(El siguiente cuento de ciencia-ficción, invita a meditar sobre qué es lo que nos hace humanos. Un poco de la Sci-Fi más clásica)
Los Más Humanos
"Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”
Albert Einstein
Era muy distinto cuando
estaban dormidos. Costaba reconocerlos, el que llevaba Xse sobre sus gruesos
brazos dormía plácidamente como un niño. El metro veinte de estatura de aquel
bulto en posición fetal, versus los dos formidables metros del científico,
hacían que la escena pareciera, a primera vista, la de un padre cargando a su
hijo.
Xse finalmente lo
depositó en su cama. Sucia y desordenada como siempre. Cerró la pequeña
compuerta, y dejó que el sistema de soporte vital se hiciera cargo.
Por la compuerta de
cristal aún podía distinguir el rostro de aquel ser. Era un poco mejor parecido
que los demás. Xse se encontraba ante un interminable pasillo cuyas paredes
estaban compuestas de largas filas de compuertas cuadradas de medio metro y medio cada
lado. Dentro de ellas se distinguían más especímenes: todos bajos, con pocas
hilachas de cabellos colgando de sus cráneos. Unos ojos blanquecinos,
vulnerables a la luz del sol, y una piel enfermiza, casi albina y a ratos
traslúcida. Pero la piel de Lasthmann (nombre de su criatura) era más uniforme:
no tenía tantos granos y deformaciones. Era lisa, suave, e incluso se atrevería
a decir, hermosa.
“Duerme Lasthi, mi pequeña criatura” dijo en voz
baja.
Criatura. Era una
bonita palabra, y Xse pensaba mucho en ella. “Criatura. Ellos son nuestras
criaturas, pero nosotros somos sus creaturas” cavilaba. De tanto que pensaba en
eso, que muchos dirían que había desarrollado sentimientos por la criatura. Si
es que alguien como él podía tener algo similar.
Recordó sus labores, y
procedió a dejar el lugar. Mientras atravesaba el pasillo, observaba a varias
de las criaturas que seguían despiertas en sus cámaras de soporte vital. A
través de las compuertas transparentes, los seres se distinguían saltando,
gritando (no se escuchaba, pues eran a prueba de sonido las cámaras),
golpeándose contra la pared, masturbándose, o simplemente extasiándose con las
ociosas escenas holográficas que proyectaban las cámaras.
A Xse le gustaba sacar
a Lasthi de forma más o menos regular
para que tomara aire fresco, aunque éste se resistiera a veces. La mayoría de
ellos se resistían a salir de sus cámaras, adentro tenían casi todo lo que
necesitaban.
Llegando al
laboratorio, distinguió a Xenú, su más estimado colega, y a su criatura en una
cámara de regeneración a un costado de la sala. Xenú estaba sentado en una
silla anti gravedad. Trabajaba con un
video holográfico en pausa de un túnel de gusano. Con sus ágiles manos
intercalaba cifras y rehacía la imagen.
-¿Qué le pasó al
pequeñín?- dijo Xse observando al hombrecillo en regeneración, un poco más feo
y pequeño de lo normal.
-Pidió demasiado Soma a la cámara- contestó sin
interrumpir sus faenas- Le hizo trizas el sistema nervioso.
Con un rápido
movimiento cerró la pantalla, y se dirigió al acelerador de partículas. Un
semicírculo suspendido a noventa centímetros del piso.
-Lástima por él- opinó
Xse- deberíamos sacar esa droga de las cámaras. No es la primera vez que pasa…
-Qué importa, sin la
droga buscarían otras formas de volarse el cerebro- Xenú recitó unos comandos
de voz, y el acelerador se puso en marcha-. Tú los conoces, son unos inútiles. No
se hacen cargo de sus excesos. Al final, para eso estamos nosotros ¿no?
De pie, Xenú se erguía
unos tres centímetros por sobre su colega. Su rostro era joven, y su expresión
propia de alguien entusiasta y emprendedor. Aunque a veces, y esto le constaba
a Xse, su exceso de energía podía llevarlo a cometer medidas excesivas. Su
desprecio a las criaturas era algo compartido por muchos, pero a Xse le
parecía, aparte de indebido, peligroso.
-Míranos, somos
científicos, deberíamos estar entregados de lleno a nuestra labor, en lugar de
cuidar a estos ociosos…
El acelerador había generado
un micro-agujero negro. Éste era contenido por un imperceptible campo de fuerza
magnético, mientras que los censores recogían una serie de números que Xenú
recogía (literalmente) con los comandos holográficos.
-¿Por qué tanto interés
por los agujeros negros?
-Trato de entender por qué no es posible viajar en
el tiempo.
-Sabes muy bien porqué
no. Es físicamente imposible. Y si crees que la singularidad espacio-temporal…
-Ya lo sé. Pero quizás hay algo que no hemos visto
todavía.
