sábado, 22 de septiembre de 2012

Los Libros


Puede que yo haya sido víctima de una elaborada broma, y mi muerte haya sido en vano. Pero la evidencia me empuja a creer que, sin darme cuenta, terminé atrapado en un inextricable laberinto onírico. Sea cual sea la respuesta, lo hecho, hecho está, y no siento ningún remordimiento por lo ocurrido.
Los hechos me remontan a esta mañana. Como cualquier otra, me encontraba vagando desde madrugada (o desde el anochecer, no hay forma de saberlo. Hace mucho que he asimilado la idea de que el tiempo es relativo, y no he vuelto a frecuentar reloj alguno) en los interminables pasillos de la gran Biblioteca Nacional.
Desde hace ya varios lustros que he rondado por estos polvorientos pasillos, con sus estantes atestados a más no poder de los volúmenes más antiquísimos y amarillentos que se puedan encontrar. Puede que el tiempo siga avanzando allá afuera, en lo que a mí concierne, el tiempo que me resta lo pasaré en estos parajes.

lunes, 17 de septiembre de 2012

El Mundo según Germán



La realidad es mucho más compleja de lo que uno cree. Aunque siempre busquemos el lenguaje más simple, siempre estaremos evitando la verdadera cara de las cosas. Y este permanente ejercicio de codificación y descodificación del mundo, no se ustedes, pero por lo menos a mí, me causa jaqueca.
Nietzsche dice algo muy similar en este texto que tengo que leer para la clase de filosofía, y Philip K. Dick me da toda la razón en ese inextricable libro que me prestó el Matías Vicuña en las vacaciones, el mismo  amigo que me consigue el LCD. Ahora que lo pienso, diría que todo lo que me presta me ayuda a pensar.
A diferencia de otras personas, no me causa ninguna sensación en particular leer las delirantes novelas de Dick. No les veo ninguna novedad, hablan de cosas que de una forma u otra siempre he sabido.
Es más, me atrevería a decir que esa amalgama de palabras es lo más cercano a la realidad que he vislumbrado entre mis recuerdos. De algún modo, la plena comprensión, o reconocimiento de lo poco que podemos comprender, quizás, es lo más cercano que he sentido a normalidad. Por lo demás, salgo a la calle y no veo nada coherente.