Ahí estaba él, con un buen ejército tras él, y también otro delante listo para enfrentarse, un poderoso cargo que le dolía dejar, pero también el pesar de no poder dejar listas varias cosas que dentro de su lógica eran de un “bien común”, por otro lado estaba la filosofía de su padre: Un buen rey debe hacer lo mejor para su pueblo”, y también: “A veces el destino tiene grandes planes para nosotros y sin que te des cuenta, te atrapa”, tenía también un discurso listo para la abdicación bajo su brazo.
Así, montado en su caballo, meditando todo esto, en aquella calurosa tarde, en el centro de la capital, rodeado de hombres que esperaban su respuesta, su determinación y el recuerdo de su padre, finalmente tomó una decisión.
El 28 de enero de 1823, estalló la primera guerra civil de la historia republicana de Chile. El ejército O´higginista se enfrentó a las fuerzas opositoras en una cruenta lucha que se prolongó un buen tiempo. La primera batalla se dio en las cercanías de Santiago, una de ellas en Ochagavía, otra en Quillota y la más decisiva en Rancagua, lo que significó el reingreso de las tropas O’higginistas a la capital, para lo cual tuvieron que pelear bastante para mantenerse allí.
Un terremoto, una crisis económica y una política bastante autoritaria habían caracterizado al gobierno del llamado Padre de la Patria y Capitán General, perdió su popularidad ante el pueblo al ordenar el asesinato de otros próceres populares como José Miguel Carrera y Manuel Rodríguez y con el resto de sus pares políticos con la constitución de 1822, la cual interpretaron como un último intento de aferrarse al poder. Lo cual terminó por resultarle.
Luego de tres años de guerra civil el gobierno de O´higgins logró estabilizar la situación, pero para entonces la capital ya estaba bastante dañada por la guerra, razón por la que decidió comenzar de nuevo, refundar la capital y a Chile mismo con una nueva ciudad, y sabía exactamente donde ubicarla, en una tierra lejana, mística, que había obsesionado a Pedro de Valdivia, pero que nunca pudo alcanzar en vida, la llamada terra incognita: Magallanes, y la nombró La Ciudad de los Césares.
Así, se inició un éxodo masivo de población hacia el sur, entre los principales opositores a esta política estaba Diego Portales, el cual temiendo un eventual arresto por el apoyo que dio a las fuerzas opositoras en la guerra civil se autoexilió en el Perú, el cual poco después se uniría a Bolivia en la llamada Confederación Perú-Boliviana.
Portales, al ver el potencial que este estado tenía y las ambiciones expansionistas de su caudillo, el general Santa Cruz, autonombrado “Gran Protector” fue uno de los principales impulsores de la guerra hacia Chile para opacar definitivamente a ese país.
O´higgins no presentó problemas en ceder buena parte del norte del país, mostraba una política más bien pacifista ante la confederación, pues en realidad todo figuraba parte de un plan secreto de los integrantes de la Logia Lautarina para establecer un solo estado americano, La Gran Colombia.
Las primeras negociaciones hablaban de una frontera en Concepción, pero Portales fue más ambicioso, habló de llegar hasta la zona centro, hasta el demacrado Santiago y obtener Valparaíso para tener el monopolio económico total del pacífico.
A pesar de los ideales de fraternidad de la logia y el plan cuidadosamente trazado para la integración americana, los de la confederación terminaron por ceder ante las razones del chileno, el cual utilizó entre otros argumentos que, si se quería una reconstrucción verdadera del antiguo Imperio Inca se debían recrear sus fronteras originales, las cuales llegaban hasta el Bío Bío.
Así, Portales se ganó el puesto de ministro de guerra y marina de la confederación y gobernador regional del recientemente anexado norte chileno, suficiente poder para hacer que las tropas avanzaran hasta Santiago como quería, pero fueron más allá, propuso llegar más lejos que sus antepasados y continuaron conquistando.
No obstante, el gobierno O´higginista también se estaba fortaleciendo.
O´higgins logró concretar una alianza militar con el pueblo mapuche (pues por algo la estrella de la bandera chilena representaba a su dios), con lo cual creó un nuevo ejército en que este pueblo juraba defender a una nueva nación que le dio una serie de ventajas, más tierras y respeto, entre otras.