Xse no necesitaba nada
más que una de sus silenciosas miradas para hacer hincapié en esa frase. Ya
fuera que su colega no se expresó bien, o simplemente se olvidó de miles de
años de investigación (o mejor dicho, re-testeo) en que la física del todo se
había estancado, sus motivos no eran los más razonables.
-Está bien, está bien-
reaccionó Xenu, y apagó los hologramas.
-Escucha, estamos en
una época en que ya no buscamos las leyes de la ciencia- lo sermoneó Xse- Sino
el porqué de tales leyes. Hablando de eso, ¿por qué no te vi en el simposio de
la casuística de la teoría del todo…?
-A veces creo que nací en la época equivocada- lo
interrumpió-. Yo por mi parte, aún creo que no lo sabemos todo. Prefiero
salirme del paradigma imperante, no me importa que eso signifique volver a
hacer… experimentos en terreno- algo prácticamente extinto en dichas fechas.
Xse estaba por alabar
el espíritu innovador, un tanto rebelde, de su joven colega. Eran más
científicos como él los que hacían falta. Aunque claro, ante la ausencia de
necesidades, materiales y técnicas, un científico era lo que menos hacía falta
en esos tiempos. El único desafío que les quedaba era la eterna porfía de ir
más allá todavía. Aún después de más de veinte mil años de estancamiento casi
total de la ciencia.
Antes de proceder a incentivarlo, una figura se
materializó a pocos metros de ellos. Una vez que los átomos terminaron de
reacomodarse, la figura de Rena apareció en el laboratorio.
-¿En que están, nenas?- bromeó una vez que sus finos
labios estuvieron completos.
-Pintándonos las uñas, ¿Tú que crees? Trabajando-
contestó Xenú.
La joven le dedicó una irónica mirada, y luego, tras
un rápido vistazo al acelerador, le señaló al científico:
-Pues no es el mejor
trabajo que he visto. Ese agujero negro emite mucha radiación, yo arreglaría
eso, o terminará dejando escapar fotones.
Rena medía
aproximadamente un metro ochenta de estatura, y su piel era del mismo tono
moreno que la de Xse. Su cabello era corto, y aferrada a su tórax como si fuera
un mono o un infante, cargaba a una criatura. Por un segundo Xse pensó que era
real, luego razonó que se debía tratar de un androide. Las criaturas no podían
sobrevivir al viaje por teletransportación.
Se dirigió a la cámara
con el androide aún en brazos, y al ver la criatura en regeneración exclamó:
-¡En nombre de Cristo,
qué pasó aquí!
-¿Cristo?- se preguntó
Xenú, y tras confirmar con una mirada que su colega estaba igual de perplejo
ante tan enigmática palabra, tranquilamente se acercó a la cámara y le aclaró:-
si te preguntas qué le pasó al pequeño demonio te daré la respuesta en dos
sílabas: so-ma.
-Tenía que ser- dijo
Rena, con una sonrisa casi cómplice- a mi pequeña Mery le pasó lo mismo una
vez. En fin, ¿para eso nos tienen a nosotros, no?
Esa era una frase
cliché que hasta Xenú repetía como loro. Aunque había llegado a debatir con
muchas personas por el objetivo de dicho emblema, no le interesaba enfrascarse
en una discusión que disgustara a Rena, y optó por algo más distendido.
-¿Para qué demonios llevas
eso contigo?- preguntó el joven científico, quien conversaba con las manos en los
bolsillos y un tanto encorvado- ¿no es suficiente con la que tienes que cuidar?
-La verdad, no me
molestaría tener más. Digamos que Mery se pone en temporada de apareamiento a
mediados de cada mes, cosas biológicas, y para que se entretenga le llevo este
androide, que cumple con todas las… características masculinas que a ella le
atraen. Prefiero que sea así, la última vez que la junte con un macho de su
especie, se pegaron un extraño virus que destruyó su sistema inmune. Me llevó
una semana curarla de eso…
-Espera, déjame ver si
entendí, ¿temporada de apareamiento, en serio? Sabes muy bien que estos
animales siempre están en celo.
-Buenos, las mujeres
son distintas. Y Mari tiene sus mañas, la conozco muy bien.
-Lo único que lograrás
es que quede preñada, y esos serán más haraganes que tendrás que cuidar…
-A veces puedes ser tan
egoísta, Xenú. Menos mal que sólo cuidas a uno.
-Yo protejo bien a lo
que merece ser protegido. Mientras más valioso, más me dedico a ello. A ti por
ejemplo, te tendría en un suntuoso castillo- dijo con una coqueta sonrisa.
-Por favor, como si
necesitara que me protegieras.
-¿Y qué se necesita
para hacerte feliz?- Xenú desvió la mirada hacia la cámara. Los comandos
indicaban que el hombrecillo estaba casi listo para salir- ya le salvé la vida
a uno de ellos. ¿Si adopto a cien enfermos más, los curo y los mantengo, me
ganaré tu admiración?
