La ciencia ficción en Chile ha tenido logros
esporádicos, y en especial durante sus inicios, aislados, además de períodos de
larga inactividad. Es durante la última década, con múltiples exponentes y
obras producidas, en el marco de la llamada “revolución fantástica” que ha
surgido el interés por sistematizar y crear escuelas en torno a los escritos
producidos, consolidándola como género literario en nuestro país, e iniciando
los diálogos y comparaciones pertinentes con las áreas temáticas del género,
vale decir la ciencia y la ficción.
Recientemente se han llevado a cabo distintas
charlas con la intención de ahondar más en este género y la relación que arma
entre ciencia y ficción. Así, se realizó en la Universidad Andrés
Bello el ciclo de charlas “¿Qué
tan Ficción es la Ciencia Ficción?” al alero de la facultad
de ciencia exactas de la misma casa de estudios y orquestado por Francisco Ortega. El
ciclo de cuatro charlas, de un considerable éxito, se extendió desde agosto
hasta noviembre, con una fórmula que se repitió en cada ocasión: un científico
de la universidad dialogando con un exponente de la ficción científica o
fantástica chilena, pasando por Jorge Baradit hasta el cineasta Inti
Carrizo-Ortiz.
La otra charla, a una escala mucho menor, se
llevó a cabo en la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, con una idea similar, reunió a Omar Vega, Sergio Amira
y el profesor Patricio Robles. Una instancia amena y explicativa, pero de poca
concurrencia.
Mientras que la segunda contó con un enfoque
científico mucho más marcado (esperable de una charla dirigida por dos
especialistas en ciencia y un escritor) la primera derivó en una vertiente más
bien fantástica del género. El diálogo, si bien tuvo un carácter marcadamente
lúdico, no ahondó mucho en temas de ciencias duras, estableciendo comparaciones
más bien superficiales entre los adelantos tecnológicos de la CF y los verdaderos alcances de
la ciencia. Aún teniendo a Francisco Ortega como moderador, la tendencia era a
que el invitado ajeno a la casa de estudios acaparara un poco más de la mitad
de la charla.
Comparándolas, se puede interpretar estas
tendencias como otro síntoma de que a la ciencia ficción en Chile le falta
rigurosidad y especulación científica directa, la llamada “ciencia ficción hard”, quizás una de las áreas centrales
de este género y aún sin explotar del todo en nuestra literatura local.
Para contextualizar un poco, hay que tener
presente que los subgéneros Hard y Soft hacen una mimesis con las llamadas
ciencias duras (hard) y ciencias
blandas (soft). Aludiendo la primera,
en palabras de Barceló, a aquella que retoma los temas más estrictamente
científicos y que “se basa principalmente en el mundo de la ciencia (…) Por lo
general, la física, la química de la biología, con sus derivaciones el ámbito
de la tecnología, son las ciencias que soportan la mayor parte de especulación
temática de la ciencia ficción hard”. Mientras que la segunda, en
contraposición a la base científico-tecnológica de la ciencia ficción más
clásica “incorpora las ciencias sociales como la antropología, la historia, la
sociología y la psicología al ámbito de la ciencia ficción. [...] Sus autores
suelen caracterizarse por una escasa o nula formación científica y un interés
casi exclusivo por lo meramente literario” (1).
Posiblemente el autor cuyo estilo más se le
acercó fue Hugo Correa, nuestro mayor exponente por antonomasia. Además de
otros preceptores que lograron imprimirle su cello de divulgación científica
como Elena Aldunate y su padre, el ingeniero Arturo Aldunate Phillips.
Si bien Hugo Correa fue uno de los pocos que
estuvieron cerca de ganarse la vida como escritor de ciencia ficción
profesional, hoy, Jorge Baradit asoma como el escritor que ha logrado alcanzar
esa meta. Por lo mismo, su obra acapara buena parte del mercado local, lo que
influye notoriamente en el desenvolvimiento del género en Chile. Él mismo ha
reconocido que no le gusta la ciencia ficción pues es un género donde “todos
escriben más o menos lo mismo” (2). Esto se puede apreciar en su estilo, bastante rompedor y original, el
llamado “realismo mágico 2.0”
o “ciber-chamanismo” que bebe más de la fantasía y el esoterismo que de la
ciencia ficción.
En general, la sci-fi criolla tiene un marcado
estilo fantástico, más bien de sci-fi
soft, siendo pocas las novelas que han hurgado en la vertiente más hard, como los ya mencionados Aldunate,
Diego Muñoz con Flores para un Cyborg,
o el mismo Omar Vega con su novela El
secreto de Rings, siendo esta, junto a Los Altísimos de Hugo Correa, dos
notables Space-operas, otro sub-género
en el que poco se ha incursionado a nivel criollo. Ambientar historias en el
espacio también es complicado cuando un país tiene como única experiencia sideral
un satélite en órbita (siendo este parte del novum principal de la novela de Sergio Amira Identidad Suspendida, una de las razones que incitó a la editorial
a presentarla erróneamente como “la primera novela de ciencia ficción chilena”).
