Sinopsis
Juan Pablo García se
despierta el 19 de Diciembre y va a su Universidad a entregar la postulación
para irse un año de intercambio a Harvard. Vuelve a su casa para tomar una
siesta y empezar sus vacaciones de verano. Cuando se despierta se encuentra que
la ciudad ha sido abandonada y está totalmente solo. Juan Pablo deberá descubrir
porqué la gente se fue de la ciudad, pero aún más importante, porque fue dejado
atrás.
Este sábado 10 de noviembre fue el último día
del Festival de Cine de Providencia, segunda edición del certamen que reúne lo
más desconocido, y al mismo tiempo fascinante, que se produce en Chile sin
productoras de peso ni grandes distribuciones. La película que vino a cerrar el
certamen fue Juan in a million, film
apocalíptico que muestra la odisea de un joven universitario (Sergio Allard,
director y protagonista) que,
de la noche a la mañana, se convierte en el último hombre en Santiago de Chile,
una mañana 20 de diciembre de 2012.
Con un presupuesto reducido (7 mil dólares) y
sólo tres meses de rodaje el film presenta una propuesta rompedora y a la vez
ambiciosa. Con reminiscencias de las técnicas típicas del cine chileno, apuesta
por un narración más propia del estilo yankee (el hecho de que emplee la misma
banda sonora de I am leyend no es
menor, tampoco que muestre una solitaria cena de Navidad casi calcada de Mi pobre angelito), sumado a largas
secuencias habladas en inglés, que en conjunto constituyen un producto
hecho con miras al extranjero, a un
público internacional más que local.
Y es que el espectador chileno promedio no
tiene mucho de que agarrarse para identificarse con el largometraje, filmado en
su mayoría en locaciones del sector oriente de Santiago, con un protagonista
bilingüe, y estudiante de ingeniería comercial de la Universidad Católica ;
por mucho que su nombre sea Juan Pablo García es difícil relacionarlo con un
chileno clase media.
Esta película no fue hecha sólo para el
extranjero. Fue hecha por universitarios de buena situación económica, y para
universitarios con buena situación económica (los llamados chicos Puc, que hablan con soltura el inglés cuando buscan
desahogar sus problemas, tal cual lo hace nuestro Juan en cuestión), y por
supuesto, el público extranjero.
Un caso similar es la película Solos, de Jorge
Olguín, la primera película chilena apocalíptica y antecedente directo de Juan in a million. Producción
oficialmente “nacional” pero hablada entera en inglés para el público anglosajón
(existiendo una versión en español poco difundida). Claro que sus realizadores
hace rato que habían salido de la universidad, dejando una producción un poco
más objetiva.
El film también presenta algunas fallas
técnicas (la secuencia de la
Plaza de la
Ciudadanía vacía muestra al patio antiguo de La Moneda , ese que era más
cuadrado que el actual; y los subtítulos son de color blanco, y en una parte
del film el fondo también lo es, lo que dificulta su legibilidad), esperables
de una producción de bajo presupuesto.
Además cabe señalar algunas fallas lógicas del
actuar del protagonista. Por ejemplo, si al estar tomando consciencia de su
condición de único ser humano, y al prender la televisión se extraña al ver
sólo estática, que su acto seguido sea ir a Bellavista a hurgar en los estudios
del canal no es lo más inteligente que puede hacer. Ya sabe que no están
transmitiendo, consecuentemente no debe haber nadie tampoco en el canal, el
verdadero misterio ahí, y que se mantiene a lo largo del film es, ¿¿Cómo
demonios sigue habiendo electricidad?? Al menos yo en su lugar habría ido a
Chilectra a ver quien mantiene las máquinas funcionando.
Aunque si es por decisiones ilógicas, la más
destacable es que el protagonista insista en permanecer en la ciudad, recién
hacia el final reúne el valor necesario para dejarla. Y es que este film nos
muestra a un personaje que libra una batalla interior, que desde antes del
Apocalipsis guardaba mucho miedo e inseguridad sobre qué es lo que tiene que
hacer, conflicto que se resuelve, junto con algunas pistas del misterioso fin
de la humanidad, hacia el final.
Y es que cada película de este tipo de
argumentos, simples y a la vez fantásticos, se divide en dos partes. En la
primera, el protagonista se deslumbra y explora todos los matices del
inexplicable fenómeno (que desaparezca la humanidad, que un avión se estrelle
en una isla de misterios-Lost-, o que un grupo de desconocidos despierte
repentinamente adentro de un cubo- The Cube-); y en la segunda y final, se da
una explicación, o al menos algunas pistas que diluciden el misterio y den algo
de sentido a lo que ha pasado.
El guión nos da una explicación, una que
encuentra Juan en la torre Titanium,
donde descubre que una suerte de multinacional, o simplemente una entidad muy
poderosa, ha planeado todo esto, y ha controlado la vida de Juan por lo menos
durante el último tiempo, al grado de que su novia no estaba con él porque lo
quería, sino porque la empresa planeo que fuera así.
De esta forma, con un desenlace similar al
argumento de Los Agentes del Destino,
la película trata temas como el libre albedrío, el control, la toma de decisiones
correctas, la autoestima y por supuesto, la soledad.
Hasta la escena de esta revelación, la película
parece ir por buen camino, pero el cierre es, cuando menos, políticamente
discutible. Aboga por un mensaje de resignación, de sumisión ante un Destino
todopoderoso que controla nuestras vidas. Juan se asombra con la revelación de
la existencia de una conspiración, pero acto seguido no se enfurece como haría
un personaje de película yankee que reclama por su libertad (Como le preguntó Morpheo
a Neo: ¿Crees en el destino? No, le respondió. ¿Y por qué no? Preciso su
mentor. Porque no me gusta la idea de que no controlo mi vida, respondió el funcionario
de camisa y corbata que huyó de su realidad) sino que se siente más tranquilo,
porque ahora sabe que en realidad “nunca ha estado solo”. Sintiéndose cobijado
por una entidad que no alcanza a comprender, y de la cual no sabe nada, es que
reúne el valor necesario para salir de la ciudad, buscar más personas en el
mundo, y por supuesto respuestas, y así algún día “poder escoger por su propia
cuenta”. Un mensaje distinto, sin lugar a dudas. Pero distinto no quiere decir
que mejor. Si la última de Batman tenía un mensaje derechista, de repudio a las perversas revoluciones de terroristas extranjeros, este film tiene uno de
sumisión religiosa (¿Qué más se podía esperar de un chico Puc?).
Así y todo, Juan experimenta un crecimiento
personal, sin lugar a dudas. Y el final queda abierto, pero no deja de ser
interesante, y a la vez informativo (al menos más que el final de Lost).
En resumen, el film nos muestra una mirada
interesante, y más o menos novedosa del Apocalipsis maya y del argumento del
Hombre Omega, combinado con el viejo mito de las conspiraciones mundiales. Otro
punto a favor para el cine chileno, que en último tiempo, y en especial este
año, se ha mostrado cada vez más prolífico.
Ya triunfó en el festival de Los Ángeles
(California) y de Valdivia, ahora tuvo su pequeño estreno en Santiago.
Esperemos atentos a su estreno comercial.
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