A nivel planetario, la ciencia ficción tiene a
dos franquicias como protagonistas de una eterna disputa: Star Wars y Star
Trek. Si bien la primera supera indudablemente a su contendora con el marketing
y penetración en la cultura popular masiva, la segunda no se queda atrás en
cuanto a la complejidad de sus personajes y argumentos, sumándole el plus de
que fue la primera saga en irrumpir en pantalla y la más innovadora en su
tiempo.
Ambas son productos distintos, dirigidas a
públicos de distintos gustos e intereses, pero enmarcadas en el genéro sci-fi,
claro. Lo que me ocupa en el presente ensayo es que Star Wars parece tener la
batalla poco menos que ganada en nuestro pequeño país.
En el último tiempo se han desarrollado varias
convenciones y eventos que han permitido el florecimiento de nuestra cultura ñoñística desde principios del
milenio, siendo los stands, grupos y decoraciones más abundantes en la mayoría
de estos eventos los relacionados con Star Wars.
Grupos como Fan Solo, Star Wars Chile y Alianza
Rebelde, entre otros, sobresalen por su número y capacidad de organización y creación;
destacando sus costosas maquetas y elaborados dioramas que constituyen uno de
los mayores atractivos de todo evento al que han sido invitados. Contrastando
con los poco numerosos fans de Star Trek, y algunos de Star Gate, la space-opera por excelencia en las
convenciones chilenas es, sin duda, la saga de George Lucas.
Y el logro más trascendental de estos fanáticos
de La Fuerza, hasta ahora, ha sido, sin lugar a dudas, el mediometraje Star
Wars: Renacimiento, un film made in Chile
enmarcado dentro del universo Star Wars, de la mano del director nacional Inti
Carrizo Ortiz. Tal fue el éxito que tuvo en festivales internacionales que el
mismo George Lucas le dio su sello de aprobación. Oficialmente, estamos ante un
producto del universo Jedi.
Como remataría nuestro querido Juan Andrés
Salfate: “Chile es un país Jedi, por la razón, ¡o la fuerza!”.
Si lo dice nuestro escudo nacional, debe ser
verdad.
Pero indaguemos un poco en las posibles
razones.
Star Trek fue la primera franquicia. A
principios de los años setenta fue emitida en televisión abierta, en una época
en que pocas personas tenían acceso a la televisión, precisamente el terreno
donde la saga de Gene Roddenberry lleva hasta el día de hoy la ventaja absoluta
a su contendora.
Los más nostálgicos la recordarán como una
serie clásica, pero sin muchas imágenes que hayan penetrado en el imaginario
popular más allá de las orejas del señor Spock y la banda sonora de la
secuencia de apertura.
Luego, a fines de la misma década, fue que
irrumpió en escena Star Wars.
Los cines en la capital eran pocos en ese
entonces, pero había toda una cultura por asistir a ellos, a pesar de las
largas filas que había que pasar por conseguir un boleto.
Y el éxito fue rotundo. La mayoría de los
coleccionistas y creadores de maquetas eran niños en ese entonces, y su pasión
por la saga de George Lucas les duraría hasta nuestros tiempos, cuando la
situación económica es mejor y pueden ver plasmados sus sueños más allá de las
conversaciones que uno puede hacer para comentar las películas.
En un país pobre, pequeño y atrasado, la cinta
de LucasFilm deslumbró a todos los
espectadores con sus impresionantes efectos especiales, banda sonora, naves
espaciales, robots, caballeros jedis…
Star Wars pasó a tener una penetración total en
el inconsciente colectivo y la cultura popular, mientras que Star Trek quedó
estigmatizada como el “pariente ñoño” de la ciencia ficción.
La historia es simple, la del arquetipo del
camino del héroe, con reminiscencias de un cuento de hadas, pero ambientada en
el espacio sideral. El mismo Lucas ha dicho en más de una oportunidad que no se
trata de una historia de ciencia ficción, sino más bien de una de “aventura
épica fantástica” con varias inspiraciones en historias anteriores, como la de
Buck Rogers (y más recientemente, en John Carpenter). Pero en un país sin
cultura sci-fi, eso poco o nadie lo sabe o siquiera le importa.