Lógicamente el bagaje tecnológico y científico con el que se cuenta en
determinado contexto influirá a los escritores, lo que determinó que buena
parte de la ciencia ficción producida en la Unión Soviética fuera dura o hard, por ejemplo. Sobre este país, el
mismo Isaac Asimov llegaría a afirmar “en una sociedad tan centrada alrededor
de la ciencia, no es razonable suponer que no se desarrolle una forma de
literatura que hace de la ciencia y los científicos los héroes típicos de
nuestro tiempo” (3) algo que
claramente no se da en nuestra nación.
Pero esta tendencia no sólo se ha dado en
Chile, también a nivel regional. No por nada en la antología Comos Latinos (An anthology of science fiction from Latin America and Spain)
llegaría a afirmarse en el prólogo:
“La ciencia ficción de América Latina y España
comparte muchos elementos temáticos y estilísticos con la ciencia ficción
anglófona, pero existen importantes diferencias: muchas carecen de
plausibilidad científica, y otras muestran la influencia de celebrada literatura
fantástica de la región” (4) Lo cual es de esperarse en un continente con una generación de
literatos herederos de García Márquez y su Realismo Mágico, al igual que de las
historias oníricas y metafísicas de Borges y Cortázar, y claro, herederos de
una atropellada historia sociopolítica en todos los países iberoamericanos, lo
cual termina por trazar finalmente estilos como el de Jorge Baradit, marcado
por la ucronía, el esoterismo y los mitos indígenas, expresado todo de una
forma más bien surrealista y metafórica, en desmedro de la ciencia ficción
dura.
Este mismo es uno de los desafíos que le queda
pendiente a la ciencia ficción nacional, como el mismo Omar Vega llegaría a
reconocer (5). Si bien se
han lanzado al mercado escritos de CF dura,
aunque en una cantidad menor de obras, aún se puede apreciar el predominio de
obras soft y fantásticas en Chile
(haciendo la analogía en el alcance de las charlas y el desarrollo de ambas
vertientes se puede desarrollar una idea bastante precisa del estado de cada
tendencia). En un país con un mercado literario de ciencia ficción
relativamente joven era de esperarse un escenario como este. Ahora nos toca
elucubrar sobre lo que vendrá. La investigación científica y los logros
tecnológicos fueron uno de los mayores incentivos para desarrollar la sci-fi hard en el primer mundo (especialmente
durante los primeros años de la guerra fría), al igual que las interrogantes y
riesgos que estos podían acarrear.
Basta con hacer la comparación con nuestro país
vecino Argentina, nación que cuenta con una basta tradición científica que
incluye centrales nucleares y tres premios nobeles de ciencia. Esto, sumado a
una constante influencia europea permitió el temprano florecimiento de revistas
especializadas en ciencia ficción y la difusión de la ciencia, además de
precursores como Borges y Bioy Cáceres que delinearon lo que algunos llaman
como “relatos de meta-ciencia ficción”. Todo esto ha permitido el auge de una
mayor cantidad de obras de ciencia ficción hard
en la nación trasandina. No obstante, ni estas condiciones ni una gran difusión
de este subgénero se han dado dentro de nuestras fronteras.
Vivir un país donde la investigación científica
es escasa, y el mercado de gente dispuesta comprar este tipo de literatura es
menor constituyen claras barreras para este desafío pendiente, que ante la ausencia de un cambio
cultural seguirán siendo sorteadas por autores con el mismo entusiasmo e
interés que han surgido hasta ahora, además de una reducida, pero fiel camada
de lectores y seguidores.
Bibliografía citada
(1) Barceló, Miquel (1990). Ciencia-ficción, guía de lectura.
Barcelona: Ediciones B. Pág. 43.
(2) Cultura de La Tercera , 18 de octubre de
2008, pág. 4 y 5.
(3) Asimov, Isaac. Ciencia ficción desde la Unión
Soviética. De Sobre
la ciencia ficción. Editorial Sudamericana. 1982.
(4) Novoa, Marcelo. Años Luz, Mapa estelar de la ciencia ficción en Chile, Puerto de
escape. 2006, Pág. 17.
(5) Vega, Omar. En la luna: un bosquejo de la ciencia-ficción chilena, 2006.
También publicado en:
http://anticipacion.blogspot.com/2012/12/el-estado-de-la-sci-fi-hard-en-chile.html
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