambio de paradigma,
donde lo verosímil ya no es que la fuente de poder de nuestros ídolos sea sobre
natural, sino algo medianamente “razonable”. Son productos de accidentes de
laboratorio, o experimentos científicos. Así, estos seres indestructibles,
súper poderosos, y salvadores de la humanidad, vendrían a cumplir la misma
función que los ídolos olvidados. No obstante, habría un personaje que,
curiosamente, lograría dar el salto de la era del mito a la era del cómic:
Thor, dios del trueno en la mitología nórdica, y recuperado como súper héroe
por Marvel. Una historia donde mito, magia y religión se entremezclan.
Todos
estos personajes, del cine, cómic, y literatura, seguirían más o menos, el
mismo camino del héroe (Camino que, según Christopher Vogler incluye, entre
otras etapas, La llamada de la aventura; El encuentro con el mentor; Las
pruebas, los aliados, los enemigos y La odisea). Algunos con una carga mesiánica
mayor a la de otros. Ya sea en un escenario de magia, ciencia o religión, todos
apelan al mismo interés del ser humano: el de encontrar una historia donde hay
algo mayor a todos ellos, que guía sus acciones, y que lleva por el camino
correcto a los hombres. Eso es lo que queremos creer, no sólo nos permitiría
soñar, sino que nos completa y nos hace sentirnos realizados. Mucho más el
poder admirar a un hombre capaz de controlar todas estas fuerzas. El ideal de
trascendencia es algo inherente al ser humano, así como la necesidad de sentirse
protegido, ya sea por un dios Thor o un Superman de otro planeta. El “I want to
believe” de Fox Mulder, va más allá de creer sólo en marcianitos verdes. Apunta
a creer en algo que le dé sentido a todas las cosas. A todas las tragedias y
milagros. Y es allí donde entra la figura de El Elegido a devolver el
equilibrio, guiar a los hombres, y redimir a la humanidad. Marcando el
principio o el final de una era. Podemos creerlo de manera seria como una
religión, o como algo más libre a la manera de fan de tal saga. Nos hace bien para nuestra salud mental y
espiritual. Al fin y al cabo, It´s funny
to believe.
Recién encuentro este blog, apenas he leído par de entradas. Me gusta su estilo. Le leeré más seguido.
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