El gran mérito de Star Wars es cómo supo
explotar ese sentido de lo épico, más un apabullante marketing y merchadising
que ha terminado convirtiendo, a cada cosa que sale en pantalla durante
cualquiera de sus producciones, en una figura de colección o en otro juguete
más que los niños pueden adquirir fácilmente a través de Hasbro. Tal cual haría
el régimen nazi, en cuya figura está inspirado en buena parte el imperio
galáctico, Lucas mete en la vida cotidiana y consciencia de las juventudes las
imágenes y emblemas de su imperio del marketing.
Y desde entonces que no para.
Como decía Neil Postman, la imagen es
peligrosa, pues son seductoras y el pueblo tiende a idolatrarlas en un
ejercicio de devoción que no requiere mayor esfuerzo ni análisis. Haciendo una
analogía con Moisés y el segundo mandamiento, ese que reza “No adorarás
imágenes”, Postman afirma que Moisés sabía que cuando un pueblo comienza a
realizar imágenes de cualquier clase se “enamoran de ellas y las adoran”. Así,
este principio no lo aplicaron sólo a esculturas paganas, sino que también
prohibía todas las imágenes visuales, de cualquier cosa de los cielos y de la
tierra. De esta forma, se desvió la energía creativa de los hebreos a la
devoción de la palabra escrita, forjando su cultura de carácter tan analítico y
racional (1) (Y no olvidemos que nuestro querido Leonard Nimoy, es precisamente
judío).
Sumada a la inolvidable banda sonora de John
Williams, el producto audiovisual se constituye en un irresistible becerro de
oro.
Eso caracteriza a buena parte del producto de
Star Wars. La idea es dejarse seducir por la entrañable imagen de C-3PO, la
simpática forma de R2-D2, la intimidante figura de Darth Vader y su tenebroso
emperador. Y la historia, no hace falta que sea tan compleja.
Eso encajó muy bien en un país en que la
alfabetización sólo se había consolidado recién en los años sesenta, para luego
irrumpir en los años ochenta, y con bastante fuerza, la televisión, definiendo
a la cultura audiovisual como nuestro principal medio de masas. Vale decir,
apenas tuvimos dos décadas para cultivar a nivel masivo la palabra escrita, a
la que también hay que descontar la década de represión y censura impuesta por
el gobierno militar. El culto a la imagen viene desde entonces.
Mientras que Star Trek trata en cada uno de sus
episodios y películas problemáticas que la gente no gustaba tratar en ese
entonces, como la amenaza de la guerra, el racismo y los peligros de la
ciencia, entre otros. Los personajes, sin ser su estética su mayor atractivo,
son más complejos, y los argumentos requieren precisamente de un análisis mayor.
Pero con el escenario anterior, de represión y desincentivo a la crítica y el
pensamiento en los medios masivos, era mucho más factible el auge de Star Wars.
Star Trek es una saga un poco más inteligente,
mientras que Star Wars es una saga hecha para las masas.
Esa es quizás una de las razones por la que
tuvo tanto éxito en nuestro país, pero yo le sumaría otro aspecto de la
historia: el de la rebelión contra el imperio galáctico.
En una época en que Chile vivía los años más duros
de la dictadura, con el toque de queda y los militares paseándose armados por
las calles, ir al cine a ver un film titulado “Una nueva esperanza” era
bastante atractivo; y ver en las primeras secuencias de acción tomarse una nave
por tropas de asalto, encabezadas por un personaje oscuro y despiadado, son
acciones no muy distintitas a las de nuestros militares y el dictador. Además
que las escenas de tortura que Leia y Han debieron soportar, no diferían mucho
de lo que se vivía a diario en Chile y en Sudamérica en general.