Así, se aplicó una dura política racista para constituir el nuevo ejército liderada por el organizador de este, el general Monteagudo, el cual también se encargó de expulsar a todos los descendientes de quechuas, y para la conformación del parlamento también influyó su pensamiento racial.
De este modo, nuevamente las fuerzas nortinas eran vencidas en la frontera del Bío Bío, por lo cual Temuco cobró una gran importancia al ser la ciudad refugio de todos los refugiados que escapaban del autoritario gobierno de Portales.
Mientras, la nueva capital se construía con grandes e imponentes monumentos, una operación liderada por el ambicioso Benjamín Vicuña Mackenna, imitando a Washington construyendo un city hall y una plaza de armas que recreaba el esplendor ateniense y con una arquitectura llena de símbolos masónicos, en el prometedor puerto de Punta Arenas se construyó una gran estructura, un faro de veintitrés metros de alto, arriba se recreaba la forma de una llama iluminadora en forma de sol, Lux Foros se leía con letras grandes bajo la llama, y hacia la base, un no despreciado Weñulfe Kushe, el lucero del alba, el faro del fin del mundo. Toda la estructura era de color gris y vino a darle identidad al nuevo país, llegó a ser el equivalente magallánico de la futura estatua de la libertad en Estados Unidos, un icono de esa misteriosa ciudad de difícil acceso, un tanto hermética, donde proliferaban ciertas prácticas y rituales mágicos y chamánicos y gobernada por un único partido: el de la logia de Lautaro; Ohiggins murió en 1842, y sus estatuas de gran padre fundador de todo lo conocido figuraban por todos lados, al igual que las de la virgen del Carmen y varias deidades y caciques indígenas, el sincretismo y mezcla arquitectónica y artística que se dio para estos monumentos era una cosa casi surrealista; Los indígenas, en especial los Selknam, eran vistos con respeto y el puerto de Punta Arenas se constituyó en un importante punto comercial que unificaba ambos mares.
La confederación terminó por adaptar el nombre del Imperio Neoinca, mientras que un poco más arriba surgía un nuevo gran Estado, fruto de los ideales bolivarianos y de estas logias secretas: La Gran Colombia, con su capital en Colombo.
Chile, al estar relegado al Sur, se concentró en poblar la patagonia y chilenizarla, para ello hizo sentir el peso de su gobierno en esas tierras. Y no sólo eso, la unificación mapuche afloraba desde la época de Ohiggins, pero tuvo un gran salto cuando entró en escena un toqui que unificó a todos los indígenas de la patagonia: Kalfukura, el cual llegó a tener mucho poder en Chile, la cuna del ejército indígena, héroe de la guerra contra la confederación, al finalizar esta se dedicó a contribuir a la construcción de esta nación indígena, trayendo gente y reforzando el ejército, se enfocó en sus hermanos indígenas que sufrían en las tierras Argentinas, atrapadas en la inestabilidad, el caudillismo y la corrupción. Así, inició una campaña de conquista que alegró tanto a indígenas como al gobierno de La Ciudad de los Césares. Y en el gobierno de Buenos Aires, al verse tan debilitado, sin tierras que cultivar y explotar, con varias disputas en su organización y varios masones entre sus filas, tomó una decisión: su anexión al eficiente y respetable gobierno chileno, con lo cual estas naciones hermanas adoptaron un nuevo nombre: la Federación Patagónica, que reconocía a la nación mapuche, y la integraba como su poderoso e invencible ejército al resto de la federación.
Mientras, las cosas en el Chile neoinca no iban bien. La guerra contra España por ciertas islas hacia el Caribe desencadenó unos fuertes bombardeos e incluso saqueos de la ciudad puerto de Valparaíso, donde se encontraba el hombre más poderoso de esa parte del imperio: Diego Portales. Su muerte significó el inicio de un período de inestabilidad, mientras que Valparaíso perdió definitivamente su relevancia como puerto, lo que significó una mayor prosperidad para Punta Arenas.