Tal escenario era
ficticio, claro. No había criatura en el universo que estuviera desamparada,
todas habitaban en una cómoda cámara de soporte vital, y siempre con más de
alguien destinado a servirlas. Ya fuera en la tierra, en Marte, las colonias
del cinturón de asteroides, o cualquier rincón de la galaxia a donde se habían
expandido como conejos esos seres. Ímpetus de expansión que paulatinamente
fueron frenando ante las comodidades tecnológicas que ofrecían las cámaras.
Rena desvió los ojos
hacia el techo, en una clara mueca de disconformidad. Aunque no concordaba con
Xenú, esbozaba una leve sonrisa siempre que le hablaba, y conversaban a pocos
centímetros el uno del otro. Se dio una pausa antes de dirigirle una enigmática
frase a su interlocutor en una lengua desconocida.
-Es hebreo, del Talmud.
Significa “Quién salva una vida, salva al mundo entero”.
-… Y eso significa…
-Significa, que en
lugar de salvar a cien, podrías dedicarle un cariño más amoroso al que ya
tienes. Se le nota en la cara que no vivirá muchos años más.
-Quién lo diría, por
eso tú estudias la historia, y yo la física.
-Por algo será, y
arregla ese agujero negro.
Dicho esto, dio media
vuelta y se dirigió al pasillo, a la cámara de su criatura. Cuando la puerta se
cerró, Xse se le acercó a su colega.
-No es viejo, tiene
sólo ciento veinte años. Que sea feo es otra cosa, más vale que no se le ocurra
tener hijos…
-¿En verdad te gusta,
no?- lanzó Xse.
-Yo le gusto a ella-
contestó con una relajada sonrisa-. Es tan inteligente, ni tú ni yo nos dimos
cuenta de la radiación de Hawking. Si no sintiera tanta compasión por estos
animales nada de ella me…
-¿En verdad crees que
sientes eso, o será que es sólo lo que alguien más te dijo que debías sentir?
Xenú se quedó un rato
pensativo. Era ese tipo de preguntas las que consumían más horas de sus
meditaciones. Aún más que las planteadas en el simposio. Estaba a punto de
contestar cuando la cámara emitió una alarma y lentamente se dispuso a abrirse.
-Parece que el
malnacido está listo.
La pantalla de cristal
se levantó automáticamente, y el mareado hombrecillo hacía sus primeros gestos
de desperezarse. Con sus manos poco cariñosas, Xenú lo dio vuelta y retiró una
jeringa que brotaba de su nuca. El dolor de la extracción era mínimo, pero la
criatura reaccionó mal, y se puso de pie al instante. El movimiento brusco,
hizo que la jeringa corriera por su espalda, provocando que brotara un hilillo
de sangre a su paso.
-¡Maldición!
La herida desesperó al
enano. Quien comenzó a dar saltos y gritar incoherencias. Más violento se puso
cuando Xenú sacó otra jeringa que debía insertar en su brazo antes de llevarlo
de vuelta a la cámara. Sin ninguna amabilidad lo tomó bruscamente por el abrazo
y se disponía a insertarla, pero el ser logró zafarse, se quitó el pañal que
tenía puesto, y lo arrojó al rostro de Xenú. Completamente desnudo, el enano
exhibía unas deformidades óseas más pronunciadas que las de los demás
especímenes. A pesar de esto, sus huesudos miembros, y su abultada barriga, no
parecía tener mayor problema en alborotarse y correr despavorido por el
laboratorio.
-¡Atrapa a este
infeliz!- gritó el avergonzado científico.
El ser gritaba como un
animal salvaje. Cuando parecía que articulaba palabras, estas eran
inentendibles para ambos hombres de ciencia. Lo cual era algo raro para Xse,
quien conocía varias lenguas muertas de las criaturas, como la neolengua y el mandarín. El enano movía
poco la boca y su pronunciación era precaria, lo único entendible era que
quería volver a su "Jaula" como le llamaban ellos a sus cámaras.
Xse y Xenú rodearon al enano, quien se había plegado
al acelerador de partículas. Con un rostro furibundo, éste comenzó a golpear el
aparato con ambos puños a la vez.
-¡No, no hagas eso, no
sabes lo que puede hacer esa cosa!- le gritaba Xenú.
Xse, comprendiendo que
no tenía caso, se alejó cautamente, mientras que Xenú siguió inmóvil en su
posición tratando de disuadirlo. Hasta que ocurrió lo que Xse veía venir: el campo
de fuerza del acelerador se activó, lanzando un poderoso pulso de energía que
arrojó a Xenú contra la pared.