Funcionó como la mejor de las novelas rosas, a
lo Janice Radway (2): una forma bastante divertida de evadir la realidad, con
una historia con la que nos podíamos identificar, y un desenlace liberador y
esperanzador. La trilogía en sí pudo constituirse en una especie de catarsis,
sin que nos diéramos cuenta, y posiblemente contribuyó a germinar en las masas
el sentimiento de rebelión y protesta que comenzaron con fuerza a partir de
1983, justo el año en que se estrenó El
Retorno del Jedi.
No peleamos con naves ni armas láser, ni fue
una victoria tan épica, pero si un triunfo al fin y al cabo, con la fuerza de
nuestras masas. Ya lo dice la canción: “Ya viene la fuerza, la voz de los ´80”.
Nuestro escudo nacional definitivamente se
merece su lema.
Bibliografía
(1) David Crowley y Paul Heyer, La comunicación en la historia.
Tecnología, Cultura, Sociedad, Barcelona, Bosch, 1997, P. 366.
(2) Janice Radway, Reading the romance. North Carolina :
The University of
North Carolina Press,
1984.
También disponible en:
http://www.ciencia-ficcion.com/varios/firmas/index.html?f=20120805
También disponible en:
http://www.ciencia-ficcion.com/varios/firmas/index.html?f=20120805
Interesante análisis de la saga, en especial el contexto histórico que le das respecto de la realidad chilena cuando fue estrenada, y la relación de su éxito con el pobre nivel cultural de nuestra población. Felicitaciones.
ResponderEliminarBlood
Estimado Diego
ResponderEliminarEn el año 1992, cuando mi hermana Jacky y yo decidimos hacer el club de fans Star Trek Asociación Cultural, en la ciudad de Lima, Perú, muchos negociantes de productos de la ciencia ficción en general se nos acercaron a querer vender o colocar un módulo en el "Garaje", lugar donde hasta hoy hacemos las reuniones con los admiradores de Viaje a las Estrellas.
Para uno de nuestros aniversarios, mi hermana Jacky había construido cinco escenografías de los diversos ambientes de la nave Enterprise 1701 D, hechos totalmente a mano, en el tamaño adecuado para que ingresen, como parte de la tripulación, los artículos Playmates Star Trek de 12 ctms.; cuando una periodista de un medio local vino a entrevistarla, ante su sorpresa de ver en la vitrina de exhibición esas piezas únicas, como el puente principal, la sala de transportación, el puente de batalla, etc., nos llamó la atención, y preguntó :
¿Por qué no teníamos los cientos de naves, muñequitos y juguetitos, que presentan los de la obra de CF que mencionas?.
Mi respuesta fue: "Si deseas puedes ir a cualquier tienda de almacenes, comprar todo y colocarlo en una vitrina, ¿dónde estaría el mérito?, estas son obras hechas a mano, son únicas, ese es el sentido del club de fans: promover que los admiradores utilicen sus manos y su mente para trascender. Desde el año 1992, motivamos para que los admiradores de Star Trek, fabriquen sus propias naves, uniformes, dioramas, historietas, etc."
Debo acotar, que como Economista respaldo la libre comercialización de todos los bienes y servicios, sin embargo también aplaudo la creatividad humana.
Ahora, si de obras se trata, yo pienso que la saga a la que haces mención, tiene además de una triste historia de un niño abandonado por su madre, quien se lo entrega a un desconocido disfrazado de monje para que lo eduque (conocemos la fama de los curas), privándolo de su habitación, sus amigos, sus juguetes, y sobre todo del calor de su madre, con el pretexto de ser elegido (en la historia no recuerdo que alguna madre abandone a un niño por ser el elegido), existen además demasiadas escenas de violencia y muerte, que para un guionista inteligente, hubiera sido suficiente comentar los hechos, como el caso de la Destrucción de Alderaan.
Yo, a pesar de ser admiradora de la ciencia ficción, también comprendo el significado de la palabra Marketing, razón por la que existe una mayor cantidad de seguidores de un producto con respecto al otro, y nada tiene que ver la calidad.
Por ello constantemente me refiero que en el mercado hay para todos los gustos, algunos para pensar, y la mayoría, como bien escribes, para las masas, porque son populares.
Saludos. Fátima
http://www.fatimarodriguez.blogspot.com