Con el puerto de Punta Arenas y de Buenos Aires la prosperidad económica fue tal que la inmigración europea, impulsada por el gobierno de Ohiggins llegó a ser masiva, en especial de alemanes, el principal interés de Monteagudo, el cual veía auspiciosos y prometedores resultados de la mezcla de sangre mapuche y aria, curiosamente ambas culturas resultaron llevarse muy bien, el idioma era semejante, al igual que los mitos y algunas tradiciones, por lo cual se incentivó la creación de villas de integración específicamente para estos dos pueblos.
Fue durante esta época que un europeo llegó a estar al mando de la nación indígena: Orélie Antoine I, el cual la reorganizó como El reino de la Araucanía, pero aún así seguía integrada a la federación.
Varias décadas después, la Federación Patagónica firmó varios tratados y alianzas de comercio y cooperación militar con el Tercer Reich, el cual envió varios científicos para estudiar el resultado de décadas de mestizaje y política de higiene racial que se habían adelantado al nazismo. El programa Lebensborn tuvo varias de sus principales cedes aquí, su científico más conocido fue el profesor Josef Mengele y se aplicó la política de esterilización de homosexuales, alcohólicos y judíos, todo esto impulsado por el ministro Salvador Allende principalmente, además de la instalación de varias bases militares en islas del sur.
Las relaciones entre indígenas y alemanes se vieron nuevamente en su mejor momento, el sincretismo cultural que se produjo desembocó en una corriente esotérica que tuvo varios seguidores.
De este modo, La patagonia pasaba a formar parte del eje, la Segunda Guerra Mundial se peleó en Sudamérica con la Federación Patagónica aliada con la Gran Colombia para derrotar a un enemigo común: El Imperio Neoinca.
Lo cierto es que los ideales de unificar a la América hispana aún estaban latentes, en especial entre los misteriosos y sombríos oligarcas de la ciudad del fin del mundo, que esperaban este momento desde que sus pares del Perú les dieron la espalda al plan masónico de integración.
Aunque el imperio se encontraba desgastado, corrupto e ineficiente, su principal unificador era la renovación de la religión y la exaltación de los ideales quechuas, lo cual le había dado a los altos comandos de su ejército conocimientos místicos para manejar fuerzas increíbles.
Las runas de nazca las cercaron y las convirtieron en una gigantesca computadora astral con la cual movieron todas las fuerzas mágicas latentes de las tierras incas, Momias quechuas se levantaron de su tumba a lo largo de toda la cordillera para atacar al Este, zombies chinchorro rondaban por el norte, los geoglifos del desierto de Atacama cobraron vida y entre las imposibles figuras que surgieron se encontraba un poderoso gigante y toda una tropa de alimañas y animales místicos se movilizaron para defenderse, al igual que varias hechiceras quechuas que lanzaron sus maleficios a los invasores federados.
Pero la Patagonia también tenía sus trucos.
Los aristócratas más viejos y poderosos de La Ciudad de los Césares se reunieron en el famoso faro de Punta Arenas en cuya cima estaba oculto el segundo corazón de Kalfukura, dentro de una ánfora. Todavía latía.
El ejército creó un programa de filtrado racial y mestizaje que ya había dado frutos: una mezcla perfecta entre el pueblo indomable y la raza aria, los guerreros perfectos, la última generación nació en su mayoría gemelos, gracias a los estudios del profesor Mengele, el cual también les inyectó genes que obtuvo del ADN de Kalfucura, un poderoso mutante con habilidades de regeneración únicas.
También fueron hasta un antiguo y secreto fuerte templario, en torno al cual se había fundado la ciudad, para sacar el tesoro más preciado de La Patagonia. Oculto en el fin del mundo, era el tesoro más grande de la humanidad, la verdadera razón que tenía Valdivia para fundar Chile y que había impulsado a Ohiggins hasta allí, algo que dudaban entre llevar al faro o dejarla en aquella cripta subterránea tan bien custodiado: La Copa de Jesucristo, la cual entregaron al Reich en un gesto que cerraba una poderosa e indisoluble alianza.
Finalmente, en el mausoleo de Kalfucura, se encontraba un meteorito que se había estrellado en el estrecho hace varios años y que él había rescatado de una de sus tantas expediciones militares. Lo acompañó a cada una de sus campañas, y mientras dormía la radiación que desprendía este meteorito fue alterando su ADN para convertirlo en un guerrero tan longevo e invencible.