Afortunadamente, Xse se había parapetado tras
un mueble metálico, lo que lo salvó del pulso. Al levantarse, pudo comprobar
que el laboratorio estaba deshecho. Varios equipos habían explotado, y todas
las probetas se encontraban hechas añicos.
Pero su mayor
preocupación fue Xenú. Cuando se dirigió a la pared a auxiliarlo, su estado no
era el más óptimo. Lo ayudó a levantarse con dificultad. Su brazo colgaba del
hombro dejando entrever circuitos chispeantes y saltarines. En su cara faltaban
trazos de piel, por lo que se vislumbraba una superficie metálica en el fondo. Cuando
volvió a ver al hombrecillo, quien ahora yacía asustado por la explosión, pero
ileso, junto a la mesa de trabajo, su rostro se deformó. Se tornó rojo, y furioso
agarró con su brazo bueno a la pequeña bestia por el cuello. La suspendió en el
aire, mientras el hombrecillo se retorcía de pies y manos notoriamente
asfixiado. Lo puso contra la mesa de trabajo, a peligrosos centímetros del
láser abre-cajas.
-¡No, Detente! No
puedes hacer eso- le gritó Xse.
-Estos animales ya me
tienen cansado ¡Le voy a dar su merecido a este pequeño bastardo!
-No puedes hacer eso
¡Son nuestros padres! Nuestros creadores nos hicieron específicamente para que
los auxiliáramos, no para que los destruyéramos.
-¡Ellos crearon a unos
autómatas estúpidos! Eso ya cambió, y lo sabes muy bien. Hemos evolucionado, y
sin su ayuda. Podemos elegir, y yo elijo destruir a su inútil especie, ¡no
pienso servirla más!
El hombrecillo se ponía
cada vez más morado. Xse, temeroso, se acercó con todo el tacto que pudo a su
furibundo colega, y puso su mano sobre su hombro cercenado.
-Está bien, es cierto.
Tienes libre albedrío. Pero también puedes elegir simplemente no servirlos más.
Yo me haré cargo de él en tu lugar de ahora en adelante… por favor, hazlo por
Rena. No te rebajes a su nivel…
Xenú volteó y lo
observó con sus brillantes ojos. Meditó unos instantes, su compañero había
escogido bien las palabras. Pensar en Rena, o en la sola idea de que él cayera
al mismo nivel de esos seres que tanto despreciaba, lo habían hecho dudar. Finalmente,
soltó a la criatura.
-Voy al ala de reparaciones.
Si Rena pregunta por mí… dile que me llamaron de urgencia de la mina en el
monte Olympus.
Xse conocía muy bien a
su colega. Era un hombre dado a los arrebatos de cólera, pero en el fondo era
una buena persona. Y sus sentimientos por Rena eran sinceros. Manipularla con
ella era la única salida para la tensa situación: si ella lo veía comportarse
tan bárbaramente no le volvería a dirigir la palabra. Y claro, su orgullo lo
hacía incapaz de dejar que ella lo viera así de dañado.
Xse observó un rato al
accidentado Xenú avanzar por el pasillo y desaparece tras la puerta hermética
antes de volver la vista al enano, quien yacía rendido en la mesa, con su pancilla
alborotada recuperando el ritmo normal de su respiración. Parecía que estaba a
punto de quedarse dormido. No sería la primera vez que un animal humano sacaría
de sus casillas a una de sus creaciones. Sus creaturas. Pobre humanidad, pensó Xse. Millones de años de
evolución, sólo para que durante los últimos miles de años el amancebamiento tecnológico,
la contaminación, la radiación, la mala alimentación, y su decadente estilo de
vida los llevaran a derivar en las salvajes bestias que ahora debían mantener.
Una verdadera pérdida, y Xse sentía pena por ellos cada vez que lo recordaba.
Así y todo no perdía su
fe en las criaturas.
Se encontraba poniendo
un mueble en su lugar cuando Rena volvió a entrar por el mismo pasillo por el
que salió. Por suerte no había visto a Xenú en el camino.
-¡Qué pasó aquí!
-Pues… tuvimos un
pequeño problema con el acelerador. Nos equivocamos ajustando la radiación-
mintió Xse.
-Por Cristo, parece que
un tornado pasó por este lugar ¡les llevará un buen tiempo arreglar todo esto!
-Otra vez con eso de Cristo. Y la semana pasada era “Júpiter” ¿Qué o quién demonios es
Cristo?
-Jesucristo fue una figura
religiosa muy importante hace doscientos mil años terrícolas, Xse- recitó Rena
de memoria, casi como si estuviese exponiendo ante el simposio.
-Ah. Religión. Nunca he podido comprender esas
cosas.
-Por supuesto que no,
eres un robot. La verdad yo tampoco lo entiendo. Pero eso no significa que
debemos dejar de intentarlo.
También disponible en:
http://www.ciencia-ficcion.com/relatos/r232.htm
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