El raro material del que estaba hecho este meteorito, altamente fisionable y radioactivo, fue lo que le permitió al Tercer Reich desarrollar la bomba atómica y sus platillos voladores y vehículos de desplazamiento espacio-temporal, lo que les permitió ganar la Segunda Guerra Mundial.
En una isla de Magallanes instalaron una base de platillos voladores con la cual fueron trayendo curanderos de otros planos, dimensiones y planetas la cual llamaron Friendship, como parte del programa Lebensborn para expandir la investigación genética y del poder psíquico y mental.
Los altos jerarcas nazis finalmente determinaron que el mejor lugar para el Santo Grial era en el faro, al ponerlo en la cima de este, brilló como nunca antes, vino a ser la luz que iluminó el fin del mundo, que señaló el camino hacia una tierra aún más lejana y desconocida, a la cual hacía años que la Patagonia quería expandirse.
Así, la colonización de la Antártica se llevó a cabo instalando bases alemanas y patagónicas y poblándolas con esta nueva raza que habían formado. Llegaron a construir una gran plataforma de lanzamiento que les permitía el paso al espacio y otra bastante lejos que les daba la entrada al reino intraterrestre de Agharta. Se construyó una enorme ciudad en un domo que fue la central de este proyecto de colonización y a la cual fueron a parar los restos del hombre que hizo todo eso posible. Por lo mismo la ciudad se nombró Tierra de O´higgins.
En medio de todo esto, en una sesión espiritista donde participaban una psíquica alemana y una selknam con el fin de reclutar aliados en el plano astral, llegaron a toparse con un mundo muy distinto, uno donde las tierras del fin del mundo nunca concretaron ninguno de sus tantos grandes proyectos. Tantos sueños rotos y proyectos fallidos que toda esa frustración y rencor se acumuló como una enorme bola de energía que vino a sacudir a la pachamama en el 2010. Pero no sería así ahora, la tierra de las oportunidades ya no sería Estados Unidos, sino Chile.
Finalmente, la operación triunfó, Norteamérica era administrada por el Tercer Reich en la parte Este y por el Imperio del Japón en el lado Oeste, mientras el resto de la América hispana era administrada por un sistema de información y control cibernético que dirigió la producción de tal modo que el crecimiento económico fue tal que sacó del subdesarrollo a todas esas naciones. Chile fue la cuna de este proyecto, fue el país que inventó la Internet, que construyó la planta de energía solar más grande del mundo en el desierto de Atacama y que para el 2010 tenía más celulares que personas y encima era el dueño de la luna, en la cual instaló bases en cooperación con Alemania, con la plataforma de lanzamiento en la Antártica, en la cual, luego de décadas de calentamiento global y deshielo, descubrieron entre los casquetes polares una ciudad única, que vino a ser la capital de capitales, el centro del mundo: La Atlántida. Descubierta en territorio que correspondía a Chile.
Todos los pueblos vivieron a partir de entonces como uno solo. Los ideales bolivarianos vueltos realidad. El ciberbolivarismo. Un nuevo Orden Mundial.
Esta es mi manera de celebrar el bicentenario, reescribiendolo todo para marear aún más a los que ya se complican con la historia oficial, y no es tan en broma, este cuento esta siendo publicado en partes en la revista biblioteca de mi colegio, en la portada se puede apreciar una buena influencia de la acutal literatura fantástica chilena, la Leti (biliotecaria) y yo compartimos varios gustos.
Así, a Revolución Fantástica Literaria llega a mi colegio, publicitada por esta humilde revista que aspira a más una vez que capte suficientes cooperadores.
Así me sumo a las celebraciones, las cuales han incluido una buena dosis de programas históricos y culturales en la tele, lo que me animó a recolectar esto y un poco de todas las demás ucronías que había leído. En fin, espero que les haya gustado.
Se agradecen las buenas intenciones y las buenas vibras, la buena onda, las excelentes redacciones compartidas.
ResponderEliminarCorrijo algo: es un FANZINE, a ver si con el tiempo muta y se llame revista jajaja, aunque el FANZINE es mas popular y me gusta eso.
Un abrazote.